Últimamente me han llegado campañas por Internet de un grupo llamado Citizen Go. Promueven la adhesión virtual a diversas campañas, de manera similar a Change.org, por ejemplo, pero también realizan marchas y actividades. La campaña que promovieron sobre la destrucción de un parque en Potrero, CDMX, u otra sobre el abuso sexual infantil, me parecieron por demás pertinentes, sin embargo la mayoría de sus propuestas muestran a un grupo ultraconservador en el aspecto de la concepción de la vida y la familia.
Según su página, Citizen Go tiene su sede en Madrid y está presente en quince ciudades de tres continentes. En su Ideario plantean su filiación cristiana y utilizan conceptos católicos más cercanos a la doctrina de Juan-Pablo II que a la de Francisco. Algunos de sus principios son muy rescatables, como el derecho de asociación. Sin embargo, aunque afirman la libertad de conciencia, se oponen a ella al plantear abiertamente posiciones que van contra la conciencia de otros. Así por ejemplo, se oponen al aborto y la eutanasia, y a la familia no formada por un hombre y una mujer. En relación con este último punto hacen un llamado a una megamarcha a llevarse a cabo este mes, razón por la que les hago un llamado a la apertura de conciencia y corazón.
No hablaré aquí del aborto ni de la eutanasia, temas en sí mismo harto complejos. Sólo indico que sí me pronuncio a favor de la despenalización del aborto, aunque también por la prevención social de embarazos no deseados libremente.
La cuestión de la esencia de una familia, aquello que la define, es muy controvertida. Por una parte es la decisión libre de personas que quieren formarla y su buena voluntad para entregarse a ello; su apertura a la llegada de nuevos miembros (engendrados u adoptados) e incluso la aceptación de familiares de una de las dos partes, o de ambas, que necesiten vivir en ese espacio (por ejemplo, los abuelos), de lo contrario hablamos más bien de una pareja (una forma totalmente válida de compartir la vida con alguien).
Tradicionalmente, la familia se ha compuesto de un hombre y una mujer (a veces de un hombre y varias mujeres), pero en nuestra época hombres y mujeres que tienen inclinación afectiva y sexual por otras personas del mismo sexo, que se enamoran y aman, pretenden obtener el estatuto legal de familia que les brinda derechos sociales que de otra manera no podrían obtener (seguro social de la pareja, toma de decisiones sobre la salud en caso de incapacidad del otro, herencia, etcétera) y una aceptación social de su relación.
En muchísimas ocasiones la familia constituida por una mujer y un hombre es altamente disfuncional, lo que conlleva irresponsabilidad de uno hacia el otro y hacia los hijos, llegando hasta la violación, la violencia física e incluso la muerte de los seres más vulnerables. Es decir que este tipo de familia, no por el solo hecho de estar constituida por un hombre y una mujer, se vuelve una relación de amor y respeto. Ser pareja y familia en una sociedad individualista y solipsista es un gran reto. La marca de quienes forman una verdadera familia es la capacidad de libertad y la voluntad de vivir con y para los otros en una relación de generosidad, sin importar su inclinación sexual. Hablamos de personas que tienen un nivel de madurez emocional y afectiva suficiente para entablar relaciones sanas en las que fácilmente un niño puede crecer.
Lo realmente peligroso es orillar a estas parejas a vivir de manera clandestina, sin el apoyo afectivo y efectivo del cuerpo social amplio, señalando a sus miembros como “raros” y creando división y repudio. El reto de los miembros de Citizen Go y sus adeptos es amar, no ceder al miedo y abrirse a lo diferente.
Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés y la Ley de Víctimas, que se investigue el caso de Ayotzinapa, que trabajemos hacia un Nuevo Constituyente, que Aristegui y su equipo recuperen su espacio, que se dialogue a fondo con los maestros, y que destituyan a Graco.

