El niño que vendió su alma al diablo, de Aleqs Garrigóz
Alan Saint Martin @AlanSaintMartin
El niño que vendió su alma al diablo de Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta) es un libro en el cual se simula el diario de un escritor que, durante un crudo invierno, recapitula su presente y su pasado, en una suerte de confesión y desahogo. El origen de esta escritura es una crisis existencial, articulada sobre los ejes de la locura que ronda por su vida y sobre los de la reflexión acerca de los costos de la escritura poética, la cual le ha deparado poca satisfacción.
La primera pregunta que le hago al autor es sobre la relación que existen entre el título del poemario con los poemas mismos. Garrigóz me comenta que de alguna forma, el hombre siente como si hubiese vendido su alma al Diablo habiéndose dedicado al oficio de escribir poesía, la cual sólo lo ha conducido al borde de la irrealidad y a la desesperación. Incluso a nivel de escritura, hay una indeterminación entre la realidad imaginaria y mental, así como la biografía y la historia mismas. El elemento del Diablo es incluso capaz de hacer que el lector pueda optar, si es su deseo, por recurrir a lo sobrenatural para explicar el desastre de esa carrera de escritor que no se sabe cómo terminará: lo único certero es que, al finalizar el diario, el autor piensa en una solución de manera obsesiva y maniaca.
Algo que observo con la lectura del libro es que sólo es en invierno cuando se escribe el diario y, sin embargo, las fechas no son continuas y los tiempos son cambiantes. También que existe un dejo de hartazgo y tristeza, para esto le pregunto por qué esa selección de la temporada, así como al cambio emotivo frente una época que la sociedad vincula como “alegre”, como en el caso del poema “Noche vieja” donde se observa el sentimiento de hartazgo. “El libro está escrito de esa manera para que el lector suponga que se ha tratado de diario escrito con pesar y esfuerzo, y que su autor ha tenido que hacer un gran trabajo para arrancar las palabras a su crisis. Desearía que el lector imaginara lo que sucedió esos días en que el autor no escribió; y que notara cómo el tono se va haciendo cada vez más desesperado conforme las fechas avanzan. Cómo la temporada navideña se ha convertido en vacío, soledad y amargura; y cómo el año nuevo ha traído sólo negrura. Situar en el invierno estas confesiones y reflexiones me dio el ambiente perfecto que necesitaba para crear una atmósfera exterior sombría que estuviera en correspondencia con el paisaje interior del personaje de ficción que construyo. Y bueno, sabemos que las fechas navideñas son propicias a la introspección y también a la depresión. Existe la depresión navideña como un hecho clínico y quise jugar también con esa idea”.
El libro comienza con un poema sin fecha, “Viento”, que considero puede funcionar como epígrafe y, al mismo tiempo, es el único escrito en verso, no prosa poética como el resto del poemario. Le pregunto cómo es que como poeta decide estos cambios. Me responde que el libro está escrito de esa manera porque es una de las formas de la poesía que ha venido desarrollando como autor desde hace algunos años. El epígrafe en verso remite a que, en él, es el escritor ficticio mismo el que, habiendo decidido compartir su diario con un público, muestra sus dotes poéticas. “Es un juego metaliterario, porque él como autor real construye un personaje ficticio que escribe su diario, personaje que tiene, sin duda, sus mismas obsesiones literarias”.
¿Eso también depende que tu libro sea escrito en primera persona?: “He decidido escribir la obra en primera persona, porque la obra tiene un sustrato autobiográfico mismo que se funde con el delirio mismo de la escritura poética y la fantasía literaria, al grado de no poder diferenciar lo que de ‘verdad’ hay en el producto final. Algunos fragmentos y líneas están basados en mi vida real, pero muchas otras partes son producto de mi sola imaginación. La idea de la locura permite jugar con esta imbricación de lo real y lo imaginario al borde de la esquizofrenia, terreno fértil para ampliar las posibilidades de lectura”.
Por último, le pregunto cuáles son los autores con lo que Garrigóz abreva y son parte del autor o que influyan en la construcción del poemario. Me responde que si este libro se situara en alguna tradición literaria sería en la del pesimismo ilustrado. Piensa en algunos autores que, interesados en la poesía y la filosofía como lo está el personaje que construye, escribieron sobre lo sombrío que experimentaron la vida: “No podría precisar exactamente qué lecturas concretas están detrás de este libro, pero sin duda la pléyade sería amplia”.
El niño que vendió su alma al Diablo no tiene una narrativa unívoca, sino que apuesta por la participación activa del lector para reconstruir a su deseo e imaginación lo que ha sucedido y sucede en la vida de ese escritor, jugando con la idea de la obra abierta. Es un libro de interpretaciones múltiples; de allí que recurra a la fragmentariedad y a los saltos indeterminados del tiempo, que propician diferentes maneras de abordar el libro.


