El tiempo ha concluido. Río 2016 ya es historia y ahora los ojos se perfilan hacia Tokio 2018. La ceremonia de clausura de los primeros juegos olímpicos de Sudamérica concluyeron con un éxito en la organización de uno de los eventos más grandes y difíciles del mundo. El desfile de las delegaciones se realizó por segunda vez en menos de veinte días, pero esta vez para dar el adiós e iniciar el conteo hacia la espera tediosa de cuatro años más para volver a ver el certamen deportivo más fabuloso en la vida humana.
Le tocó a la judoca argentina Paula Pareto, ingresar al estadio portando la bandera de su país; ella fue la primera medalla olímpica del evento. Sí en el inicio, Brasil quiso deslumbrar al mundo con sus innovaciones en sus mosaicos humanos, tablas gimnásticas y coreografías referentes a las migraciones y la historia del hombre, la clausura no fue la excepción. Esta vez, vistosos números artísticos aludiendo al arte rupestre, en medio de cánticos primarios,eran básicamente como un homenaje al hombre primitivo. Si bien lo vemos así, de no haber sido por su gran capacidad de sobrevivencia, esta humanidad tal cual la conocemos no estaría aquí y ahora. Un poliedro marcado en luces mostraba el “adiós” en todos los idiomas empezando, por supuesto, en la lengua del anfitrión: Saudade!
Foto: Getty