Hacer lo mejor para México
Por José Fonseca
Al gobernar aprendí a pasar de la ética de los principios a la ética de las responsabilidades.
Felipe González Márquez
Las líneas pergeñadas esta semana me hacen correr el riesgo de que personajes como Juan María Naveja y otros que piensan como él me califiquen como “pistolero a sueldo” del presidente.
No me importa, porque la expresión de que ningún presidente, hoy o en el pasado, se levanta en las mañanas pensando cómo “joder a México”, a mí me quedó claro que cada presidente de la república ha intentado hacer lo mejor para México y los mexicanos.
Cierto, muchos se han equivocado, han cometido errores de juicio y tomado decisiones basadas en información fragmentada o manipulada, pero todos, salvo contadas excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, y sobran dedos, han hecho lo que han creído lo mejor para la nación.
Siempre he tenido esa convicción, la cual me coloca entre la minoría que trata de ver los asuntos de la política y los hombres de la política desde una perspectiva muy personal, una que siempre intenta comprender el contexto y poco afecta la superficialidad de los “quince minutos”, tan atractivos y obsesionantes para algunos.
Las airadas reacciones son el resultado del revoltijo de intereses electoreros de la oposición, de la malquerencia de personajes que han hecho su modus vivendi de culpar a la presidencia por todos los males de la república.
No son ajenas a esas reacciones las llamadas “organizaciones de la sociedad civil”, las ONG que pretenden representar a 120 millones de mexicanos y algunos de cuyos personajes, por la rendija que se les abrió en el Congreso y en algunas instancias gubernamentales ya les pasó aquello de Enrique Guzmán: “el mar marea” y se consideran indispensables para la buena salud de la vida pública de la nación.
Históricamente las ONG han sido influencia benéfica para hacer avanzar causas nobles, pero en México no solo se han erigido como un sector más de la política nacional.
Cada una de las más activas representa intereses económicos, políticos y sociales, nacionales y extranjeros. Están en su derecho, pero no pueden arrogarse la representación de toda la sociedad mexicana, de 120 millones de mexicanos.
Para empezar, porque nadie los eligió para otorgarles esa representatividad.
jfonseca@cafepolitico.com