Por Juan Pablo Aguirre Quezada*
“Todo era vivido como si fuese distinto y ocurriese muy lejos.
África era sólo un espacio del espíritu, algo imprevisible, un azar”. Antonio Tabucchi
Túnez es geográficamente el punto más al norte de África, por lo que su salida al mediterráneo le ha permitido vincularse históricamente con distintas culturas y países. En su momento, esta ventaja le permitió ser un destino turístico importante a escala continental, que admitió tomar divisas y mostrar al mundo sus encantadores lugares como el sitio arqueológico de Cartago, las playas de Hammamet, los atractivos de las ciudades de Túnez o Monastir. Sin embargo, esta pujanza económica se detuvo debido a los atentados terroristas de 2015, con aproximadamente 125 muertos.
Entre los atentados que han afectado a los visitantes extranjeros en Túnez destaca el sucedido en el Museo del El Bardo el 18 de marzo de 2015 -ubicado en la capital tunecina- en el que fallecieron 22 personas. Tres meses después (26 de junio) ocurrió otro incidente en la zona de playas turística de Susa, en el que perdieron la vida 38 turistas foráneos (30 de ellos británicos) así como un terrorista local. Debido a estos hechos, el Gobierno de este país aplicó el estado de emergencia que concluyó hasta octubre de ese año.
Sin embargo, no sólo los visitantes del exterior han sido víctimas de los grupos extremistas, ya que los terroristas también han atacado instalaciones militares como el sucedido en Ben Guerdane -cerca de la frontera con Libia- el 7 de marzo de 2016, en la que fallecieron más de 50 personas entre miembros del ejército y civiles, en lo que ha sido calificado como el hecho más violento del país en los últimos años. Previamente, en noviembre de 2015 también la Guardia Presidencial fue víctima de otro incidente donde una docena de sus miembros perdieron la vida.
Aunado a los hechos de violencia, Túnez enfrenta un gran número de disturbios y manifestaciones por motivos políticos, que ha generado la movilización de las fuerzas de seguridad. Es importante recordar que como antecedente cercano que el movimiento conocido como la “primavera árabe” tuvo su origen en este país, ya que en diciembre de 2010 se inmoló Tariq Tayyib Mohamed Bouazizi por los agravios recibidos por los representantes del gobierno en su pequeño comercio, que generó diferentes protestas que terminaron derrocando al gobierno, y cuya influencia se propagó a otros países como Egipto, Libia, Argelia, entre otros.
¿Por qué un país con una importante prosperidad e inversión extranjera como Túnez entró en un escenario de violencia e incertidumbre? Al depender más del exterior que de su propio mercado interno este país se hizo vulnerable a los vaivenes de la economía mundial, tal como sucedió con la crisis internacional de 2008 y 2009, lo que agravó la gobernabilidad de la demarcación. Además, la sociedad gozó de mejores condiciones de vida y mayor libertad de expresión que otros países de la región, por lo que hubo condiciones para una expresión social como la sucedida en 2011.
No obstante, la caída del gobierno y con ello la afectación en la seguridad propició el descuido por el cual miembros terroristas pudieron realizar sus actividades que culminaron con los hechos sangrientos descritos.
En respuesta, diferentes cancillerías de todo el mundo emitieron alertas de viaje a fin de recomendar a sus connacionales a evitar visitar lugares de Túnez que representen riesgos a su integridad. Si bien el gobierno de esa nación ha impuesto medidas de emergencia aún existen riesgos por la presencia de grupos extremistas simpatizantes con el Estado Islámico.
Una de sus principales zonas de vulnerabilidad son las fronteras. Túnez tiene como vecinos a Argelia y Libia, y por su valiosa posición geopolítica, puede ser un lugar importante para los terroristas a fin de tener mayor presencia en Europa y en norte de África. Si bien el gobierno tunecino cerró su frontera, ha impuesto toque de queda en la región o incluso la construcción de un muro en el límite con Libia a fin de frenar la llegada de guerreros vinculados al Estado Islámico.
No obstante, estás medidas aún no han mermado el temor de nuevos atentados, y pueden ser poco efectivas si se considera que el enemigo puede estar dentro, ya que una importante cantidad de adeptos a los grupos fundamentalistas son tunecinos.
Esta situación ha tenido un impacto social debido a los vínculos sociales entre ambos países, lo que limita el tránsito, comercio e intercambio entre la población, lo que generó el pasado mes de mayo huelgas y protestas por un sector inconforme ante el cierre de fronteras.
Por su parte, organismos de la sociedad civil como Amnistía Internacional han documentado restricciones a la libertad de expresión y asociación, torturas, intolerancia y discriminación a personas con diferentes preferencias sexuales y malos tratos a la población en nombre de la seguridad nacional y teniendo como justificación la defensa contra el terrorismo. La organización también informó que tres personas fueron acusadas por este delito a pena de muerte, además de otros 25 individuos con sentencias en cárcel, 138 con arresto domiciliario, mil detenidos y 15 mil con prohibición de salir del país por ser considerados sospechosos. En síntesis, la crisis de seguridad generó también una respuesta gubernamental que afectó los derechos humanos.
La situación actual de Túnez dista mucho de aquel prometedor inicio del siglo XXI con una vida turística y comercial que generaba buenos augurios para la población. El temor ante nuevos incidentes es latente y pese a la respuesta gubernamental no hay condiciones de seguridad. Pese a los avances militares para prevenir ataques terroristas, la respuesta a este problema es mundial y el destino de Túnez tiene mucho en común con otros países de la región que han sido afectados por los grupos fundamentalistas.
*Doctor en Humanidades, Universidad Latinoamericana.

Juan Pablo Aguirre Quezada
Doctor en Humanidades por la Universidad Latinoamericana.