Ricardo Muñoz Munguía

Una nueva, y terrible, era parece inminente que se avecina. Hace días un alumno en Monterrey disparó contra tres compañeros y su maestra, algo que, desde que nos enteramos, y en varios momentos después, suena tal noticia como de otro país, Estados Unidos, quizá, pero no de México. Me enteré del acontecimiento por unos adolescentes que veían el video en su teléfono; escenas muy impactantes, como impactante fue que en el rostro de ellos no había ningún asomo de pena. En charla con gente que rebasamos los cuarenta, a todos nos afecta las imágenes pero a los jóvenes nada, ¡nada! Muchos son los factores de lo “natural” que parecen estos hechos para los jóvenes, y uno de ellos es la gigantesca cantidad de juegos de video con extrema violencia, y lo comprobé antes de finalizar el año, al ir a una tienda de videojuegos, en la que se ofrece casi el cien por ciento de juegos con tremenda violencia…, ¿cómo sorprendernos entonces que los adolescentes, sobre todo ellos, estén tan familiarizados con todo este panorama de muerte, de grotesca muerte?

Dos circunstancias, principalmente, inquietan de forma abrumadora: una, los disparos en Playa del Carmen a inicio de enero y todo lo que imaginamos que viene atrás de ello, que no es otra cosa que el enterarnos que todo México está infectado del cáncer del crimen organizado. Otra, ver, y sentir, que los muchos jóvenes están separados, ensimismados y dispuestos a ser, y hacer, una realidad de sangre. Por eso bien se ha dicho que estamos en una era donde cualquier pelea será capturada en video pero no habrá nadie para detener o separar un pleito.

¿Qué sigue…?, ¿a dónde va el país…?; ¿cómo enfrentar la nueva era…?, pues nomás veamos al encargado de la educación escolar en el país… Y, por otro lado, la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, con su racismo directo, además que es ofensivo y amenazante contra México y nosotros con un presidente ignorante, torpe y cobarde.

Permítaseme en esta ocasión no atender los libros o los aspectos culturales que acostumbro, pues lo que sucede, la nueva era, me rebasa, es una preocupación que avanza ya a grandes pasos y no sólo no se detiene o disminuye, aunque sea poco, sino que no se le ve que tenga vuelta, no hay final que se pueda ver de esta terrible época de odio, violencia y miseria humana.