La estafeta demócrata fue traspasada. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dio el espaldarazo final a Hillary Clinton, a quien señaló como “una política experimentada y confiable más que ningún otro candidato en la historia”. Las palabras de Obama sonaban como una victoria segura que daría el paso a colocar a la primera mujer en la presidencia de la Unión Americana.
El escenario del Centro Wells Fargo, en Filadelfia, fue el lugar del abrazo simbólico: entre el primer presidente afroamericano y la primera mujer con la que el Partido Demócrata espera nuevamente volver a hacer historia en el camino a la Casa Blanca. El estruendo y los aplausos de los miles de seguidores cobijó la escena, misma que quedó grabada y fotografiada por los medios de comunicación como un simulado traspaso del poder entre correligionarios. Obama ha destacado a Clinton como la mejor opción del pueblo estadounidense frente a lo que calificó como “la visión tenebrosa de Donald Trump”, aspirante del Partido Republicano. “Tengo toda mi confianza en ella -explicó- porque sé cómo trabaja y estoy convencido de que desde el primer día, estará lista para ejercer de comandante en jefe”, puntualizó.
En el tercer día de la Convención Demócrata, en la misma donde le arrebató a Clinton la nominación en su avance por la silla presidencial en 2008, ahora el mandatario estadounidense la bendecía a los cuatro vientos. “Tengo confianza en que, mientras abandono el escenario esta noche, el Partido Demócrata está en buenas manos”.
Luego, Obama pasó directamente a predecir la derrota del “magnate excéntrico, muy alejado de la idea de Estados Unidos como país diverso e incluyente que tiene el optimismo en su ADN”. Lo caricaturizó como un tipo que sólo ofrece consignas y temor, un “demagogo autóctono” que ningunea a las fuerzas armadas al profesar admiración al presidente ruso Vladímir Putin y al dictador iraquí Sadam Husein, y que amenaza con abandonar las alianzas internacionales. Un “salvador autodeclarado que promete que él sólo restaurará el orden”, dijo Obama, algo que -continuó- pone en peligro los valores democráticos de Estados Unidos, pero que está abocado al fracaso. La reconciliación entre Obama y Clinton, quien le renunció a su administración en febrero de 2013 como secretaria de Estado, llegó con ocho años de retraso.