Nueva era político económica
Gerardo Yong
La historia ha comprobado que todo cambio en las tendencias políticas debe inducir a un estudio adecuado para afrontar sus posibles consecuencias. En el caso de China, el triunfo de Mao Tse Tung hizo que el general Chiang Kai Shek y sus adeptos se refugiaran en la isla de Taiwán, creando una división que persiste hasta nuestros días. Se dice que este menospreció la fuerza y carisma de Mao y el resultado fue la creación de la República Popular China en 1949.
Tras la victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos, la principal potencia del mundo, no solo se prevén cambios radicales, sino estructurales en la geopolítica mundial, se advierte el inicio de una nueva era político económica a la que México y el mundo deben saber cómo reaccionar e incluso adaptarse.
Este viernes, el magnate inmobiliario asumió el poder tras haber participado en una carrera electoral en la que francamente nadie apostaba un ápice por su falta de experiencia política y, para muchos, por mostrar una tozudez poco ortodoxa en un circuito electoral.
EU: un país dividido
De acuerdo con la investigadora del Centro de Investigaciones Superiores de América del Norte (CISAN), Marina Valle, la toma de poder de Trump es el reflejo de un país dividido, donde se han confrontado valores y acceso a diferentes públicos. Trump llegó a la presidencia de manera muy hábil y usando como chivos expiatorios a grupos minoritarios, a quienes culpó de los males que aquejaban a los sectores afectados por la crisis.
“Todavía nadie se recupera de la inaudita victoria de Trump, ni siquiera de que haya sido elegido por el Partido Republicano, incluso pese a que haya recibido el rechazo de gran parte de sus representantes. Por varias razones no solo este proceso electoral sino su victoria ha puesto en vilo no solo a Estados Unidos, sino a los países vecinos y el resto del mundo, comentó. “Trump podría tomar ciertas medidas para reducir el vínculo interpersonal y comercial de México con Estados Unidos.
Podría incrementar la cantidad de deportaciones diarias, que, dicho sea de paso, fueron muy numerosas durante la administración Obama, y también podría cobrar mayores impuestos a las remesas. También podría disuadir a los interesados en cruzar la frontera de México a no hacerlo. Sin embargo es improbable que el vínculo tan estrecho que se ha construido entre ambas naciones durante décadas se vea perjudicado de manera drástica”.
México, el enemigo acérrimo
Ante este panorama de incertidumbre por la llegada al poder de un presidente que ha roto con la línea política tradicional que se conocía de Estados Unidos, cabe preguntarse, entonces, cómo responder a este desafío de un mandatario que ha invertido en política, pero nunca había participado de manera activa, hasta ahora. Desde que inició su campaña electoral, Trump ha señalado específicamente a México más como un enemigo que como un socio o aliado. Puso el dedo en la llaga cuando dijo que eliminaría el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o al menos lo renegociaría, que para el caso resultaría en una brutal afectación de la relación bilateral comercial.
Según Arnulfo R. Gómez, catedrático de la Universidad Anáhuac, Trump ha visualizado claramente que los escasos beneficios logrados por México a través del TLCAN se debieron a la presencia de empresas extranjeras que se desplazaron a territorio nacional.
“Los escasos beneficios logrados han sido originados por la presencia de empresas extranjeras radicadas en México, principalmente norteamericanas que exportan a ese mercado, de tal manera que el dinamismo logrado en nuestras exportaciones es resultado de esa presencia y no de un programa nacional de desarrollo ni de una política de comercio exterior con una estrategia mexicana, afirmó.
“Los embates de Trump obligan a definir una estrategia que se inscriba en un programa nacional de desarrollo, con políticas pública realistas, y abandonando la improvisación y el esquema de simulación que ha caracterizado nuestra política de comercio exterior en los 25 años más recientes”.
Un enroque de última hora
A escasas dos semanas de que Trump asumiera la presidencia, el gobierno mexicano hizo algunos cambios en el gabinete que parecían reaccionar a las expectativas del futuro gobierno estadounidense. Claudia Ruiz Massieu fue sustituida al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) por Luis Videgaray, exsecretario de Hacienda y a quien se le atribuye haber negociado la polémica visita de Trump, en la fase final de su campaña electoral. El gobierno mexicano coloca un alfil que podría interactuar con el gobierno vecino en un esquema de mayor familiaridad.
En opinión del experto, quien además fue consejero comercial para Quebec y las Provincias Marítimas de Canadá durante las negociaciones del TLCAN, “Videgaray debe aprovechar las fortalezas de México para evitar que Estados Unidos se imponga, debe actuar de tal manera que la relación con ese país sea una verdadera negociación basada en una estrategia nacional y que se complemente con una política regional”, comentó.
“Se trataría de hacer notar que el TLCAN es el bloque económico que más participación ha perdido en la generación de riqueza, en la exportación y en captación de inversión directa mundial, y que el continente que más ha ganado y que verdaderamente ha dañado a Estados Unidos y a México es Asia, pues el trabajo manufacturero que han perdido ambos se ha trasladado a ese continente”.
¿Quiénes son los más adecuados?
Los cambios en el gabinete han reflejado que el gobierno mexicano tiene que prepararse y analizar bien la tendencia que deberá sostener ante el nuevo gobierno estadounidense que mantiene expectante al mundo ante la línea política y comercial que pueda adoptar en todas las regiones donde Estados Unidos ha tenido una influencia hegemónica. Sin embargo, plantea también el problema sobre quién o quiénes deberían ser los políticos o empresarios más adecuados para servir de contraparte a nuestros vecinos.
En este aspecto, Arnulfo R. Gómez comenta nuevamente que “deberían ser personas que conozcan la realidad mexicana, la estructura de la planta productiva nacional, la estructura de su oferta exportable, su nivel de competitividad así como la operación real del comercio internacional pero, sobre todo, la operación real del comercio exterior mexicano para que no pase lo acontecido en los últimos 25 años en que ha prevalecido el dogmatismo, la improvisación y la simulación en el diseño de nuestra política de fomento, de comercio exterior y en la promoción de las exportaciones y la inversión extranjera directa, debido a que la mayor parte de ellos son teóricos e improvisados burócratas habilitados como expertos en comercio internacional.
Deben ser personas que no estén incrustadas en la burocracia del comercio exterior como los que han estado en ella los últimos 25 años. En el caso de los empresarios, deben ser personas que estén involucrados con los procesos productivos y no como se hizo con los empresarios “que negociaron” malamente el TPP, algunos de ellos importadores que poco les importa la planta productiva y, por tanto, importadores que se prestaron a promover la importación de los bienes que comercian, concretó.