A un año de la firma del acuerdo nuclear, el esperado flujo de transacciones económicas, inversiones y comercio con Teherán, sigue mostrando una notable lentitud.

El Plan de Acción Integral Conjunto firmado en julio del 2015, entre la República Islámica de Irán y seis potencias mundiales, tuvo en síntesis, el propósito de eliminar las potencialidades estratégicas del programa nuclear iraní, a cambio del levantamiento de las sanciones económicas impuestas a ese país.

Desde entonces, Irán ha ido cumpliendo con los distintos aspectos que se le exigieron y que deberá garantizar durante los próximos 10 a 15 años, entre otros: no enriquecer uranio por encima del 3,67%, eliminar las dos terceras partes de sus centrifugadoras, trabajar solamente con el modelo más antiguo de centrifugadora IR-1 y no incorporar otros más avanzados, exportar sus partidas de uranio enriquecido a niveles por encima del límite establecido, no construir nuevas instalaciones, enriquecer solo en su planta de Natanz y no en la de Ferdaw, modernizar su reactor de Arak y no producir “agua dura” en exceso, no reprocesar plutonio, y especialmente, permitir la verificación de sus instalaciones.

A partir de la firma del acuerdo, la República Islámica ha recibido numerosas ofertas económicas dirigidas a múltiples sectores. Teherán ha logrado incrementar desde enero sus exportaciones petroleras en un 60%, y ha recibido parte de las sumas monetarias que permanecían congeladas en fondos de varios países a los que Irán les había vendido petróleo y gas, durante la última década.

Pero es muy poco lo que se ha podido concretar, pues persisten obstáculos que impiden avanzar, trabas que no solo obedecen a problemas técnicos, sino que Teherán los percibe como resultado de una política pensada y dirigida ex profeso a afectar su recuperación y reinserción económica.

Si la firma del acuerdo nuclear fue considerada por muchos como un gran éxito de la administración del presidente Hassan Rohani a escala internacional y generó grandes expectativas entre sus partidarios dentro del escenario político iraní, la no constatación de mejorías económicas concretas, crea una nueva situación de incertidumbre y frustración en la población.

Ya comienzan a hacerse las primeras predicciones respecto a los posibles resultados de las elecciones presidenciales programadas para mayo del 2017. Los estimados son distintos, aunque todos coinciden en que Rohani sería la figura predominante, en caso de que el Líder Supremo Alí Khamenei y el Consejo de Guardianes no le pongan obstáculos. El conflictivo y desacertado Mahmoud Ahmadinejad intenta resucitar como alternativa, para lo cual desarrolla una proyección más activa a escala nacional e intenta subsanar sus relaciones con el Líder Supremo; mientras que otros analistas ven a Qassem Soleimani, jefe de las Fuerzas Qods de los Guardianes de la República Islámica, como una figura atractiva con simpatizantes, tanto conservadores como reformistas. Lo que es seguro, es que el avance o no, que presente la reinserción económica iraní, va a desempeñar un papel central en la contienda.

Un factor clave en la velocidad que podrá experimentar este proceso, recae en la política de los Estados Unidos. Es cierto que Washington cumplió y levantó las sanciones multilaterales como parte del acuerdo, pero aún mantiene las sanciones que ha aprobado unilateralmente contra Teherán, bajo los argumentos de violaciones a los derechos humanos, vinculaciones con actividades terroristas y por el desarrollo de un programa de misiles. El desacuerdo profundo de Israel y Arabia Saudita con los términos acordados con Irán sobre su programa nuclear, parecen también ejercer un cierto impacto estratégico sobre la política de los Estados Unidos.

Todo esto provoca dificultades en las empresas interesadas en Irán e inseguridades en la banca internacional, pues no tienen certeza de cómo podrían ser afectados -o incluso sancionados-, ante las disposiciones del gobierno estadounidense y de su Departamento del Tesoro. Muchas reglas respecto al comercio con Teherán no están claras, lo que produce un efecto de inhibición. Además, Washington no permite realizar transacciones económicas en dólares con Irán, si las empresas implicadas tienen alguna relación con el ejército o los Guardianes de la Revolución, lo que es muy difícil de poder determinar.

Probablemente el ejemplo más claro de una transacción voluminosa, pero aún bloqueada,  es la del interés de Iran Air para comprar 80 aviones y arrendar otros 29 por valor de 20 mil millones de dólares. Aunque inicialmente se exploraron posibilidades con la Airbus europea, el propósito real iraní radica en llegar al acuerdo con la Boeing estadounidense, no solo por razones técnicas, sino por el cálculo político -no declarado-, de contribuir a ir limando asperezas con su tradicional contrincante.

De cualquier manera, la demora en la aplicación del acuerdo, ya tiene sus primeros impactos internos. El Líder Supremo, quien inicialmente optó por permitir la negociación, se ha reorientado a una posición “dura” que advierte que “no se puede confiar” en las potencias; que hay que recurrir a la “economía de resistencia”; y si las cosas no funcionan habrá que “quemar el acuerdo”.

Al insistir en que hay que evitar la “infiltración occidental”, ha llegado incluso al extremismo de criticar la enseñanza de la lengua inglesa. Su posición más intransigente se muestra al declarar: “Los que dicen que el futuro radica en las negociaciones y no en los misiles, son ignorantes o traidores”.

Estados Unidos debería desempeñar un papel constructivo, independientemente del resultado de sus próximas elecciones presidenciales. Tendrá que conservar sus relaciones con aliados tradicionales en la región, y paralelamente, seguir trabajando por avanzar lo ya logrado con Irán, con lo que también permitiría el desarrollo de las tendencias más pragmáticas y reformistas.

Un acuerdo nuclear exitoso, requiere el cumplimiento de todos los compromisos adquiridos por todas las partes implicadas. La comunidad internacional reclama soluciones negociadas en vez de mayores tensiones motivadas por estrategias políticas o cálculos disuasivos militares.

*Catedrático del Colmex