No hay espacio para errores

Julio A. Millán B.

Renegociar el TLCAN es un escenario ineludible, ya se esperaba, independientemente de los resultados electorales. La renegociación ya se había hecho en temas de regulaciones ambientales, laborales, propiedad intelectual, entre otros. ¿Cuál es la estrategia? Surge ahora la oportunidad de llevar una renegociación diferente más favorable para México, sus cadenas productivas y el empleo; los canales están abiertos, tenemos mucho que dar y recibir mutuamente, no deberá haber ganadores o perdedores. Para ello, es importante que el equipo negociador tenga sensibilidad y esté preparado, ya que no sería conveniente poner en primera fila los fundamentos que en su momento construyeron el TLCAN, las condiciones ahora son muy diferentes y no hay espacio para errores.

Para nuestro país, 2017 y quizá todos los que dure el gobierno “trumpista” serán de cambios que necesariamente nos obligan a prepararnos con un plan de mediano y largo plazo para aprovechar la oportunidad de fortalecer el mercado interno, apostar por un desarrollo de la planta productiva nacional que nos permita dejar de ser un país maquilador. Además, debemos consolidar las relaciones comerciales y aprovechar los tratados comerciales; acelerar los beneficios y ventajas de las reformas estructurales, además de confirmar una relación estrecha de vecindad con Estados Unidos en lo industrial, comercial y financiero, después de todo con Trump y sin Trump, seguiremos siendo vecinos.

 

Cuando despertó, Trump estaba allí… para quedarse

Sin duda el mundo económico y político se conmovió por el sorprendente triunfo de Donald Trump. Las reacciones no se hicieron esperar y, como una suerte de efecto dominó, las bolsas de valores de Asia, seguidas por las de Europa, registraron caídas, algunas con pérdidas significativas. El contraste se presentó en la bolsa de Nueva York, que obtuvo ganancias (Dow Jones y S&P) impulsadas por las expectativas positivas de las empresas norteamericanas ante las políticas protectoras y desreguladoras (eliminación de impuestos) que podría establecer el nuevo gobierno, así como el curioso entusiasmo de las empresas financieras y bancarias que esperan que las fuertes inversiones en infraestructura (deficitarias) impulsen la inflación y el aumento de tasas de interés y por ende el valor de los bonos. La bolsa mexicana no quedó excluida del rally de pérdidas y registró su mayor caída desde septiembre de 2011.

Los mercados de divisas experimentaron volatilidad pero en diferentes direcciones. En algunos casos, el dólar perdió espacio, por ejemplo, frente al yen japonés y la libra inglesa, y lo ganó ante otras monedas altamente comerciadas como el euro y las de refugio, en particular, el peso mexicano. Tal parece que la fluctuación de la cotización peso/dólar estuvo determinada en las últimas semanas por la campaña presidencial, donde una aparente mejoría en las preferencias por Clinton favorecía el peso, y en favor de Trump lo perjudicaba. El resultado final afectó severamente nuestra moneda y llegó a rebasar en los mercados interbancario y FIX los 20 pesos por dólar, fijando récord histórico de velocidad de depreciación.

En cierta forma, las reacciones de los mercados financieros fueron las esperadas ante el resultado inesperado, por lo que ninguna institución reguladora o de política financiera o monetaria se “apanicó”. Solo se dijeron expectantes y preparadas para actuar si era meritorio. Como la Secretaría de Hacienda y el Banco de México que emitieron un mensaje para calmar los mercados caracterizado por la sensatez e invocando las fortalezas que la economía mexicana ha, en apariencia, acumulado en los últimos años, esperando que la sobrerreacción se diluyera. Es innegable que el “efecto Trump” llegó para quedarse y la divisa estadounidense parece que no bajará en los próximos meses de los 20 pesos por unidad. Como ya ha expresado Banxico, si los efectos de la depreciación del peso se traducen en presiones inflacionarias (lo cual ya está sucediendo) intervendrá no solo incrementado su tasa objetivo sino incluso con reservas; habrá que esperar la decisión de esta semana.

Peña NietoLa verdadera incertidumbre se registra en los mercados reales, en especial el comercio mundial de bienes y servicios. Durante su campaña, Trump señaló su clara intención de revisar e abandonar los tratados comerciales, sustituyéndolos por una política proteccionista en aras de salvaguardar a los norteamericanos de los “daños que el libre comercio les ha causado”. Desde el TPP, cuya ratificación se puede dar prácticamente por negada, pasando por el tratado que actualmente se negocia con la Unión Europea (TTIP) que podría quedar en el limbo; hasta el TLCAN —que ya ha cumplido más de 20 años de aplicación—, y que enfrentará dos escenarios: la revisión o el abandono. Cualquiera de los tres tratados —si Estados Unidos  no participa— quedaría sin sentido, ya que el principal socio (y mercado) es nuestro vecino del norte. Los impactos en los países negociantes sin duda serían significativos, traduciéndose en caídas en el PIB y el empleo asociado a la exportación, de allí el nerviosismo mundial. ¡El libre comercio ha muerto! ¡Viva el libre comercio!

 

Esa ciencia sombría

En nuestro país, la situación es aún más compleja. Somos quizás uno de los países más ligados a Estados Unidos, no solo en aspectos económicos sino en temas de migración, y desde los ataques del 11/9, a la seguridad interna, por la frontera de 3185 kilómetros que compartimos, y que registra la mayor cantidad de cruces de personas y mercancías en un día en el ámbito mundial. No es de extrañar que la economía mexicana sea una de la más afectadas por el triunfo de Trump, ya que, a lo largo de su campaña, manifestó constantemente su animadversión a los mexicanos, amenazando con deportaciones masivas, la construcción de un muro fronterizo (pagado con impuestos y cuotas a los propios mexicanos) y el abandono del TLCAN. Estas amenazas deben ser tomadas muy en serio; ya deberíamos tener una estrategia ante este escenario.

Plantear que la elección de Trump es una oportunidad para nuestro país resulta obvio si la vemos desde la perspectiva de planeación estratégica. El arte de la planeación prospectiva es convertir las amenazas en oportunidades de manera anticipatoria. Tomemos ahora el reto y construyamos esa “visión de futuro”; ya no hay marcha atrás.

 

Reaccionamos y no planeamos

Es necesario que el sector exportador se diversifique, no es conveniente depender de un único mercado, lo cual es más que evidente desde la gran recesión de 2009. Ahora con la elección de Trump, cuya política comercial es el proteccionismo, volvemos a retomar la idea de la necesidad de diversificar mercados, de aprovechar la extensa (y para fines prácticos inútil) red de tratados y acuerdos comerciales que se han firmado con una gran cantidad de países. Lo mismo con el planteamiento de fortalecer el mercado interno, de desarrollar proveedores con alto valor agregado y cadenas productivas nacionales, para crecer desde adentro.

Todos entendemos y aceptamos la voluntad del país vecino. La exageración es mala consejera, y es peor crear miedos y falsas expectativas, empero los escenarios no son del todo halagüeños. Cualquier decisión que tome el gobierno de Trump, por acotada que sea, tendrá un efecto. No hay que olvidar que, por el lado de la migración y la construcción del muro, solo se estarían reforzando las políticas que el gobierno de Obama ya viene realizando. El saldo migratorio entre deportaciones y retornos voluntarios y nuevos ingresos (legales e ilegales) ha sido negativo en los últimos años, y en las fronteras de algunas ciudades ya se ha levantado y se sigue extendiendo un muro. El problema se centraría en qué hacer con los migrantes (nacionales, centroamericanos y ahora haitianos y africanos) que se quedarán en la frontera mexicana y los que retornarán buscando ingresar en el mercado laboral. ¿Cuál es la estrategia?

En temas económicos, los norteamericanos son nuestros aliados. Desde antes de la firma del TLCAN, la integración comercial y de negocios entre México y Estados Unidos ya había alcanzado niveles importantes. La industria maquiladora de exportación es el vivo ejemplo de tal integración, pero a la vez nuestro principal talón de Aquiles. Si Estados Unidos nos compra casi todo lo que nuestra ¿industria? produce para ser exportado, es porque está destinado a ellos. Las plantas ensambladoras localizadas en nuestro territorio son parte de una cadena global destinada a producir lo que los americanos consumen, incluyendo nuestro producto estrella, los automóviles y las autopartes.

Las maquiladoras y la industria automotriz son empresas norteamericanas o asiáticas con intereses norteamericanos. El TLCAN en gran medida vino a facilitar e incrementar esa integración regional. Sería un auténtico balazo en el pie si Trump abandona el tratado, los perjudicados serían los ciudadanos mexicanos, pero también los norteamericanos.

Presidente de Consultores Internacionales.

JULIO MILLAN