Sin divisiones mezquinas

Alfredo Ríos Camarena

Cuando se publiquen estas líneas ya habrá tomado posesión como presidente de Estados Unidos Donald Trump, cuyas absurdas y contradictorias declaraciones y actos ponen en riesgo la estabilidad mundial y el desarrollo económico de nuestro tiempo.

Entre sus prioridades xenofóbicas está el ataque indiscriminado a México, la amenaza de la construcción de un muro en nuestra frontera, la deportación de millones de migrantes y la modificación del TLCAN. Por supuesto, somos el eslabón más débil de la cadena de sus amenazas; no le será fácil la confrontación con China, con Corea del Norte o con la Unión Europea, en cambio, no tendrá problema para poner las primeras piedras de su muro de ignominia, o para tratar de sojuzgar la soberanía mexicana.

Sin embargo, se olvida este histriónico y siniestro personaje que México tiene una historia, en la que su pueblo —más allá de los gobiernos— ha sido capaz de resistir todas las infamias, desde la Guerra de Intervención, la mutilación de su territorio, confrontaciones sangrientas en el interior, guerras y epidemias; los mexicanos somos herederos de los dos más grandes Imperios de su tiempo, el español y el azteca, y hemos podido resistir y definir nuestro propio camino por encima de todas las vicisitudes.

Afirman algunos teóricos que, de acuerdo con la Teoría de Juegos, México puede resistir enfrentándose con posiciones irreductibles. Es verdad, quizá sea más objetivo el método dialéctico que establece que, para llegar a una síntesis, se requiere la unión de los contrarios y, en este caso, es claro que en el interior del imperio norteamericano existen las más grandes contradicciones de su historia, más de la mitad de la población —por diferentes razones— repudia al presidente republicano; las grandes empresas, los medios de comunicación, los diferentes grupos étnicos, el propio Partido Demócrata, una gran cantidad de legisladores de ambas Cámaras, así como los alcaldes de los enormes núcleos urbanos como Nueva York o Los Ángeles no aceptan las grotescas aptitudes de este millonario, metido a político, que cree que es lo mismo el manejo de una empresa que la conducción de un Estado.

No estamos solos, prácticamente el mundo entero no acepta las locuras del nuevo presidente; por eso, el pueblo de México va a transitar, con muchas dificultades y dolores sociales, pero con un éxito que la historia no le puede negar.

Ni de rodillas ni con genuflexiones sumisas debemos actuar, nuestra divisa debe ser la dignidad, el patriotismo, la soberanía y la claridad de que el tiempo y la historia están de nuestra parte.

No importa lo que diga o lo que haga a partir de este 23 de enero; lo que debemos buscar en lo interior es la unidad por encima de divisiones mezquinas; que no nos afecten los intereses de los partidos, ni de la sucesión presidencial, porque la nación es mucho más que eso y los mexicanos debemos estar conscientes de nuestro tiempo y de nuestra actitud.

Podemos vivir sin TLCAN, podemos aceptar a los migrantes que nos deporten, podemos soportar la construcción del muro de la ignominia; pero lo que no podemos es permanecer estáticos en la cobardía y en el miedo. Los empresarios nacionalistas, los políticos que aman a México, las grandes masas populares que tienen en su conciencia colectiva nuestra historia, no pueden, ni podrán, ser derrotados. Por encima de todo, México tiene grandeza y destino.

rios