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Enfrentémosla con el mismo coraje que las generaciones que nos precedieron la enfrentaron.
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Incorregible optimista que soy
El que desespera de los
acontecimientos es un cobarde.
Alberto Camus
En una viejísima novela —Danubio Rojo—, cuya acción transcurre en la Viena ocupada por los ejércitos norteamericano, británico y ruso, hay un diálogo que, personalmente, siempre me ha parecido interesante.
Un coronel británico se alojaba en un convento y discute a la hora de la comida con la madre superiora. Le advierte que a él no le gusta hablar sobre religión y política.
La religiosa le dice: “Coronel, son los únicos temas dignos de discusión. La política, porque involucra la vida material; la religión, porque involucra la vida espiritual”.
Quizá por eso siempre me han interesado los asuntos de la política, pues creo que en ella es donde suelen expresarse las mejores y las peores manifestaciones de la condición humana.
Por eso uno entiende que haya tantos que nos quieren convencer que el sexenio peñista ya terminó. Cada quien tiene sus razones para hacerlo. Unos, porque, ambiciosos, quieren avanzar sus proyectos políticos, personales o de grupo. Otros, porque son presa de los prejuicios de tantos contra el partido que gobernó México durante casi todo el siglo pasado.
Y muchos aseguran que el país no sólo va por mal camino, sino que los acontecimientos económicos, políticos y sociales muestran que todo está podrido.
Incorregible optimista me niego a aceptar que México está podrido. Quizá porque a mi edad aún soy incorregible optimista, porque no creo que ni siquiera los acontecimientos más adversos deben hacer que dejemos de luchar por dejarles a nuestros hijos y nietos una mejor nación.
Como se ha afirmado en otras ocasiones en este generoso espacio de Siempre!, no debemos arredrarnos por la adversidad, enfrentémosla con el mismo coraje que las generaciones que nos precedieron la enfrentaron.
No se rindieron, no se desesperaron. Ni siquiera en las horas más oscuras. Y vaya que México las ha tenido. Con Camus, creo que desesperarse ante los acontecimientos es cosa de cobardes.
jfonseca@cafepolitico.com
