Aunque se arrepienta, el daño está hecho

Humberto Musacchio

Como parte de su política proteccionista, Donald Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica,  más conocido por la sigla TPP, un tratado que los representantes del gobierno mexicano negociaron en lo oscurito, a escondidas, con la obvia intención de no informar a la ciudadanía sobre los alcances de dicho instrumento, que favorecería a las empresas exportadoras —muchas de ellas de matriz extranjera— al mantener un modelo empobrecedor de las mayorías.

Las discusiones del TPP se llevaron a cabo en secreto y durante siete años entre Estados Unidos y once países más: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y, por supuesto, México. Esa docena de naciones representan  dos quintas partes de la economía mundial y sus defensores argüían que sería un paso en la integración mundial mediante el libre comercio.

Durante las negociaciones llevó la batuta la representación estadounidense, pues había un interés particular del presidente Barack Obama, quien veía en la culminación del TPP el mayor éxito de su política económica. Durante las pláticas, la delegación de Estados Unidos dejó en claro que se trataba de un instrumento multilateral en el que por ningún motivo debía participar China, lo que dejaba a los países más débiles, como México, a merced de Washington y sus políticas.

Por supuesto, la cancelación unilateral del TPP y la prometida renegociación o rompimiento del TLCAN forman parte del proyecto proteccionista y xenófobo que Trump ha venido pregonando. “Debemos proteger nuestras fronteras de otros países que fabrican nuestros productos, roban a nuestras empresas y destruyen nuestros empleos”, ha dicho repetidamente y en todos los tonos el hombre de la pelambre rubia. Lo cierto es que enclaves industriales como Detroit han caído en bancarrota por  el traslado de las fábricas a países que ofrecen mano de obra más barata y otras condiciones favorables. Sí, pero…

Lo que omite Donald Trump es que una característica inherente al imperialismo es la capacidad exportadora de bienes y servicios a cambio de la importación de materias primas y productos agrícolas, muchas veces producidos por empresas de matriz estadounidense, lo que invariablemente ha favorecido a Estados Unidos en los términos de intercambio.

México va a sufrir más de un quebranto por la medida del presidente gringo, pero a mediano plazo le habrá hecho un gran favor al liberarlo de la apabullante dependencia del mercado estadounidense. Trump va a tener tiempo de arrepentirse, pero el daño estará hecho.

Twitter Revista Siempre