Poco después de publicar una voluminosa e intensa novela en clave, La mujer del novelista (Alfaguara, México, 2014), donde reconocemos a diversos personajes del mundo literario intelectual mexicano, entre ellos el propio autor y sus “cómplices-amigos” de la literatura del Crack, Eloy Urroz (Nueva York, 1967) nos sorprende con un profuso thriller psicológico titulado Demencia (Alfaguara, México, 2016) en la que expone su peculiar talento para la intriga novelística.
Fabián Alfaro es un joven violinista enfrascado en el ensayo de las tres sonatas Opus 30 de Beethoven, próximo a ofrecer el concierto de su vida y para lo cual se prepara arduamente en compañía de una pianista de nombre Daniela. La situación se tuerce a partir del instante en que, durante unas de sus citas en un café con Daniela, llega una media hermana de la pianista llamada Herminia, de la que jamás había escuchado hablar y que se ofrece a reemplazar a aquella, que ha tenido un percance. Aunque Herminia es físicamente muy parecida a Daniela, incluso la iguala en su interpretación al piano, Fabián, que nunca ha mirado a su compañera con ojos libidinosos, se deja seducir por la hermana de diabólicos ojos negros, incluso se drogan juntos. Al día siguiente, sin embargo, Daniela le habla para reclamarle el que la haya dejado plantada y niega categóricamente tener hermanas. Pero Herminia continuará presentándose una y otra vez en la vida de Fabián que, a partir de aquella noche loca, verá trascender su existencia, otrora tranquila, en medio de lo que pareciera dos vidas paralelas, en la que no consigue discernir el sueño de la realidad. De las pocas cosas que coinciden en una y otra, es el inquietante asesinato de una adolescente en el Parque de los Muertos, idéntico al Parque de los Venados, mismo que Fabián tiene que atravesar para llegar al supuesto domicilio de Herminia y su firme creencia respecto a la identidad del asesino quien, al igual que Herminia, se le presenta bajo diversas manifestaciones, aunque él siempre se refiera a él como “el hombre del bigotito ralo”.
Por otro lado se encuentra Néstor Canal, novelista de 28 años, uno de los dos únicos amigos del ermitaño Fabián. Él parece tener conflictos al margen de su vieja amistad con el violinista: a tan joven edad conoce la frustración de ser un autor reconocido por la crítica pero ignorado por los lectores, lo cual es uno de esos fenómenos esquizofrénicos del devenir de las letras mexicanas. Su “gran novela” registra ventas paupérrimas y se encuentra tratando de escribir una novela que impacte comercialmente hablando. Para conseguirlo, se ha propuesto escribir la insólita y perversa historia del doctor Eulalio Ricart, padre de Rogelio, su otro mejor amigo —que también lo es de Fabián—, quien abruptamente salió del clóset y pasó por encima no sólo de su familia, sino de la sociedad que lo había catalogado como un prestigiado y respetable psiquiatra, para dedicarse a vender su amor travestido en alguna esquina de Tlalpan. Para lograr la verosimilitud necesaria, Rogelio se dedica a espiar al doctor Ricart y en el ínter se involucra sentimentalmente con la hija menor de éste, de apenas quince años, llamada Marisa, despertando violentos celos en las hijas mayores, Cristina y Viviana, que han crecido con sus expectativas románticas puestas en él, con quien jugaban desde niñas. Como si no tuviera bastante con sus vidas paralelas, Fabián acepta la descabellada propuesta de Néstor de travestirse para seguir las huellas del doctor Ricart, pero al mismo tiempo pretende remediar la vida sentimental del bueno del tímido y rechoncho Rogelio, que nunca ha tenido éxito con las mujeres y está siendo “exprimido” por una prostituta de lujo llamada Zafiro y que parece ser otra manifestación de la seductora Herminia.
Todo este entramado parece enredado al intentar resumirlo, pero Urroz le da una perfecta coherencia sobre la marcha, hasta alcanzar un desenlace por completo inesperado. La historia tiene un punto de partida muy definido: el asesinato de la adolescente en el Parque de los Muertos. Es el único hecho que permanece inalterable en las vidas paralelas de Fabián, quien en la realidad tiene por vecina a una fastidiosa viejita de chancletas amarillas llamada Ofelia, misma que ha sido asesinada en el sueño (o viceversa) y atrae hasta la presencia del violinista a una pareja de detectives —Niño y Toledo— que aquí se manifiestan como corruptibles guardianes del orden y, allá, como malhechores bien vestidos que asaltan en plena luz del día. A través de una narración polifónica —que bien podrían ser las voces en la cabeza de un esquizofrénico— Urroz crea vínculos entre los personajes de una y otra realidad y determinar su geografía novelesca, aunque quede un estratégico cabo suelto: Herminia, desencadenante de la locura. Demencia, más que hacer honor a su título, es una novela que se remonta a las narrativas de Raymond Chandler, Cormac McCarthy o el mismo Hitchcock, especialistas en aparecer y desaparecer cadáveres o mantener en vilo a personajes que se sienten acechados y buscan desesperadamente un asidero que invariablemente resulta ser producto de la ilusión o de una mala decisión.