Gerardo Yong

En 1971, Estados Unidos atravesaba por una fase política de ruptura en medio de fuertes acontecimientos que le dieron un nuevo giro a la política de ese país. Era precisamente el periodo presidencial de Richard Nixon, uno de los presidentes más polémicos en la historia de la Unión Americana. Nixon comenzó en este año su campaña para reelegirse por el Partido Republicano y lo hacía fortalecido por diferentes hechos que marcaron la vida política norteamericana como los asesinatos de John F. Kennedy y, posteriormente, de su hermano Robert., así como por el desastre en el que estaba resultando la Guerra de Vietnam; estos factores le permitieron reelegirse con gran facilidad para un segundo periodo en 1972. Nixon se apoyó en una persona que se convirtió en la más poderosa después del presidente. Se trata de Henry Kissinger con cuya labor logró la apertura de relaciones con la República Popular de China, a la que se consideró como un aliado estratégico dentro del panorama de la Guerra Fría que se libraba contra la Unión Soviética y su bloque de influencia en Europa oriental. Entre ambos idearon una forma de atraer a Beijing bajo la titularidad del primer ministro Zhou Enlai, con quien formaron un nuevo alineamiento estratégico chino-estadounidense antisoviético. Sin embargo, el escándalo del Watergate en 1972 hizo que el despegue de las relaciones chino estadounidenses se consolidaran hasta 1979 bajo el liderazgo de Deng Xiao Ping. Este acercamiento le permitió a China enviar grandes cantidades de estudiantes para prepararse en las mejores universidades tecnológicas de Estados Unidos, con los que después levantaría un sistema de economía basado en la innovación que ha sido exitoso hasta la fecha. Cuarenta y cinco años después, Estados Unidos se encuentra al borde de un nuevo cambio de estrategia en su política internacional, esta vez buscando más el acercamiento con Rusia y relegando la importancia de China, que en la actualidad se ubica como la segunda potencia económica mundial. El presidente electo Donald Trump considera que Beijng se ha aprovechado del mercado estadounidense para lograr un crecimiento espectacular que, según él no le ha sido nada favorable a Washington y que por el contrario se ha convertido más en un problema que en un aliado. El ex embajador de México en China, Sergio Ley, comentó a Siempre su perspectiva respecto a las relaciones entre Estados Unidos y China, así como sus implicaciones con nuestro país.

-¿Cuál es la situación actual de las relaciones entre Estados Unidos y China?

-Después de la llamada que se dio entre el presidente electo Donald Trump y la presidenta taiwanesa Tsai Ing-Wen se consideró esta acción como un fuerte rompimiento de protocolo entre las relaciones chino-estadounidenses, las cuales tuvieron su inicio en los años setentas. Trump buscó o aceptó el acercamiento con el gobierno de la isla, lo cual disgustó mucho a Beijing, al grado que originó movilizaciones navales disuasivas en el Estrecho de Taiwán. Hay que recordar que en este aspecto, China siempre ha considerado a Taiwán como parte de su territorio. También es preciso asentar que Taiwán es un comprador muy importante de armamento norteamericano, por lo tanto, es seguro que Trump lo ve como un cliente al que tiene que cuidar mucho.  Ya de por sí es difícil la situación entre China y Taiwán, pero lo que más lo ha deteriorado es la elección de la presidenta Tsai Ing-Wen, porque ella es una abierta combatiente del Principio de un sola China, ella ha cortado con lo que los anteriores gobiernos habían hecho hasta el momento. Sin embargo, la economía taiwanesa está íntimamente ligada con la economía china, a tal grado que un intento de buscar una independencia de la isla es prácticamente impensable. Y esto lo harían los mismos empresarios taiwaneses que tienen negocios ligados con China continental. Taiwán ha hecho muchas inversiones en su vecino de tal manera que la relación entre ambos es prácticamente simbiótica. Para verlo en una perspectiva más clara, diremos que alrededor del 60 por ciento de la economía taiwanesa está ligada a la economía china.

– Trump ha mostrado un abierto rechazo al desarrollo de China, ¿Apoya la independencia de Taiwán podría ser la cuña para debilitar a China? ¿Qué hay detrás de todo esto? 

-Sería muy arriesgado por parte de Estados Unidos respaldar un movimiento independentista de la isla y estoy seguro de que esto llevaría a ambos países a una guerra. China ha inculcado en toda su población el concepto de que Taiwán le pertenece, por lo cual la reacción del propio pueblo chino sería de un total apoyo a sus gobernantes. De hecho es algo que toda la población china lo consideraría como una reivindicación por todas las injurias sufridas por las potencias extranjeras durante la época colonialista. En caso de que esto sucediera, es decir, de que Taipei se aventurara en buscar la independencia, China reaccionaría bloqueando a la isla, con un cerco militar.

-¿Esta fricción entre el gobierno de Donald Trump y China, afectaría a México?

-Una guerra entre China y Estados Unidos, por supuesto que afectaría a México. Hay que recordar que China es la segunda economía más importante del mundo. México podría verse forzado, ya sea por presiones o cualquier otro motivo, a tomar partido entre este conflicto. México ha considerado que la cuestión taiwanesa es un asunto puramente interno y ha dejado en claro que ambas partes deben resolver sus disputas. México reconoce el Principio de Una sola China, eso significa que México reconoce que Taiwán es parte de la República Popular China. Asimismo se ha manifestado en que cualquiera que sea la forma de reunificación que se proponga para solucionar el conflicto, se respetarán sus decisiones.  Lo que se diga en estos momentos por el presidente electo o su equipo de transición, no necesariamente e va a transformar en políticas públicas. Basta sólo un ejemplo, Trump dice que impondrá tarifas compensatorias a los productos chinos, sólo hay que esperar la reacción que tendrá su propio pueblo, ya que hay una gran cantidad de productor que Estados Undios importa de China y estos se verían incrementado en un 35 por ciento. No hay ningún pueblo que tolere un incremento de esa magnitud de la noche a la mañana y sólo porque así lo quiere su gobierno. Por otra parte Europa está preocupada por su entorno político, tiene que resolver problemas tan graves como el de la migración, producto de las guerras que se han provocado en el Medio Oriente. También tiene el problema de las últimas naciones que se han integrado a su bloque.

-¿La simpatía de Trump hacia Rusia podría interpretarse como una forma crear un bando ruso estadounidense para combatir a China?

-La relación entre Rusia y China es sumamente estrecha tanto en el sentido político como económico, Beijing es el primer socio comercial de Rusia, además de un proveedor muy importante de energía. En caso de un rompimiento entre China y Rusia, este último estaría arriesgando mucho por nada, porque la relación que tiene con Estados Unidos es prácticamente nula y se ha agudizado esta situación a raíz de las sanciones que tanto la Unión Europea como Estados Unidos han impuesto a Rusia por el caso de Ucrania, esto ha mostrado las vulnerabilidades del Kremlin. Eso fue lo que orilló a Rusia a voltear hacia China. Rusia no haría ninguna acción hostil contra China porque depende mucho de la relación bilateral que tiene con Beijing.