Pasión por las letras (Genius)

Mario Saavedra

Como otros también proveniente del teatro donde ha probado las mieles del éxito, Michael Grandage ha brincado con buena fortuna al séptimo arte, con un interesante guión de John Logan (experimentado autor de otras historias como Gladiador y La invención de Hugo) que confiesa le apasionó desde que cayó en sus manos.

Adaptación de un revelador libro de Andrew Scott Berg: Max Perkins, editor de genios, Pasión por las letras (Genius, Inglaterra-EU, 2016) nos sitúa en el Nueva York de 1929, en plena depresión económica, cuando este legendario editor neoyorkino de Scribner tuvo el valor y el olfato de publicar las dos primeras y portentosas novelas (El ángel que nos mira y Del tiempo y el río) del prematuramente muerto Thomas Wolfe (1900-1938); pocos años atrás ya había roto paradigmas al publicar a los no menos revolucionarios y ahora más conocidos narradores estadounidenses Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway, pertenecientes de igual modo a la denominada “Generación perdida”. Las otras dos no menos ambiciosas novelas de Wolfe (The web and the rock y You can’t go home again, todavía no traducidas al español) serían publicadas póstumamente.

En torno a la creación y el genio, desde el mismo apasionante libro biográfico de Scott Berg se ahonda en cómo han sido precisamente estos editores atípicos, a la vez generosos y persuasivos, lectores apasionados y voraces, quienes en buena medida han servido para allanar el desarrollo literario, a manera de líquido de combustión que aligera e incluso impulsa la máquina creativa.

A diferencia de por ejemplo ese sordo editor que en México no contó con la claridad ni el arresto para percibir que con Cien años de soledad de García Márquez arribaba una novela innovadora y fuera de lo común, por lo que se editó primero en Sudamericana de Argentina, Max Perkins (1884-1947) sí tuvo en cambio la intuición para reconocer en toda esta gran generación norteamericana a escritores que de inmediato irrumpieron con inusitado aliento renovado en la escena literaria, marcando así la pauta de la narrativa de todo el siglo XX.

PasAtmósfera y emociones

Retrato de una relación tirante pero entrañable, que la sensibilidad de Perkins mantenía viva al valorar el talento singular de un escritor fuera de serie, Genius consigue retratar dos personalidades antagónicas y a la vez identificadas por una misma pasión, distendida por el genio del creador absorto en su obra y el editor-crítico capaz de entrever la perfección en medio del océano abrumador. Y en ese contexto van aflorando de igual modo los celos, el ego, la inseguridad, la envidia, la dependencia y la inestabilidad emocional, en medio de un caldo de cultivo donde se apuesta por atender mejor a las pasiones humanas que a los clichés que plagan otros intentos fallidos por mostrar esto que Aldous Huxley llamaba el laboratorio de la creación artística, abismándose entonces más bien en un expendio de lugares comunes.

Con el oficio del director teatral avezado a la hora de trabajar con los actores, Grandage teje fino en el manejo de atmósferas y emociones que atiza y a la vez controla con mesura, sacando el mejor provecho de los intérpretes que dan vida a estos personajes excéntricos pero humanos, porque al fin de cuenta pertenecen a un círculo creativo e intelectual privilegiado. Y ese tono teatral quizá sea uno de los mayores atributos en la puesta de Grandage, porque si bien en el cine suele prevalecer la contención, aquí se justifican más la intensidad y la extroversión como rasgos característicos de un ambiente dominado por las emociones a flor de piel. Es más, aparte del mano a mano central que protagonizan los dos muy probados actores Colin Firth y Jude Law, como Perkins y Wolfe, sus dos respectivas parejas, extraordinariamente encarnadas por las también primeras figuras Laura Linney y Nicole Kidman, se mueven en el mundo del teatro, y sus no menos recias personalidades mantienen algunos de los momentos de mayor tensión dramática con sus evasivos compañeros.

Película de época

Pero quizá una clara debilidad de la cinta sea no poder llegar a penetrar lo suficiente en la problemática efervescente de cuatro fuertes y distintas personalidades con sus propias vidas a cuestas, creo que debido sobre todo a las limitaciones de espacio y profundidad que impone el lenguaje cinematográfico. No se puede decir tanto ni de tantos en tan poco tiempo, por lo que algunas fuentes y causas apenas se deducen e intuyen. Por lo demás, no deja de ser interesante y hasta novedoso el abordar en el cine otra vez los temas de la creación y el genio artísticos, y hacerlo sobre todo con sensibilidad y conocimiento de causa, sin caer mayormente en el lugar común, que es siempre un riesgo latente. Y más importante es despertar el interés de muchos por leer o volver a la obra de estos vitales narradores del siglo XX, por investigar con más detalle en sus vidas y sus respectivos procesos de creación, incluidos por supuesto aquellos otros más reconocidos personajes literarios que aquí apenas figuran de manera tangencial como Fitzgerald que interpreta Guy Pearce y Hemingway que encarna Dominic West.

Una película de época hecha con toda la mano y con muy buen gusto, exquisitamente ambientada, con una estupenda fotografía de Ben Davis y un soundtrack a la medida de Adam Cork, por ejemplo, Pasión por las letras es una de esas cintas que se deja ver con mucho agrado e interés, en especial por supuesto para aquellos que sientan particular afición por el universo de las artes y de la creación estética.