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En la sucesión presidencial éste será el tema fundamental que resuelva la elección.
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Dejar en claro hacia dónde va la mayoría

El tema de la segunda vuelta electoral ha sido desechado en México por las condiciones políticas de una estructura vertical dominante, que se dio bajo la hegemonía priísta, cuyos dirigentes suponían, o suponen, que ésta figura de participación ciudadana uniría a todas las oposiciones lo cual significaría la derrota del PRI.

Sin embargo, desde la óptica de la ciencia política, el pensador Giovanni Sartori señala con claridad que “al pluripartidimo debe corresponder la segunda vuelta electoral”, para perfeccionar la democracia y la legitimación del poder. En la mayor parte de los países donde hay varios partidos políticos, la solución a la gobernabilidad ha sido dicha segunda vuelta.

Las condiciones actuales plantean un escenario en donde existen dos fuerzas encontradas hacia la sucesión presidencial de 2018, que corresponden, más que a partidos políticos, a la definición ideológica contemporánea; la dicotomía se establece entre la consolidación de las reformas estructurales o la desaparición de las mismas

La polémica está abierta hace muchos años; después de las reformas constitucionales que surgieron del Pacto por México, prácticamente quedó la discusión en dos grandes grupos confrontados.

En la sucesión presidencial éste será el tema fundamental que resuelva la elección; hace unas semanas señalé que era una locura, pero que podía darse, una coalición entre el PRI y el PAN; sin embargo, frente a las declaraciones, poco afortunadas, del diputado César Camacho contra la precandidata Margarita Zavala de Calderón, hacen añicos ésta remota posibilidad.

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Por eso, otra vez adivinando el futuro, la solución para definir dos campos electorales e ideológicos claros sería una reforma que establezca la segunda vuelta electoral, que, por supuesto, deberá aprobarse en el próximo periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, sino, ya no tendría el tiempo constitucional para estar vigente en la próxima contienda presidencial.

Con segunda vuelta electoral o con coalición o no, el tema central de las propuestas del 2018 se centrará en si deben continuar las reformas estructurales o si deben desaparecer.

No olvidemos que no solamente el conflicto social que amenaza con detener la reforma educativa está en la agenda nacional, sino también la reforma energética, donde habrá de decidirse —en la primera quincena de diciembre de este año— la asignación de contratos de gran envergadura que tienen que ver con la explotación y extracción de petróleo en aguas ultra-profundas.

Esas inversiones se encuentran bajo serios titubeos, porque si el triunfador de la elección presidencial fuese Andrés Manuel López Obrador, no hay duda que estos y los demás contratos en materia energética serían rescindidos y se plantearía una nueva política energética, similar a la que mantuvo la nación siempre en concordancia con los principios de los artículos 25, 26, 27 y 28 de la Constitución.

¿Utopía o realidad? La segunda vuelta electoral pudiera ser la solución para que las definiciones de los votantes dejen en claro hacia dónde se inclina la opinión de una mayoría legítima del pueblo de México; sin este instrumento quizás se obtenga la presidencia de la república hasta con menos del 30% de los integrantes del padrón electoral.