PRI y PAN comiendo en el mismo plato
Por Alfredo Ríos Camarena
La dispersión del voto en nuestro sistema político cada día es mayor, pues se han agregado nuevos partidos políticos a la contienda, como Encuentro Social y, desde luego, Morena; más aún, la existencia constitucional de las candidaturas independientes aumenta este fenómeno de sufragio difuso que puede desembocar en la deslegitimación de quienes son electos, pues, es muy probable que representen a menor numero de ciudadanos; esta deslegitimación —aumentada por el rechazo a la democracia liberal que existe en el mundo— descompone el sistema y trasciende los límites de la gobernabilidad.
La desigualdad y la pobreza, que han crecido de manera exponencial, están convirtiéndose en un contrapeso a la democracia y en un rechazo, a veces violento, contra el establishment. Frente a estos fenómenos, los partidos se encierran y buscan conservar parte del poder político; por eso, existen corrientes que aceptarían una transición pactada en las próximas elecciones presidenciales.
Los partidos están divididos seriamente: en el PAN es evidente el enfrentamiento de su presidente, Ricardo Anaya, quien al parecer pretende aprovechar su cargo para posicionarse como candidato presidencial, afectando los intereses del calderonismo, representado por Margarita Zavala, esposa del expresidente y, a su vez, perjudicando las estrategias que está tejiendo, con amplias alianzas, el todavía gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle.
En el PRI existe una división soterrada entre quienes dan por hecho la derrota electoral y pretenden —desde ahora— obtener posiciones políticas que, suponen, alcanzarán a través de un mecanismo novedoso —pero de difícil operación– al que han bautizado como el gobierno de coalición, que es propio de los regímenes parlamentarios, pero muy complicado en un régimen presidencial. También hay quienes ven en la segunda vuelta electoral la posibilidad de una alianza PRI-PAN, para arrebatarle la candidatura a López Obrador; Esta posible alianza parecería imposible desde el punto de vista histórico, porque el PAN nació como una protesta y un rechazo a las políticas cardenistas de expropiación petrolera y reforma agraria. ¡Claro, esos fueron otros tiempos!, hoy, la teoría económica neoliberal postulada por Von Hayek y Milton Friedman— hace que ambos, antiguos enemigos, hoy —en el fondo y en la forma— coman en el mismo plato, hacia una elección pactada.
Quien ya presentó la iniciativa de la segunda vuelta electoral es el PRD, que tiene dos opciones: jugar una candidatura independiente encabezada por Miguel Mancera; o regresar a su querencia, negociando una alianza con Morena, donde pudieran obtener, una vez más, el triunfo en la Ciudad de México, y con la promesa de que, de obtener el triunfo López Obrador, el propio Mancera jugaría un papel de primera línea, como pretendieron que sucediera en la pasada elección con Marcelo Ebrard.
El único seguro candidato, por la estructura autoritaria, monolítica y unipersonal de su partido, es Andrés Manuel López Obrador, quien ha dejado de atacar abiertamente al presidente Peña Nieto, y frente a la elección en Estados Unidos ha permanecido en una actitud taimada y conservadora, sabe cómo jugar sus cartas en esta última oportunidad.
El presidente Peña Nieto parece que está retomando el rumbo al realizar nombramientos de primer orden como el de Arely Gómez en la Función Publica y la acertada de decisión de dar oportunidad a un abogado constitucionalista, Raúl Cervantes, para dirigir la Procuraduría General de la Republica, y, quizá más tarde, la Fiscalía General. Pero, por otra parte, debe estar muy claro que dentro de sus filas muy cercanas hay quienes los traicionan, una y otra vez.