Nora Rodríguez Aceves

Desde hace muchos años, el descontento social tiene una base: que una alta concentración del ingreso está en pocas manos y la poca solidaridad que hay dentro de la sociedad mexicana.

La clase política vive en una atmósfera y en un territorio muy alejado de la vida cotidiana pero impone sus decisiones desde arriba.

No obstante, hay un momento de ruptura en que se dice: esto ya no se aguanta, es cuando se rompe el pacto que mantiene una economía moral, donde los gobernados aguantan, aguantan, a los gobernantes.

Esperan un mínimo de retribución y de seguridad y cuando ese mínimo se revienta, no hay nada que obligue al subordinado a obedecer las reglas que le imponen desde arriba. Se producen expresiones de descontento y algunas de ellas, no lo sabemos, al menos, yo no lo sé, si son azuzadas desde grupos del propio gobierno para dar la impresión de caos y luego justificar medidas de gran fuerza para mantener la estabilidad o si son auténticos momentos de motín, explica Lorenzo Meyer, historiador y académico El Colegio de México.

Los motines de inicios del siglo XIX, los que acabaron con el mercado del Parián, al que incendian y roban, fueron azuzados por políticos de la época o fueron auténticos motines, todavía no alcanzó a ver si fue una auténtica expresión de vandalismo  o si detrás estaban grupos políticos que se disputaban la presidencia entre los liberales y los conservadores, entre los partidarios de Vicente Guerrero y sus enemigos.

Estamos otra vez en eso, no sabemos quién azuzó o si se azuzó a alguien o es la expresión del hartazgo. Sí veo que arriba roban cotidianamente, en serio y en grandes cantidades como el exgobernador Javier Duarte, ¿por qué cuando se rompe completamente el orden no voy a robar? ¿soy un idiota?, o yo sí observo las reglas del respeto a la propiedad ajena mientras Duarte se roba hasta las sillas de las oficinas del gobierno de Veracruz.

 

Descomposición social

Para el analista político, estas muestras de inconformidad son producto de la descomposición social, no la causan, esa ya existe y se reflejan en una economía que no crece, una inseguridad cotidiana que afecta a todos, el Estado no cumple con una de sus tareas básicas y primordiales. Desde la creación del poder político se supuso que la contraparte del “poder del príncipe” y ahora del presidente y del gobierno era dar seguridad, seguridad a la vida y a los bienes de los ciudadanos, pero no la dan.

El tipo de economía que tenemos de libre mercado, de neoliberalismo, lo que hace es una concentración fantástica de la riqueza. Gerardo Esquivel en su estudio Desigualdad extrema en México. Concentración del poder económico y político,  patrocinado por Oxfam-México, señala que cuatro familias controlan el  9% del PIB,  es lo que había en la época de la Colonia, el tipo de sociedad en donde muchos tienen muy poco y los pocos tienen mucho.

 

Las redes no son culpables

Las redes sociales no son las que causan las motines, son más bien una expresión del descontento. Con redes sociales y sin ellas en el México colonial los precios del maíz trajeron durante esa época una buena cantidad de manifestaciones, no muy distintas de las que hoy se dan con el gasolinazo, por eso el gobierno tenía las alhóndigas y trataba de aminorar el choque del alza cuando había malas cosechas, cuando el clima era malo.

En materia de política petrolera, la sociedad mexicana influyó muy poco en esa primera mitad del siglo XX, luego se desarrolló una política muy importante que traerá efectos decisivos en la economía y en la sociedad mexicana en los años 40, 50, 60, hasta el día de hoy, pero no hubo una participación activa de la sociedad, fueron decisiones de la cúpula.

Ahora se prepara la sociedad mexicana o está pensando que con el gasolinazo —como casi todo se mueve por derivados del petróleo en México— las alternativas son muy pocas, la hidroelectricidad es poca, la energía eólica es poca. Se afecta todo lo que se mueva o se comercialice, eso ya lo sabemos.

Desde la política porfirista de finales del siglo XIX y  principios del XX de dar todas las facilidades y cambiar las reglas de propiedad de los hidrocarburos en el subsuelo, Porfirio Díaz lo hizo para fomentar la inversión, como Peña Nieto dice que ha hecho, con la diferencia de que Díaz sí fomentó la inversión, surgieron empresas petroleras, El Águila, la Huasteca, son las principales.

 

La Revolución

En la Revolución se inicia el auge de la producción petrolera, Revolución y petróleo van de la mano. Cuando la producción empieza aumentar y ya el mercado interno le queda chico… viene el Constituyente de 1916 con una reforma que le da pie al gobierno para tener una base sólida y exigir más impuestos y le devuelve a la nación la propiedad original de los hidrocarburos, lo que choca con los intereses de las empresas extranjeras.

Surge un nuevo conflicto que tiene varias etapas entre los gobiernos de la Revolución y las empresas petroleras, la historia es larga. Aparentemente Carranza llega al límite de sus posibilidades; Obregón reintenta hacer efectiva la Constitución,  tiene sus problemas, llegan los Acuerdos de Bucareli; lo reintenta Plutarco Elías Calles, pero también se topa con pared después de algunos intentos.

 

Cárdenas y su éxito

Finalmente, en 1938 el presidente Lázaro Cárdenas logra que la expropiación sea un éxito, las condiciones externas le son favorables, se ve venir la Segunda Guerra Mundial. Cárdenas moviliza a una parte de la sociedad mexicana, la que está organizada, campesinos, obreros y una parte de esa clase media nacionalista, sectores que sienten ya como propia la política petrolera: se concreta el nacionalismo revolucionario.

Se formaliza un tipo de economía mexicana que está basada en la sustitución de importaciones. Se surte de petróleo y sus derivados al mercado interno con base en precios, no del mercado, sino subsidiados; el subsidio viene desde entonces, tiene como objeto, favorecer la industrialización de México.

En los años 50 y 60, hay presión norteamericana para volver admitir inversión extranjera. Miguel Alemán cede, pero luego se cierra esa puerta y los contratos, llamados de riesgo, que se firmaron en los 40 y principios de los 50, serán abrogados por el gobierno mexicano en años posteriores.

Se queda con un Pemex 100% mexicano, sintiéndolo propio el grueso de la población.

 

Corrupción petrolera

Pemex siempre tuvo problemas de corrupción, lo que pasa es que van in crescendo en los últimos años. La sociedad lo acepta no de buena manera, pero como parte de la normalidad, parte de la corrupción propia de un sistema político basado en un partido de Estado, en una presidencia sin límites, sin contrapesos. Alemán era un ejemplo de robo y de uso del poder público para beneficio personal clarísimo, pero sí había límites.

Ese Pemex estaba dedicado al mercado interno, se exportaba muy poquito, pero se importaba muy poquito. México era autosuficiente y se consolidó la idea de que el petróleo era para el mercado interno y nuestro país no debía de volver a jugar el papel de un gran exportador de petróleo, tenía que guardarse ese bien no renovable y estratégico para sus necesidades energéticas, para no surtir los mercados norteamericanos, europeos o de cualquier otro país.

El modelo tronó en los años 70. En 1982 se decidió, no por parte de la sociedad mexicana, sino otra vez de las cúpulas, hacer de nuevo a nuestro país un gran exportador de petróleo y es cuando nos metimos en el problema en el que ahora estamos.

A la hora de sacar millones de barriles al mercado internacional, hacer dependiente a la Secretaría de Hacienda de esos ingresos petroleros, de esa renta petrolera, de no ponerle freno a la corrupción en Pemex y dejar que las necesidades cotidianas se impusieran sobre el largo plazo, sobre la política de un proyecto nacional, sino el sobrevivir en el día a día y también se fue haciendo el país muy dependiente de la fluctuación de los precios del petróleo.

No se invirtió suficiente en Pemex, se tiene que importar la gasolina, cosa impensable en 1950 o 60, cuando se importaba un poco, pero se exportaba un poco y se compensaba. Al final de Echeverría no había tantas exportaciones pero con López-Portillo se abrió esa puerta.

Volvimos a la naturaleza original de la industria petrolera, una industria dependiente del mercado internacional y en esas estamos ahora. En el proceso se tuvo que quitar el énfasis en que Pemex era la concreción del nacionalismo mexicano para empezar una buena campaña de propaganda diciendo, no, no hay que verlo así, ese nacionalismo ya es obsoleto, estamos en una nueva etapa. Hay que invitar al mundo externo a perfore en las aguas profundas y sacar “el tesorito”, como se decía en la época de Felipe Calderón.

En las reformas estructurales actuales donde se invita a que vengan otra vez, vamos a compartir nuestra renta  petrolera con los capitales externos, ellos tienen la tecnología, la capacidad, el mercado para extraer, refinar y vender el petróleo, aquí y afuera.

Cuando se agoten las reservas, eso ya es problema de, quién sabe quién, es casi metafísica. El problema es resolver la supervivencia del sistema y de la economía y si hay que vender petróleo hay que venderlo, pero no está saliendo como planearon.

El nacionalismo mexicano perdió una de sus anclas, no tiene sustituto, Carlos Salinas no metió el petróleo en el Tratado de Libre Comercio, se moderó, pero con Peña Nieto, el Pacto por México y las reformas estructurales se abrió al capital a las propuestas extranjeras. La promesa era que se perdía esa parte del nacionalismo revolucionario, que ya era obsoleta, que la economía crecería mucho, que vendrían grandes capitales europeos y norteamericanos, se crearía una industria petrolera fantástica y la economía y los mexicanos prosperarían. México sería otro, no es el caso, la promesa resultó ¡falsa!.

Pemex está en retirada, cada vez sirve menos, la inversión externa en petróleo no llega, la economía sigue con un crecimiento mediocre ¿cuál es el proyecto nacional? sí lo hubo en el pasado ¿qué lo ha sustituido?, nada.

Lo más probable es la historia no solo de México sino del mundo, que estos momentos de desfogue pasen, la sociedad no puede estar en motín todo el tiempo, lo que sí queda, es una deslegitimidad de fondo del gobierno y del régimen.

Hay que hacer un intento de entender, de explicar. Con la explicación se puede empezar actuar de una manera más racional, así podemos concluir, ahorita nadie está a cargo del proceso nacional, ocurre lo que vaya a ocurrir sin que nadie realmente sea el responsable de haberlo pensado, puesto en práctica y llevado a buen fin.