Después de que el presidente electo de Estados Unidos anunciara que sacará a su país del “desastroso” Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), el secretario de Economía Ildefonso Guajardo recurrió a una buena metáfora para explicar lo que viene: “…no hay espacio que no se llene en el mundo. Si una potencia se retira de un espacio, se puede apostar a que otra lo llenará”.

Guajardo se refería a que China está lista para ocupar el vacío que dejará Estados Unidos una vez que Trump llegue al poder.

Esa misma metáfora la podemos aplicar en México. Después del triunfo de “Donald, el furioso” y de su declaración de guerra al país, los mexicanos de todos los ámbitos socioeconómicos, étnicos y culturales están esperando un llamado a la unidad nacional.

Aunque el presidente Enrique Peña Nieto pidió hace unos días cerrar filas para proteger los intereses internos, lo cierto es que las circunstancias exigen que dirija un mensaje a la nación.

Beatriz-PagesTener un “tête à tête”, un encuentro “íntimo”, emocional y sincero con el pueblo que representa.

Y que lo haga no para retar o provocar al futuro presidente de Estados Unidos sino para explicar la estrategia que va a seguir México ante un jefe de Estado cuyo execrable racismo lo hace estar decidido a cerrar las puertas de su casa a los mexicanos.

Un llamado a la unidad nacional que vaya más allá, mucho más allá de la protección consular a los connacionales.

Si, como dice Ildefonso Guajardo, los vacíos se llenan en el ámbito internacional, también ocurre lo mismo a escala doméstica. Los huecos siempre son ocupados por otros. Y en este caso, lo peor que le podría suceder al país es que los mesías se pusieran a la cabeza de un movimiento para manipular, en su provecho, el sentimiento nacional.

Trump ha provocado en la sociedad mexicana incertidumbre, miedo y confusión. Nadie, ni siquiera los niños, se sienten ajenos a lo que representa un personaje que odia a México.

Que recuerda la versión enojada del Pato Donald vestido en algún cómic de Walt Disney como Adolf Hitler.

Los mexicanos sienten que han entrado en un cuarto oscuro y  no saben para dónde caminar. Están listos, hay condiciones, para seguir a un líder.

Basta con que “Enrique” diga… por aquí.

Tal vez, no se ha caído en la cuenta de que los ojos del mundo están puestos sobre México. La Unión Europea, Asia y América Latina están atentos, como nunca, a las decisiones que se vayan a tomar, por ser el país que convirtió Trump en chivo expiatorio para reactivar el nacionalismo norteamericano.

Ante un escenario excepcional habría que tomar medidas excepcionales.

Integrar, por ejemplo, un “cuarto de guerra” con los internacionalistas y diplomáticos más capaces. Ahí están Bernardo Sepúlveda Amor, Juan José Bremer, Olga Pellicer, Francisco Suárez Dávila  y muchos otros.

Con especialistas en tratados comerciales; empresarios como Emilio Carrillo Gamboa y Claudio X. González; con líderes obreros y campesinos; con dueños de los más importantes medios de comunicación.

El llamado a la unidad nacional nada tiene que ver con un discurso apologético chauvinista y rompe vestiduras. Tampoco con romper lanzas de guerra.

La unidad para “colgarse” de ese péndulo que viene a una velocidad brutal de regreso y que significa la entrada en una era inevitablemente proteccionista que va a obligar a las naciones a fortalecer su productividad interna.

Va a llegar a la Casa Blanca un hombre que nos desprecia y esto ha comenzado a despertar entre la población valores de identidad y nacionalismo que creíamos muertos.

@pagesbeatriz