Pensamiento a fondo
Por Patricia Gutiérrez-Otero
“Pero ella lo conservaba y meditaba todo en su interior” (Lc. 2,19).
El Frente Nacional por la Familia defiende un status quo que no problematiza, pues teme confrontar sus ideales con la realidad. Como en casi todo movimiento conservador hay algo bueno en lo que afirma, pero mucho de malo en lo que niega. En el fondo de su afirmación está la idea de que la familia es importante y que una buena familia es necesaria para que un niño “crezca y se fortalezca, llenándose de saber” (Cfr. Lc 2,40). Las familias disfuncionales crean personas que llevan un peso a cuestas y que luego deben trabajarse para ser felices (no para ser normales). El ideal de la familia es ser un lugar de crecimiento ético y espiritual para todos sus miembros; crecimiento necesario para la humanización. Un lugar de convivialidad afectuosa y de protección al menor.
Lo que los conservadores y ultraconservadores niegan es que la realidad del modelo de familia que defienden está atravesada por muchas oscuridades: la antigua, y aún latente, negación del placer femenino y la exaltación absoluta de la fertilidad; la liberalidad concedida al hombre para satisfacer sus deseos con prostitutas o con “capillitas”; una división de roles castrante para ambos géneros, de ahí: la ausencia emotiva del padre, recluido en el papel de proveedor. Los abusos incestuosos, a veces con la complicidad temerosa de la madre. Las violencias, las mentiras, la hipocresía, el desamor, el abandono, los abusos de una u otra parte, la falta de compromiso. Además, la realidad de la infidelidad de uno de los cónyuges con orientación homosexual ha sido un hecho oculto tras la fachada del matrimonio. Estas familias disfuncionales crean personas que llevan un peso a cuestas y que deben hacer un esfuerzo luego para ser felices (no para ser normales) o bien que reproducen la disfuncionalidad familiar. La exaltación de la familia hombre-mujer-hijitos pretende que éste es el paraíso y niega sus abismos.
¿Qué decir de la negación de la dignidad de la persona a la que se rebaja a sus miembros sexuales? Cierto es que a la gente le gusta el orden, y teme el caos. Cierto es que la libido y sus manifestaciones provocan temor y estremecimiento que hay que contener para vivir en sociedad. Pero, de ahí no se puede negar la posibilidad de que personas con orientación homosexual sean capaces de mayor generosidad que otras de orientación heterosexual. Pensar lo contrario es negar la posibilidad de que todo ser humano sea capaz de amar y, entonces, negar que sea un ser divinizable. Es también negar que niños sin familia, recluidos en orfanatorios o viviendo en las calles encuentren un hogar. E, incluso, en su lógica, que seres humanos que van a ser abortados tengan la posibilidad de vivir y ser adoptados por varios tipos de familias. Por eso, la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en una jurisprudencia del 23 de septiembre, me parece totalmente atinada: “el punto fundamental a considerar en una adopción es el interés superior del niño, niña o adolescente, con la intención de que éste forme o se integre en una familia en la cual reciba afecto, cuidados, educación y condiciones adecuadas para su desarrollo”. Lo que importa pues es la “idoneidad” del adoptante, no su orientación sexual.
Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés y la Ley de Víctimas, que se investigue el caso de Ayotzinapa, que trabajemos por un Nuevo Constituyente, que Aristegui y su equipo recuperen su espacio, que se dialogue a fondo con los maestros, que Graco sea destituido.