Un gusto llegar a tiempo para escuchar a Rafael Barajas, el Fisgón, quien fue uno de los curadores y el responsable de la visita guiada el día que se inauguró, el pasado 2 de junio, la exposición de Ernesto García Cabral en El Estanquillo, el museo que alberga las colecciones del escritor Carlos Monsiváis.

            La visita nos guio, captadas en las obras, por las influencias del caricaturista. Sus primeras colaboraciones, para revistas francesas de humor, como Le Rire, acusan la presencia de Fantomas, la más famosa de las historietas francesas. Los comentarios del Fisgón y, como ya dije, las obras como prueba de cargo, avisan del conocimiento de Cabral, del Art Nouveau y, por supuesto, de los deslumbrantes ballets rusos de Diáguilev. Se mencionó también a Les fauves (Las Fieras) y en particular a Matisse. (Los carteles de las películas de Tin Tan, podrían ser un buen ejemplo). Sin embargo, la corriente que marca definitivamente la obra del caricaturista es, sin duda, el Art Déco en que García Cabral se revela como un artista singular y sobresaliente.

            Hay obras de gran formato, como El sátiro viejo y sobre todo, una pieza que es una recreación de La Fuente, de Ingres, un artista a ratos romántico y a ratos académico. (Al parecer las revoluciones, a las que antecede o acompaña el Romanticismo, piénsese en la Revolución Francesa o la Mexicana, desembocan en el Neoclásico). Ya que se mencionó El sátiro viejo, hay que decir que las más de 400 obras pertenecen sólo a El Estanquillo, ésta, como todos sabemos, fue un obsequio de García Cabral a Isidro Fabela y forma parte del acervo del Museo Casa del Risco.

            El plato fuerte son las caricaturas, la del corpachón de Diego con una Frida chiquita, la de Pita Amor, la de Salvador Novo, la de la empleada doméstica, la del borracho, la del policía, la del ladrón, que Rafael Barajas y Monsiváis y otros estudiosos llaman los arquetipos o estereotipos, personajes que no se representan a ellos mismos, sino a un sector, a una clase. La Medusa, (que fue portada de Revista de Revistas), la de la prostituta, la de la muchacha despreocupada, en fin, la flapper, la mujer moderna, que fue la obsesión y nadie pintó mejor que García Cabral.

            Rafael Barajas destacó que fue un artista fuera de serie, que, dijo, pintó un mural, pero no se considera muralista; fue el mejor dibujante pero no formó parte del Taller de la Gráfica Popular, tampoco se le puede integrar a la Escuela Mexicana de Pintura. El Fisgón mencionó varias historias del arte mexicano y en ellas concluyó no se le dedica ni siquiera una nota a pie de página.

            En la exposición se le acerca a Julio Ruelas, a Roberto Montenegro, a Gabriel Fernández Ledesma y obviamente a Miguel Covarrubias. Se supone que trabajó al margen de “las lógicas del mercado”. Practicó esa flor de un día que es la caricatura del periódico o de la revista, la que se tira, dijo Rafael Barajas, al día siguiente. “Una crónica minuciosa y de gran calidad plástica”, pero la caricatura, como la crónica, hasta épocas muy recientes, se han considerado géneros menores.

A pesar de lo dicho hasta aquí, muchos jóvenes no saben que el Chango García Cabral fue celebérrimo. Ignoran que existía en la televisión en blanco y negro, un programa titulado Duelo de dibujantes, en que varios caricaturistas, en especial García Cabral, dibujaban a la velocidad del sonido un tema propuesto. Muy machista, floreaba a las indefensas edecanes que eran “el atractivo visual” del programa.

            A pregunta expresa de una señora de la tercera edad, el Fisgón contestó que era conservador, anticomunista, y se consideraba por lo menos anuente a la embajada de los Estados Unidos.

            Dice Oscar Wilde que hay personas que quieren hacer algo y otros que quieren ser alguien. Ernesto García Cabral era todo un personaje que gastó la pólvora en infiernitos. Fue un outsider en el mundo del arte, y sin duda, un vanguardista.