Por René Anaya
No son necios, rebeldes, olvidadizos o impulsivos porque quieran hacerle la vida de cuadritos a sus padres, hermanos, tíos y a cuanto adulto pretenda corregirlos o llamarles la atención. No, los adolescentes son individuos en proceso de crecimiento, desarrollo y maduración que exploran y explotan por cuestiones biológicas.
Claro que es más fácil decirlo que entenderlo o aceptarlo, por eso la mayoría de los padres se dan por vencidos, pretenden comprenderlos o intentan imponer reglas estrictas de disciplina que rara vez tienen buenos resultados, pues ni la permisividad ni la rigidez aceleran los procesos de maduración del adolescente.
Ni inmaduros ni defectuosos
A los 12 años comienza el proceso de transición, pero es de los 14 a los 20 años, en promedio, que la evolución se presenta de manera intensa, aunque actualmente las conductas permisivas de padres y sociedad hacen que se prolongue artificialmente esa etapa. Cuando eso sucede, el periodo adolescente pleno de experiencias y exploraciones se transforma en una etapa tediosa, conformista e irresponsable, que llega hasta la cuarta o quinta década de la vida.
Pero al margen de cuestiones socioculturales, los avances de la neurofisiología y la tecnología médica proporcionan nuevas pistas de lo que ocurre en el cerebro adolescente, que no es inmaduro ni defectuoso, sino un órgano en transformación.
La resonancia magnética nuclear, que se comenzó a emplear para el estudio del cerebro en 1992, se ha utilizado con fines de diagnóstico y de investigación, de tal forma que en la última década se ha avanzado mucho en el estudio del funcionamiento del cerebro normal del adulto.
Aunque ya se cuenta con numerosas investigaciones que muestran el proceso evolutivo del cerebro adolescente, los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos iniciarán en breve un estudio longitudinal en más de diez mil personas de 9 y 10 años, que durará una década, con la finalidad de investigar el desarrollo del cerebro adolescente.
Entre tanto, actualmente se sabe que cada una de las neuronas que tenemos al nacimiento (miles de millones) realiza a los seis años de edad, en promedio, diez mil conexiones diferentes. Al llegar a los 12 años se empiezan a perder las conexiones, este proceso continúa hasta la vejez, pero en el periodo adolescente la “poda” neuronal tiene una función benéfica: se eliminan todas las conexiones innecesarias, disminuye la materia gris que no se utiliza y la mielina (sustancia grasa), recubre los axones de las neuronas, lo que permite que el cerebro adolescente responda con más rapidez.

No son necios o rebeldes, sino individuos en fase de crecimiento, desarrollo y maduración.
Acelere y freno
Estos cambios cerebrales aumentan la capacidad de modificar las respuestas a estímulos externos, por lo que esta etapa es muy benéfica ya que mejora la capacidad de raciocinio y la socialización, pero al mismo tiempo hace vulnerable al individuo a conductas peligrosas como adicciones, delincuencia e incluso trastornos mentales, pues se considera que los intensos cambios en las conexiones neuronales aumentan las probabilidades de que surjan problemas. Se sabe que la mitad de las enfermedades mentales aparece a los 14 años.
Esos comportamientos riesgosos se deben al inicio de la maduración del sistema límbico (estructura cerebral compuesta por partes del tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala, cuerpo calloso y mesencéfalo) que es responsable de las emociones como placer, miedo, agresividad, así como de instintos sexuales, memoria y atención.
Por esa razón surge la impulsividad y el deseo de experimentar nuevas sensaciones, las cuales tienen su lado positivo. Esos impulsos alientan a los adolescentes —incluyendo a otros mamíferos sociales— a salir de la comodidad y seguridad del hogar para explorar nuevos entornos y buscar otras relaciones sociales y de pareja.
Por su parte, la corteza prefrontal, involucrada en el buen juicio y el control de impulsos comienza su maduración un poco más tarde y termina en la tercera década de la vida. Esa área promueve la organización, la decisión, la planificación, la regulación de emociones; también interviene en “nuestra habilidad para las complejas relaciones sociales, para discernir entre amigos y enemigos, encontrar protección dentro de grupos y llevar a cabo la primera pauta de la adolescencia: atraer a una pareja”, escribe Jay N. Giedd en el artículo “The Amazing Teen Brain” (El increíble cerebro adolescente) publicado en Scientif American, el 19 de mayo de 2015.
También se producen otros cambios significativos, pero el desfase en la maduración del sistema límbico y el prefrontal explica muchas de las conductas de los adolescentes: su impulsividad, arranques de ira, incomodidad, temeridad, desapego a la familia, falta de organización y de planificación; así como su renuencia a aceptar razones que van en contra de sus impulsos y emociones.
Los adolescentes son criaturas en proceso de evolución, como una vez lo fueron sus padres y los adultos que los rodean, aunque muchos de ellos lo olvidan y dicen no entender ni comprender su comportamiento. Pero la adolescencia es una maravillosa etapa de evolución que se detiene con los años.
reneanaya2000@gmail.com
f/René Anaya Periodista Científico