Por Juan Antonio Rosado
El criterio es necesario en cualquier actividad, sea o no creativa. Como ocurre con todo, también se forma, se desarrolla. Empezamos con una opinión subjetiva sobre los hechos porque jamás se puede ser absolutamente objetivos: somos sujetos y no objetos. Cada sujeto posee una educación, una competencia cultural, una sensibilidad distintas. Lo que debe hacerse para formar y afinar el criterio es incrementar esas tres facetas. Es verdad: la crítica se inicia con una experiencia personal con un libro u obra de arte, pero ahí no termina el desarrollo del criterio. Dependiendo de nuestros puntos de interés, incrementaremos más nuestro conocimiento sobre tal o cual fenómeno cultural interpretándolo en su contexto y conociendo la crítica e interpretaciones que dicho fenómeno suscitó a lo largo del tiempo. La crítica agrega significados a una obra, pero dichos significados no emergen de la nada y, como afirma Todorov, la mejor lectura es la que logra integrar el mayor número de elementos textuales. Lo primero es ser lector activo, lector sensible y competente. Aprender a leer es una tarea compleja que va más allá de pasar los ojos sobre los renglones y entender las palabras. Se requiere el conocimiento de contextos muchas veces extratextuales, pero que tácitamente están allí, en el texto.
Hay muchas maneras de ser crítico, pero la que incluye a todas es la capacidad de interpretación: el crítico es un intérprete de signos, alguien que ha profundizado en un fenómeno cultural o no, y que conoce sus contextos, la sociedad en que surgió, las técnicas empleadas, el autor, etcétera. Por ello es capaz de generar nuevos conocimientos sobre una obra. A veces un crítico sabe más de la obra que el autor que la “produjo” porque toda obra no es sólo producto del autor, quien pudo haber recibido gran cantidad de influjos indirectos, sin tener conocimiento de ellos. Entonces, para ser crítico, lo primero es tener pasión y entrega. Por esta razón hay especialistas en Balzac que no necesariamente conocen bien a Victor Hugo, por ejemplo; hay especialistas en Miguel Ángel que quizá no sepan nada o incluso no comprendan a Picasso. Lo mismo ocurre con la música, el teatro o la danza. Lo primero es contar con la disposición de profundizar en los fenómenos culturales que nos interesen. Luego, hay carreras o cursos que nos proporcionan herramientas teóricas para continuar de una manera cada vez más rigurosa y certera; después, uno encuentra los canales o vías para difundir sus opiniones y enriquecer las obras con nuevos conocimientos.
El investigador auténtico debe ser crítico, pero además se caracteriza por su curiosidad y eterna insatisfacción; es como un detective que une cabos y llena huecos. No le basta la “talacha” ni ser ratón de biblioteca o hacer investigación de campo. Es esencial que sepa transmitir los frutos de su investigación. Existe gran cantidad de libros y herramientas sobre la labor del investigador (científico o humanístico). En cualquier caso, este oficio debe caracterizarse por su rigor y amor a la certeza; de lo contrario, si sus pretensiones fueron la investigación, se torna fraudulento. Al mismo tiempo, el investigador debe ser muy creativo porque finalmente selecciona y combina una serie de elementos para producir un texto que arrojará luces sobre algún fenómeno natural o cultural, y así como el creador muchas veces necesita investigar para que sus textos sean verosímiles, así también el investigador debe ser creativo y saber seleccionar sin truncar o falsear la información.

