Inicio de 2017
Mireille Roccatti
Hacía ya mucho tiempo que no vivíamos un inicio de año tan descompuesto, tan enrarecido, tan envenenado por conflictos sociales. En épocas recientes, solo quizá el de 1994 con el levantamiento armado zapatista en el amanecer de ese año.
Sin duda, como lo he venido afirmando, la ira social contenida estaba latente, y el alza en gasolina, gas y diesel sólo fue el detonante de la cólera colectiva soterrada, de una sociedad inconforme desde hace décadas por el deterioro de las condiciones de vida, la cancelación de las vías de ascenso social, la falta de empleos, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y para decirlo llanamente por la pobreza generalizada del grueso de la población.
El malestar social viene de lejos, no se generó en el actual régimen, aunque sin duda se agudizó por el fenómeno de la corrupción y la impunidad, aderezado por la espiral de violencia e inseguridad que sigue cobrando vidas y parece no tener fin. La medida de política pública energética que pudiera justificarse técnica y económicamente y hasta necesaria para evitar una catástrofe de finanzas publicas no se acompañó de una estrategia comunicacional oportuna para informar debidamente las razones, causas y efectos, lo cual se vino a sumar para que aflorara el estallamiento social.
La reacción gubernamental ha sido calificada de tardía e insuficiente tanto en la explicación del porqué era necesario tomar esa medida, esa “medicina amarga”; al igual que por las acciones de protección y apoyo a la economía familiar; la planta productiva y el empleo; garantizar el abasto de alimentos; el control de la inflación y otros.
El método hizo recordar los viejos tiempos de los pactos de los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, y la paradoja es que esos mecanismos se utilizaron para instaurar el neoliberalismo y hoy que este modelo de desarrollo económico cruje y se derrumba se recurre nuevamente a él.
El tema ha sido abordado desde múltiples aristas y solo quiero referirme a él desde la óptica de los malos vientos que soplan del norte. En unos días, habrá de concretarse el cambio de gobierno en los Estados Unidos y el gélido Potomac no solo traerá amenazas y advertencias, vendrán acciones concretas contra nuestros connacionales migrantes, renegociación de la agenda bilateral y especialmente una dura, tensa, difícil y complicada negociación respecto de flujos comerciales. Y, desde luego, replanteamiento en muchos temas de cooperación bilateral, sensiblemente en materia de seguridad y combate al crimen organizado y lavado de dinero.
Lo difícil, lo que angustia, es que en esta negociación México está solo, una errática política exterior durante el gobierno de Ernesto Zedillo y especialmente el foxiato, al abandonar los principios rectores de nuestra diplomacia, nos aislaron del resto de los países latinoamericanos y el “hermano mayor” se ha quedado solo y nos faltará solidaridad y acompañamiento.
Resulta más doloroso aún tener que admitir que nos encontrará divididos, enfrentados, confrontados internamente, como nos ha sucedido a lo largo de la historia en momentos cruciales, inclusive cuando la triste y dolorosa invasión norteamericana del siglo XIX. Es indispensable un diálogo y concertar un acuerdo nacional con todos los sectores sociales y actores políticos, que todos los mexicanos privilegiemos el bien superior de la nación. Lo anterior no significa que alguien renuncie a defender sus convicciones y principios, solo que unidos enfrentemos de mejor manera las adversidades que se ven venir del norte.