El futuro presidente Donald Trump
BERNARDO GONZALEZ SOLANO
En dos meses justos, el viernes 20 de enero de 2017, tendrá lugar en Washington, a los pies del Capitolio, la ceremonia de investidura en la que Donald Trump, de 70 años de edad, jurará el cargo como 45º presidente de Estados Unidos de América. Por lo menos en el papel, el acaudalado empresario —cuya inmigrante familia paterna de origen alemán se remonta a su abuelo que instaló burdeles con trata de mujeres y venta de licores—, experto en no pagar impuestos, se encamina, al menos sobre el papel, a ser la persona más poderosa del mundo. Sucederá en el cargo al primer afroamericano en lograrlo, Barack Hussein Obama. En la contienda electoral derrotó a la primera abanderada demócrata, Hillary Rodham Clinton, que pudo haber sido la primera mujer presidenta de la Unión Americana.
El poder que recibirá ese día el impredecible Donald Trump —lo que mantiene en vilo a los aliados del Tío Sam—preocupa a muchas personas —dirigentes mundiales y gente del común— aquende y allende el océano. Al mismo tiempo, desde cualquier punto que se quiera ver, el enamoradizo personaje (ha contraído nupcias en tres ocasiones), que en muchas ocasiones se ha mostrado vulgar, cínico, misógino, y encarnizado racista (atacando inmisericordemente a ilegales mexicanos y a musulmanes), se perfila como la persona menos popular elegida para residir en la Casa Blanca, como nunca en la historia del vecino del norte.
Antes de que tenga lugar la importante ceremonia en la capital estadounidense, Trump tiene que dar algunos pasos insalvables, como la de encontrarse con el mandatario saliente. De tal suerte, las diferencias entre Obama y el recién elegido se visualizaron el jueves 10 de noviembre dentro y alrededor de la residencia presidencial. Mientras el presidente que terminará su último periodo y el que apenas debutará se reunían, varias decenas de estadounidenses se reunieron a las puertas de la histórica mansión. Una noche anterior miles de personas se manifestaron en contra de Trump en muchas ciudades, desde la capital del país, hasta Nueva York y en Chicago. En el Pacífico, varias ciudades de California; pasando por Illinois y Texas. Manifestaciones no vistas antes después de comicios presidenciales.
Menudeaban las pancartas con el siguiente lema: “Trump is not my president” (Trump no es mi presidente). Partidarios y detractores del candidato republicano (ahora presidente electo) intercambiaron opiniones desde la noche del miércoles 9, cuando se manifestaron en contra y a favor de la victoria del triunfador. Para unos, el rubio empresario representa una amenaza a la diversidad de EUA. Para otros, la oportunidad para un nuevo impulso. Unos y otros todavía querían dialogar civilizadamente. Una joven manifestante, Olivia Emerald, de 24 años de edad, dijo haber viajado 15 horas en autobús desde Maine a Washington, porque sentía que tenía que hacer “algo” tras la victoria del candidato republicano. Con una pancarta que decía: “Rechazo respetuosamente a Donald Trump como mi presidente”. La joven manifestó que los valores de Trump contradicen los de Estados Unidos. Representa “racismo, sexismo, ese terrible olor a odio”, por lo que desconfía que Trump se modere. “Sabemos cómo es”, se lamentaba.
Mientras Trump se prepara para la transición, que será gélida, en pleno invierno, las protestas populares contra su elección se han ido sucediendo en todo el país, desde la Big Apple a California, cruzando las vastas planicies estadounidenses. “Rechazamos al presidente electo”, coreaban miles de manifestantes la madrugada del viernes 11 de noviembre en las calles de Portland, Oregón.
La policía, atemorizada, empleó gas lacrimógeno y balas de goma para dispersar a los manifestantes violentos. En Denver, Colorado, donde residen muchos mexicanos de origen veracruzano y chiapaneco, ya nacionalizados, los manifestantes anti Trump pudieron suspender brevemente la circulación en la carretera ínter estatal 25. También hubo marchas en Nueva York, Washington, Los Ángeles, California, Baltimore (Maryland), Minneapolis (Minesota), y Salt Lake City (la tierra de los mormones) Utah.
El fin de semana se convocaron más protestas contra el presidente multimillonario —el que “reconoció” su triunfo sin mayores problemas, como había anticipado—; y otros grupos anunciaron que habría muchas más. Por ejemplo, un grupo llamado #NotMyPresident (No es mi presidente) ha convocado una manifestación en contra de Trump el 20 de enero en Washington, el día de la toma de posesión.
En Facebook otro grupo convoca para el 21 de enero a una “Marcha del millón de mujeres” en la capital del país para manifestar su condena a la “agenda del nuevo presidente de miedo, odio, misoginia, discriminación, y a sus valores”. Asimismo, infinidad de individuos denuncian por las redes sociales que desde el día de los comicios que ganó Trump, han aumentado los ataques racistas e insultos contra inmigrantes, minorías y musulmanes. También han aparecido ataques escritos con aerosol agregando esvásticas y el nombre de Trump o llamamientos a los negros a “volver a África” para poder “hacer Estados Unidos grande otra vez”, que fue el lema de campaña del abanderado republicano.
Asimismo, el viernes 11, tres días después de los comicios, apareció un polémico vídeo en que estudiantes en una escuela primaria de Michigan hacen eco de la postura del candidato del partido del elefante que prometió levantar el muro en la frontera con México, y en el almuerzo en la cafetería del colegio comenzaron a cantar “¡Construyan el muro!”.
Según el periódico Detroit Times, de la ciudad del mismo nombre, el despreciable suceso fue captado en vídeo con teléfono móvil por el alumno, Josie Ramón, de 12 años de edad, que lo envió a su madre, quien a su vez lo compartió con más padres de familia. Fue Dee Pérez-Scott quien finalmente lo publicó en Facebook. El despreciable hecho se registró en la Escuela Primaria Royal Oaks, en la localidad del mismo nombre, al norte de Detroit. El vídeo exhibe los cantos de una minoría de estudiantes, lo que causó el llanto de alumnos de origen latino, pero en particular de los México-estadounidenses.
Por su parte, el periódico The New York Times pidió en su editorial del viernes 11 a Donald Trump que “repudie inmediatamente e inequívocamente esa avalancha de fascismo, sexismo, xenofobia, antisemitismo e insultos homófonos, amenazas y ataques que han sido asociados a su nombre”.
En el editorial titulado “Denuncie el odio, señor Trump”, el periódico neoyorquino pide: “Hágalo como una petición personal a quienes apoyaron su candidatura. Dígales que eso no es lo que usted apoya y que su nueva Administración no lo tolerará”.
No obstante ser ya presidente electo, Donald Trump reaccionó en Twitter a las protestas en su contra como si todavía estuviera en campaña electoral. El jueves 10 calificó las protestas de injustas porque él ganó las elecciones y cargó contra los medios de comunicación, a los que acusó de provocarlas.
Escribió en Twitter: “Acabamos de tener unas elecciones presidenciales muy transparentes y exitosas. Ahora manifestantes profesionales, incitados por los medios, están protestando. ¡Muy injusto!”. Horas más tarde, el candidato triunfador volvió a escribir sobre las manifestaciones de protesta en tono moderado, conciliador y, burlón: “Me encanta el hecho de que pequeños grupos de manifestantes tuvieran anoche pasión por nuestro gran país. ¡Nos uniremos todos y estaremos orgullosos”.
No solo los grupos anti-Trump salen a la calle a protestar. Otras asociaciones simpatizantes del empresario, como la organización racista Ku Klux-Klan que en su página de Internet, los leales Caballeros Blancos del KKK de Carolina del Norte, convocan a un desfile el sábado 3 de diciembre, sin precisar ni la hora ni el lugar. Enfatiza, sin embargo, que no son un “grupo de odio”, sino que odian “algunas cosas que ciertos grupos hacen a nuestra raza y nuestra nación. Esto no significa que queremos que algo malo suceda a las razas más oscuras. Simplemente queremos vivir separados de ellos”.
Aunque los dirigentes republicanos de la campaña de Trump dijeron que el KKK no trabajaban con ellos, lo cierto es que la organización racista se declaró a favor del empresario. Y David Duke, supremacista blanco y ex líder nacional del KKK transmitió una grabación por teléfono automático en la campaña que decía: “Si no detenemos la inmigración masiva ahora, ellos serán más que nosotros en nuestra propia nación. Está sucediendo”.
Como se recuerda, Trump inició su campaña electoral el 16 de junio de 2015, diciendo, sin mayor rubor, que los inmigrantes mexicanos eran narcotraficantes, criminales y violadores. Al paso de los días, continuó su ataque contra nuestros conciudadanos y endureció el tono hasta prometer la deportación masiva de todos los inmigrantes irregulares en el país, a los que él llama “extranjeros ilegales”. Incluso detalló la creación de una “fuerza policiaca de deportación”. Y, muy a su manera, un día dice una cosa y otro día otra, en su campaña pareció suavizar su posición. Pero el presidente electo de EUA no es hombre de confiar.
Para que no haya duda, en su primera entrevista por televisión después de que ganó las elecciones, en el programa 60 Minutes, de la CBS, el domingo 13, confirmó que pretende expulsar cuanto antes del país a hasta tres millones de indocumentados (ya no once como antes dijo). Al ser cuestionado sobre su promesa de expulsar del país a los indocumentados, Trump contestó: “Vamos a echar del país o encarcelar a todos los que tienen antecedentes criminales, traficantes de drogas, miembros de bandas, probablemente dos millones, podrían ser hasta tres millones. Los vamos a sacar del país. Están aquí ilegalmente”. Primero asegurará la frontera, dijo, y después decidiremos sobre “la gente de la que hablan”, sin precisar a quien se refiere. El horizonte se ve borrascoso. En enero se verá. VALE.