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Y a las Iglesias se suman, claro, “ciertos grupos conservadores”, incluyendo al PAN.
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La guerra del ano/II y última parte
Entre las maravillas del momento, en este México de mis surrealismos, está lo que llamaríamos la guerra del ano. Sí, leyó usted bien, querido lector: ano con ene y no con eñe.
La guerra, o más bien batalla o escaramuza, es parte de una guerra más amplia en la que intervienen las siguientes fuerzas aparentes (más las que ignoramos en este mundo conspiratorio) y que son por un lado la comunidad LGTTB (en inglés aparece una misteriosa “Q”) así que para no equivocarme llamaré la LGTTBXYZ, o sea, que ves todos los sexos que no son de la vieja, obsoleta comunidad HM a la que humildemente pertenezco porque, perdón, solamente me gustan las mujeres.
Y a la comunidad LGTTBXYZ que recibió un sorprendente apoyo del señor presidente hasta hace poco de lo más devoto y pontificio, sobre lo del matrimonio igualitario y la inevitable adopción de niños, se ha sumado lo que yo llamaría la vanguardia liberal, izquierdista, contestataria, un poco neomarxista, agnóstica y comecuras con la que yo, lo confieso, me identifico mucho, mas no del todo; y frente a esa vanguardia (que en España llamaban con gracia muy cañí “los progres” frente a los abominables “fachas”) estaría la Iglesia católica, y no sólo ella sino también las innumerables iglesias cristianas cuyos miembros pueden ser mucho más puritanos y bíblicos que los simples papistas, Iglesias todas cuya moralidad proviene del judaísmo, y si no, lean por favor el Éxodo, donde Yahvéh lee la cartilla moral a los creyentes.
Ese Yahvéh que castigó la sodomía y homosexualidad nada menos que con la extinción de dos ciudades completas. Y a las iglesias se suman, claro, “ciertos grupos conservadores”, incluyendo al PAN.

Y el adalid de estas fuerzas es el pobre de Norberto Rivera Carrera al que le ha llovido en su milpita. Confieso que no me simpatiza el arzobispo de México y gente de Prigione, y sé alguna anécdota divertida, que debo a un excompañero suyo de seminario que no habla muy alto de la erudición teológica de Rivera, pero el hecho es que él inició la guerra del ano explicando cuál era su uso ortodoxo y cuál el heterodoxo.
Para no sonar ni pedante ni vulgar lo diré a la mexicana: “Ya se enteró, compadre, que eso que usted llamamos, ya sabe, pues el chiquito, y que sirve para, pues, hacer de las aguas mayores y que es donde acaba una calle de un solo sentido, pos que no resultó avenida de ida y vuelta, y que con tal chiquito se sienten dizque puras chuladas. Eso lo descubrieron en la CDMX donde son tan listos… habrá que ir…”
Yo paso y seguiré siendo “coitocentrista”, como dijo una periodista, y aunque me acusen de provinciano me gusta “haber ayuntamiento con hembra placentera”, diría el Arcipreste con sus preludios, oberturas, allegros, adagios y sinfónicos finales… y para terminar una defensa a Norberto que tiene, está obligado, no le queda de otra que solidarizarse con lo que dijo Yahvéh, quien es finalmente el responsable, y cuando los progres acusan a la Iglesia de tener ideas de la Edad Media, se quedan cortos: todo comenzó con la Biblia.

