Rosario, su esposa, será Vicepresidenta de Nicaragua
POR BERNARDO GONZALEZ SOLANO
Tal y como se había preparado el escenario político en Nicaragua —sobre todo al ilegalizar la oposición real gracias al control de todo el poder—, simple y llanamente era imposible que el veterano comandante sandinista Daniel Ortega Saavedra (que el viernes 11 de noviembre cumpliría 71 años de edad) perdiera las elecciones presidenciales del domingo 6. El conteo de los votos estaba escrito de antemano, era un “triunfo anunciado”, parodiando a García Márquez.
El porcentaje final (inflado por los portavoces oficiales) realmente no importaba, porque la verdad es que la abstención, según el Frente Amplio Democrático (FAD), fue inédita, más del 70% de los votantes a nivel nacional no ejerció el sufragio. Rosario Murillo Zambrana, de 65 años, su esposa y madre de sus diez hijos (tres de un primer matrimonio), era la compañera de fórmula de Ortega como vicepresidenta. Por tal motivo, el FAD declaró que no reconocería los resultados de esta “farsa electoral y fraude constitucional” y expresó su total “repudio al proyecto de partido único de Ortega (Frente Sandinista de Liberación Nacional-FSLN) y su familia”. El FAD exigió, además, la celebración de elecciones libres y transparentes, porque las del domingo 6 “fueron ilegales”.
No solo la oposición denunció los comicios, la Iglesia Católica, por medio de sus obispos se declaró crítica del proceso electoral. Por ejemplo, Silvio José Báez, obispo auxiliar de Managua, afirmó: “No ir a votar es mi compromiso con Nicaragua. No por abstencionismo, sino por responsabilidad”. Asimismo, otras entidades, como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE) —a las que Ortega les impidió enviar observadores— cuestionaron los comicios, así como lo habían hecho en los de 2011.
De tal suerte, Daniel Ortega consolida su “triunfo” en medio de infinidad de críticas de muchos sectores, que consideran que el mandatario “nica” no sólo quiere instaurar un régimen de partido único en el país, sino una nueva dinastía (para eso cuenta con una prolífica prole), 37 años después de que derrocara otra, la de la familia Somoza. No se olvide que Daniel fue uno de los nueve comandantes de la revolución Sandinista y, tras derrotar con las armas en las manos el 19 de julio de 1979, a la dictadura de Anastasio Somoza —que había sido reelegido en 1974—, fue coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y presidente del país de 1985 a 1990 para, tres lustros después, volver al poder por la vía de las urnas, repetir en 2011 y nuevamente ahora en 2016.
En pocas palabras, Ortega lleva más de la mitad de su vida como líder indiscutible del Frente Sandinista de Liberación Nacional, partido del que ha sido su único candidato presidencial en los comicios de 1984, 1990, 1996, 2001, 2006, 2011 y 2016. Solo que el paso del tiempo ha cambiado al joven guerrillero marxista de la década de 1980. Ahora, para seducir a los nicaragüenses, el septuagenario mandatario se presentó como pragmático y moderado, aliado del sector privado local y de prominentes empresarios centroamericanos, así como de un sector de la Iglesia Católica y Evangélica, muy diferente al joven comandante Sandinista de otros tiempos.
El combativo ex guerrillero comunista ha trocado su idealismo por un pragmatismo rampante que lo presenta como un mandatario que trata de mantener, al mismo tiempo, relaciones tanto con el Irán de los ayatolas, con la Rusia del férreo Vladimir Putin, y con los Castro de Cuba, la Unión Americana que está cambiando de mando presidencial, Taiwán y la omnívora China. Ortega no olvida a su padrino y benefactor el bolivariano presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Obviamente, el sucesor Nicolás Maduro, todavía es bien recibido en Managua pues los venezolanos le han “regalado” a Nicaragua desde 2007 una cantidad nada despreciable: 4,659.7 millones de dólares, mismos que Ortega administra al margen de la ley del presupuesto nacional a través de una empresa privada ligada al FSLN. El dinero los pierde, nicaragüenses, veracruzanos, sonorenses, quintanarroenses, etcétera.
En tales circunstancias, la Nicaragua del comandante Daniel Ortega —pese a su triunfo dominical— se encuentra con un pie en el delirio. En compañía de Rosario Murillo Zambrana, sobrina nieta de Augusto César Sandino, su “leal compañera” y esotérica esposa, revestido de nuevo católico y capitalista, va de prisa en su intento por consolidar otra “autocracia tropical”. Y pensar que muchos creíamos que esas eran pesadillas del siglo XX.
Antiguos compañeros de lucha e incluso aliados en el gobierno después de la revolución Sandinista, como el conocido escritor Sergio Ramírez que incluso fue vicepresidente del país con Ortega hasta que el FSLN perdió las elecciones de 1990 frente a Violeta Chamorro, le critica por su transformación política: “En el tiempo de la revolución, en los años 80, la ideología hizo mucho daño, pero había un sentido ético. Eso saltó por los aires al perder las elecciones de 1990 con lo que se conoció como la piñata [antes de dejar el poder, los cuadros y organizaciones del FSLN se repartieron propiedades confiscadas], que supuso un descalabro moral y ético. Luego, en la oposición, Daniel Ortega comenzó a acumular poder dentro de lo que quedaba del sandinismo. En los 80 había organización de partido, con una dirigencia colectiva y equilibrio de poderes. Ahora, Ortega se ha convertido en caudillo único. No cree en la democracia representativa; él sigue creyendo en la vieja democracia popular. Estas elecciones (las del domingo 6 de noviembre) son una farsa”.

Rosario Murillo Zambrana
Ramírez continúa con el mismo tema: “Si gana las elecciones (como todo indica que las ganó), Ortega habrá estado en el poder 25 años, más que cualquier miembro de la familia Somoza. El viejo Somoza, el fundador de la dinastía estuvo mucho menos, y ninguno de sus dos hijos que luego también fueron presidentes estuvo un cuarto de siglo en el poder. Nos encaminamos a una situación de control de poder absoluto, familiar, que ya hemos visto en Nicaragua en el pasado, es la peor de las situaciones”…”Ha dicho en la televisión estatal que a Nicaragua no le convenían unas elecciones, porque crean divisiones, y que lo que le convenía era el partido único. El está yendo hacia allí, desdibujando lo que son unas elecciones, quitando a los opositores verdaderos, sacándolos de la Asamblea. Por tanto va a haber una Asamblea homogénea que no tendrá ningún poder de discusión ni de decisión”…”De acuerdo con las estadísticas que el Gobierno acepta, el 39% de la gente vive bajo el umbral de la pobreza. En un país tan pobre (el segundo en América después de Haití), desgraciadamente la democracia no es un tema”.
Cuando Emili J. Blasco, del ABC de Madrid le pregunta en Managua a Sergio Ramírez: La candidatura de Rosario Murillo a la vicepresidencia ¿es para preparar una sucesión?, el escritor contestó: “Daniel Ortega tiene 70 años… yo no veo que… haya puesto a su mujer para que lo releve en vida. Otra cosa es que ella sea la sucesora, y desde luego que él no confía en nadie más que en ella. Pero si él faltara y ella asumiera el poder sería un problema, pues tendría difícil lograr la lealtad de todo el FSLN, que es algo muy complejo. Ella no tiene tradición revolucionaria”.
Y, “entonces, ¿por qué ha forzado la situación poniéndola en el ticket electoral? A lo que Ramírez replicó: “Porque ella lo reclamaba. Como Eva Perón, tiene un poder absoluto: controla el Estado y el partido. A las 2 de la tarde comparece cada día en la radio y hace todos los anuncios del Gobierno. Ningún ministro puede hablar, todos tienen miedo de hacerlo. Pero aún teniendo ese poder, necesitaba contar con esa bendición electoral”.
En los hechos, Rosario Murillo, también conocida como “La Chayo” por sus allegados, ejerce como mandataria: dirige mensajes radiofónicos diarios a la nación, nombra y destituye ministros, viaja al exterior como canciller –tiene preparación, es políglota (inglés y francés, por lo menos), estudió en Inglaterra durante 15 años, durante su niñez y juventud–, dirige a los alcaldes sandinistas y sin su venia nada se mueve en el Gobierno. Después de vivir tres lustros en Gran Bretaña y Suiza, regresó a Nicaragua y empezó a ser mujer, se embarazó de Jorge Narváez, el padre de Zoilamérica quien en 1998 acusó a su padrastro Daniel Ortega de haberla abusado sexualmente a los 11 años de edad. Tremendo escándalo que aún repercute en Nicaragua aunque el ex guerrillero haya sido “exonerado” de la acusación. De hecho, la joven Zoilamérica fue sacada del país, vive en Costa Rica, y no tiene buena relación con su madre.
Lo cierto es que Rosario ha tenido una relevancia política que ninguna otra primera dama jamás ha tenido en su país. Ha ejercido una fuerte incidencia en las políticas sociales y culturales del gobierno y del FSLN y concentrado tanto poder, que sus enemigos consideran que la que gobierna Nicaragua es ella y no Daniel Ortega.
Aunque muchos no dan mayor importancia a las listas que publica la revista Forbes, el hecho es que en su edición del 26 de julio pasado, situó a Rosario Murillo en la posición 28 de las 50 mujeres más poderosas de Centroamérica, utilizando como parámetros los cambios generados en sus respectivos países, el poder para cambiar las realidades en favor de la región y no seguir estereotipos que frenen sus ideas o proyectos.
En pleno trópico nicaragüense, Rosario Murillo destaca por lucir trajes muy coloridos, excesivos collares, pulseras y anillos que recuerdan el estilo hippie de los años 60 del siglo pasado. Managua está llena de gigantescos árboles metálicos e iluminados que llama “árboles de la vida”. Ojalá que todas sus excentricidades –y su afición por las ciencias ocultas–, le sirvan, realmente, para ahuyentar la mala suerte, las malas vibras, y le traigan prosperidad, según ella misma dice. La pareja Ortega-Murillo pinta mal. ¿Qué nos sucede a los iberoamericanos que todavía no podemos librarnos de estos ejemplares? VALE.
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