Jaime Luis Albores Téllez
Podemos decir que Fidel Castro Ruz, empieza a ser conocido en todo el mundo gracias al fotógrafo-periodista, español, Enrique Meneses Miniaty, cuando publica en el Paris Match un reportaje acompañado de fotografías de Fidel Castro rodeado de barbudos, en la montaña, en el año de 1957. Y el mundo empieza a conocer las ideas de un revolucionario que se forja en la filosofía neomarxista, y que a la vez está influido por las ideas freudianas como un instrumento para perturbar el capitalismo. Un líder así despierta el asombro mundial, sobre todo porque se revela contra un país inminentemente capitalista, como Estados Unidos, que se encuentra geográficamente tan cerca de Cuba. En esos años que se le llaman de la posguerra, eran para los gringos un periodo de prosperidad con un gobierno estable, donde la gente se lanzó al disfrute de los bienes materiales. Y a la vez se origina una contracultura, dirigida a una nueva forma de pensar, la de un mundo donde las religiones deben desaparecer, porque el paraíso y el infierno sólo existen en la mente, donde el ser humano debe de aprender a ser libre y que para lograr la libertad debe poner toda su atención en el “yo”, yo tengo, yo logro, etcétera. Donde también las experiencias individuales son lo más importante, entre ellas la libertad sexual, se empieza a ver el homosexualismo, el bi-sexualismo, como una conducta normal ante la sociedad. Y todo esto es un marco referencial del psicoanálisis de Freud, que marca que la vida del humano es sexual, influyendo en los años sesenta a casi todo el mundo. En México, Carlos Fuentes llegó a expresar su pensamiento freudiano: “La cultura está hecha, ante todo, de nuestro cuerpo, de nuestros cuerpos sacrificados, rechazados, tragados, de nuestros cuerpos soñadores, sensuales”.
En Cuba Fidel Castro cree fervientemente que no hay necesidad de ninguna religión, pues sus ideas marxistas parten del criterio que la materia en sus formas, por nadie creada, existe eternamente, que el mundo se desarrolla con arreglo a las leyes que rigen la naturaleza sin necesidad de algún “espíritu universal”. También cree en el “yo” individual que lo hace ver como una persona certera, y quienes lo siguen lo aceptan como su líder. Además promete al pueblo cubano un mundo ideal: de paz, igualdad, y prosperidad. Pero si leemos la historia de los revolucionarios convertidos en políticos, nos podemos dar cuenta que terminan viviendo fantasmagóricamente, en un tiempo que ha dejado de lado su meta de vencer al opresor, para convertirse en el opresor por no saber cómo solucionar los conflictos de un pueblo. En fin. Freud alguna vez expresó: “Los comportamientos actuales pueden tener su verdadera motivación no en la situación actual, sino en lo más remoto de lo vivido; que no son las exigencias del presente las que tienen que determinar nuestra reacción, sino acontecimientos de la infancia que pasaron hace mucho tiempo”. ¿Será entonces que Fidel Castro vivió fantasmagóricamente?, según el pensamiento de Freud puede ser así, pues se comportó igual a un opresor a favor de la libertad del pueblo cubano.


