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El jefe del Estado mexicano debe comportarse como tal, siguiendo los principios de respeto y no intervención.
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Defender a México con valor y dignidad
Alejandro Zapata Perogordo
La respuesta de la candidata por el Partido Demócrata después de la insólita reunión entre su principal contrincante para ocupar la silla presidencial del país más poderoso del mundo Donald Trump y el presidente Peña Nieto no se hizo esperar; la inmediatez y la frase utilizada fueron lapidarias, utilizó el famoso dicho popular mexicano: “dime con quién andas y te diré quién eres”, sin especificar a cuál de los dos se refería, por lo que podemos interpretar que iba dirigida a ambos.
Mucho se ha escrito sobre el particular sin encontrar una lógica positiva en cuanto a México se refiere; la forma, los cálculos, objetivos —o justificaciones— y los resultados arrojan saldos negativos, el error obviamente tendrá su costo, que seguramente comenzaremos a pagar.
En principio, el jefe del Estado mexicano debe comportarse como tal, siguiendo los principios de respeto y no intervención, en consecuencia es inconveniente que reciba a un candidato de otro país, menos aún darle un tratamiento de visita oficial y de huésped distinguido; en su caso, si fuera imprescindible —que no lo era—, se recibe a los dos contendientes o a ninguno, ésa es una regla esencial que exige la ética política y la prudencia; si alguno no confirma o no acepta, es completamente incorrecto e imprudente hacerlo con uno solo, como ocurrió.

Lo anterior no pudo pasar inadvertido para los asesores de la Presidencia de la República. Recibir al señor Trump, que tanto ha ofendido a los mexicanos, dándole un tratamiento de visita de Estado, es tanto como reconocerlo en carácter de cuasi presidente, además en un recinto oficial como es la residencia de Los Pinos, lo coloca en una posición que ni tiene ni merece, cuestión que sin duda fue contemplada por ambas partes y registrada en su dimensión por el gobierno norteamericano.
La interrogante a dilucidar es: ¿cuál era el objetivo del presidente Peña? En este renglón, la polémica y especulaciones están a la orden del día. Sin embargo, un hecho objetivo consiste en que se trató de un acto injerencista y, por lo tanto, esa conducta desplegada por el presidente Peña nos conduce a pensar que la intención en la proporción guardada era colocarse como un factor de decisión, sin embargo, no pasó mucho tiempo cuando el propio Trump en una parodia televisiva con un alto rating en el país del norte lo pusiera en ridículo, lastimando profundamente la institución presidencial y salpicando a todo el país, aunado a que por el lado de Hillary y obviamente del presidente Obama se sintieron agraviados.
Los resultados son desastrosos, las señales enviadas dañan la relación bilateral, fue un acto injerencista, inoportuno e imprudente, hacia el interior de México nos sentimos agraviados y traicionados, seguramente en el exterior también surgen sentimientos adversos que vendrán acompañados de reacciones.
¿Cómo esperar respeto de los vecinos, si nosotros mismos no guardamos las formas?
Ninguna necesidad había para cometer un acto de esa naturaleza, menos con un personaje que nos ha ofendido. “A palabras necias oídos sordos”, dice el refrán; hay quienes no merecen el honor de una respuesta, ése es el caso. A México se le defiende con valor y dignidad; así las cosas, lo menos que podemos decir es: “no me defiendas, compadre”.


