Novela de Vanesa Garnica

Por Ricardo Muñoz Munguía

La novela En un claro de bosque, una casa (Editorial Era, México, 2016; 166pp.) abre con un fragmento (anuncio comercial) que bien pudiera ser un cuento: “Se vende casa colonial con media hectárea de bosque apenas a cinco minutos del centro de Pátzcuaro. Cuatro recámaras, dos baños completos, amplia estancia con chimenea, horno de leña. Ganga: incluye el cascajo de una infancia jodida”. Son cuatro líneas que la autora Vanesa Garnica (Ciudad de México, 1971) habrá de desatar en un recorrido por el pasado que hacen lucir los fantasmas, ajenos o propios, sobre todo los fantasmas que se quedan cuando viene la mudanza, y hoy, la protagonista retorna para visitarlos, aunque sea involuntariamente.

web_en_un_claro-de-bosqueDespués del fallecimiento de la madre —aunque ya se tomaba como tal por su estado—, la hija, una mujer de cuarenta años, recibe la tarea por parte de sus hermanos de vender la casa pero el enfrentamiento con la memoria no sólo es revivir pasos entre alegrías y tristezas, también es probar el amargo de las preguntas/panoramas que brotan de aquel sitio.

El sitio son algunos días de la semana (cuatro apartados/días agrupan esta novela), de jueves a domingo, para ser más preciso. Días en que sucede todo: encuentro con la infancia y la adolescencia, el torbellino de recuerdos, el instante que palpita por lo que se queda atrás y por un destino inquietante, por decir lo mejor de lo que pinta el panorama gris. El equilibrio continúa en el centro de la tabla (“Es de lo más común que al cumplir cuarenta se piense: lo mejor ha quedado atrás. Y no es fatalismo, es tan sólo un hecho, asentado para confirmar lo que todos sabemos: las más importantes reflexiones y las más divertidas irreflexiones son parte del pasado.”) pero necesariamente se debe caer hacia algún punto, y primero es al encuentro del pasado (“Pátzcuaro fue el campo de mis afectos y al mismo nivel se volvió después el terreno labrado con las cosas purulentas de mi infancia”), el que se antoja vivo, y no como el presente, aletargado entre sus labores, fiestas, borracheras…, en las que se dice estar la protagonista.

En un claro de bosque, una casa, entre un humor cruel y directo y una ironía descarnada, se narra los sentires y lo que provoca la nostalgia del lugar. Se trata del escenario donde los fantasmas de antaño provocan a los otros yo que habitan en cada quien, los que por igual partirán de nuestro cuerpo pero antes enfrentarán una ardua batalla, dejando a los protagonistas exhaustos y al espectador con la mirada en el significado de una casa, la que es una familia.