Volaré contigo. La Odisea, de Gonzalo Valdés Medellín, es una novela breve e intensa. Construida a partir del encuentro, en la pista de un antro, de dos personajes: un joven bello, un adonis, un efebo caprichoso y desorientado, y un escritor maduro, entregado con pasión a su oficio, homosexuales ambos.

El escritor, al ver al muchacho bailando, lo compara con un ángel, y en ese momento es herido por la flecha de Eros. Y así, rejuvenecido y vitalizado por el amor, en un inicio platónico y voyerista, regresa una y otra vez al antro, cual Odiseo, incapaz de desobedecer al canto de las sirenas.

La manera de ser del escritor, sirve a Valdés Medellín para construir un discurso en el que reflexiona acerca del sentido del amor, de su existencia y significado: “Yo no creía en el amor, descreía del amor. (…) El amor es casi siempre algo infernal, en nuestros días y en otros”.

Sí, esta es una historia de amor, pero no insulsa, superficial o rosa, sino una que profundiza en los modos de entregarse con honestidad, y en las capacidades desarrolladas por muchos para fingir. Se plantean aquí, a través del joven, el miedo, el fingimiento, la superficialidad, el materialismo, la conveniencia, la prostitución, la explotación y la utilización del más débil, y por medio del ser y sentir del escritor, las cualidades de quienes prefieren amar con valentía y experimentar el éxtasis verdadero hacia la pareja e incluso hacia la profesión, no obstante tener que enfrentar el dolor de la pérdida y de la falta de reconocimiento.

El lenguaje es aquí también un personaje: vivo y activo. El autor, con frases breves, repeticiones de palabras y ciertos sonidos construye un ámbito que atrapa auditivamente; erige un paralelismo entre la música que retumba estentóreamente en la discoteca y la sonora y cadenciosa combinación de los fonemas. Así, no sólo los personajes en la pista de La Odisea bailan, también lo hacen las palabras y por ende el lector.

Ésta es una característica del lenguaje que Valdés Medellín, con paciencia y buen oficio, mantiene a lo largo de la novela. Esa configuración, ese bordar los holanes de cada párrafo, en muchos momentos de manera virtuosa, provoca también que la obra sea breve, o justa en su extensión.

Otro acierto, lo cual es notorio en cada uno de los capítulos, es el uso de un lenguaje directo, sin eufemismos en las descripciones de los encuentros homoeróticos. Llama a los actos y a las partes del cuerpo con su nombre, ejerce la libertad en las descripciones, no se autocensura, como podrán comprobar los lectores.

Volaré contigo. La Odisea (Editorial Ariadna, México, 2015; 88 pp. [Colección de narrativa: Los Tímpanos de Teseo, Número 6]) es un relato, una novela breve, pero también puede leerse, en distintos pasajes, como un poema o como una obra de teatro en la que encontramos acotaciones y diálogos que tienen como entrada el nombre de los personajes. De manera consciente, el autor, quien es un destacado dramaturgo, introduce esas secciones, quizá como un guiño, como un asterisco para llamar la atención de quienes, atentos, podrían representar la novela en un escenario, lo cual añade valor a la obra y extiende los parámetros genéricos de esta literatura acertadamente híbrida como la existencia. Es clara esta propuesta sobre todo en el Cuarto Tiempo, titulado: “Ensayo general”, del que se deduce que la vida es teatro; o que el teatro es la vida misma, ya que siempre estamos representando el personaje que nos asignaron al nacer y nos ponemos máscaras y coturnos y creemos que somos; pero en la vida, en el sueño, en las novelas, o en la poesía, sólo somos personajes fingidores. Cito las seis primeras líneas de este capítulo: “Todo pudo haberse resuelto en una obra pequeña, breve, así como la vida esgrime teatro por todas partes, en cada acción de nuestras vidas, en las palabras./ La acción es el personaje, dijo Scott Fitzgerald./ Y dicha acción se lleva a cabo en un escenario cualquiera: el de nuestra existencia común”.

Esta novela, esta puesta en escena en las páginas, es decir, en el papel, es un microcosmos del acontecer amoroso en la urbe: dos personajes del gran teatro que es la vida nocturna en la Ciudad de México, se conocen, se cuestionan, se entregan, se viven hasta que uno de ellos, huyendo de las brasas del amor es atrapado en una discoteca abatida por un incendio. Caronte se presenta para llevarse, en su lúgubre barca, los cuerpos calcinados, contorsionados ya no por el placer ni por la voluptuosidad del baile sino por un accidente hondamente desgraciado, trágico.

Al final de la novela, Gonzalo Valdés Medellín, el periodista, cruza la ficción con la realidad, y delata, como en un documental, la tragedia del incendio en el centro nocturno Lobohombo, que dejó veinte muertos, en el año 2000.

Volaré contigo. La Odisea es entonces un relato, un cuento largo, una novela, una obra de teatro, un poema homoerótico y la reconstrucción de la vida de “alguien” que estuvo en esos trágicos acontecimientos en el Distrito Federal, no en balde el primer capítulo de esta obra se titula: “Se vive lo que se escribe”.