Por eso… “estamos como estamos hoy”

Por José Fonseca

Cuatro cosas hay que nunca vuelven más:

una bala disparada, una palabra hablada,

un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada.

Proverbio árabe

En este generoso espacio de Siempre!, he sostenido la idea de que de alguna manera a la mayoría de nosotros se nos indigestó la democracia, tanto que en todos lados se expresa el desencanto porque no fue la panacea, la medicina que cura todos los males nacionales.

Nos prometieron tanto que ahora los mexicanos, incluidas sus élites ilustradas, políticas y económicas, no terminamos de aceptar de buen modo las imperfecciones de la democracia, que las tiene y muchas, más de lo que nos dicen los politólogos.

Hemos descubierto que una de esas imperfecciones, si nos guiamos por lo escrito por Diego Valadés en el diario Reforma, es que “los requisitos para triunfar en una elección y para ejercer con éxito el gobierno son diferentes. Es posible que una misma persona reúna el magnetismo de un candidato y la preparación de un gobernante, pero pocas veces ocurre así”.

Eso, afirma, que los más populares o carismáticos carezcan de las capacidades de gobierno, pues aun las alianzas electorales sólo tienen el objetivo de ganar en las urnas, no el gobernar mejor.

La conclusión que ésa es una imperfección democrática es de quien esto escribe, no de don Diego Valadés, como también interpreto otro párrafo como un reconocimiento al llamado “pasado autoritario” del siglo XX en México.

Dice, don Diego: “O en el período de la hegemonía de partido en México faltaba legitimidad de origen, por lo que se procuraba (la legitimidad) del ejercicio de gobierno. Para eso se buscaba a los más capaces”.

Es evidente que la transición a la democracia hizo pomada esa práctica. Por eso, parafraseando a Carlos Elizondo Meyer, estamos como estamos hoy.

Pero también quienes estamos en los medios haríamos bien en escuchar el consejo que la señora Sara Sefchovich da a una conductora de televisión al ejercer nuestro derecho a la crítica.

La mayoría, sostiene, empleamos nuestro tiempo en denostar a los servidores públicos de todos los niveles y ramas de la administración pública. Crítica justa y necesaria, sí, para impedir los abusos, pero esos servidores públicos no salen de la nada, son producto de la sociedad en que vivimos.

Es la demagógica premisa que los funcionarios malos y el pueblo es bueno. Recordar eso quizá haría que la crítica periodística fuera más útil para la democracia y, sobre todo, para la nación.

jfonseca@cafepolitico.com

Fonseca