Entrevista con Josefina Zoraida Vázquez y Vera/Historiadora del Colmex

Armando Reyes Vigueras

El centenario de la Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos da la oportunidad de revisar la historia de nuestro país para conocer la manera en que se redactaron tanto la Carta Magna que está en vigor como la anterior de 1857. En los hechos, existen coincidencias respecto a los contextos en los que surgió el texto que enmarca jurídicamente lo que somos como nación.

Esto es particularmente interesante en el marco de la actual relación con Estados Unidos. México ha atravesado por distintas crisis desde su nacimiento como nación. El siglo XIX fue prolífico en las mismas, lo que provocó tanto guerras civiles como invasiones armadas. El texto constitucional de 1917 surge luego de un movimiento armado.

Sin un centavo y divididos

Siempre! entrevistó a la doctora Josefina Zoraida Vázquez y Vera, historiadora del Colegio de México, para conocer la época en la que se le dio vida al texto constitucional que nos rige. Estudiosa de la complicada relación entre México y Estados Unidos que ha plasmado en obras como ​Tratados de México: soberanía y territorio, 1821-1910 y México al tiempo de su guerra con Estados Unidos, 1846-1848, la académica comentó que hay alguna semejanza entre los momentos que se vivían en nuestro país previo a los inicios de la redacción de los textos constitucionales, aunque la comparación es difícil.

Josefina Zoraida Vázquez y Vera, imagen cortesía Revelando México.

En el siglo XIX, México venía de una guerra en contra de Estados Unidos y en el XX había tenido lugar la Revolución Mexicana. En la primera oportunidad, “México estaba sin un centavo, divididos los partidos como suelen hacerlo los congresos que miran por sus propios intereses. Realmente era una situación muy desagradable, con amenazas externas como la que representaba Estados Unidos y la de España mediante una conspiración para restaurar una monarquía en el país”.

En 1914, Estados Unidos invadió el puerto de Veracruz, como respuesta a una ofensa que según argumentó había ocurrido en abril de ese mismo año en Tampico, aunque esa acción ayudó a que un cargamento de armas no llegara a las manos del ejército de Victoriano Huerta, lo que ayudó a la lucha que encabezaba Venustiano Carranza.

Nuestra entrevistada recuerda que en 1846, con motivo de la invasión estadunidense, no se dio la unidad entre los mexicanos, “fue una época muy negra” con la dolorosa pérdida del territorio nacional, y añadió: “después de la Revolución, y poco antes de que Estados Unidos entrara en esa ‘buena voluntad’ de los vecinos de parar las armas que iban para Victoriano Huerta, lo que en realidad era una intervención en nuestro territorio, pero no fue tan grave como la de 1846 aunque sí representó un momento difícil en el que se trataba de cerrar la lucha y reconstruir el país”.

Vázquez y Vera reconoce que es difícil juzgar ambos periodos a pesar de las coincidencias existentes, ya que “fueron épocas muy complejas”, en las que los esfuerzos para estabilizar el país se dieron de manera irregular por la existencia de revueltas armadas, las cuales terminaron hasta después de que se promulgó la Constitución de 1917.

Para la historiadora por el Colegio de México, una de las lecciones que se deben recordar de esa época es que, si se repite un escenario en el cual los partidos y gobernadores solo velen por sus intereses, se podría sufrir nuevamente una derrota, aunque ahora en otro ámbito, pues descarta una intervención militar.

México en el siglo XIX era una nación con poco más de 6 millones de habitantes, sin dinero para que su gobierno funcionara, con deudas con naciones como Francia y Gran Bretaña, las cuales también buscaban aprovechar el momento de debilidad del país —“Francia nos dio mucha lata también”, refiere nuestra entrevistada—, y en la parte final de ese siglo se emprendió una serie de esfuerzos para erradicar la corrupción de la vida pública, algo que se debería repetir, en opinión de la investigadora.

“Por eso el contraste de Juárez, que siempre vestía de negro, con Santa Anna que portaba su uniforme lleno de medallas, a quien le gustaba el boato y los halagos”, señala.

En 1917, México tenía poco más de 14 millones de habitantes cuando en 1910, de acuerdo con datos del censo de población que se llevó a cabo, nuestra nación contaba con 15.1 millones de personas en su territorio. La economía nacional era inestable y la región norte y centro eran las más desarrolladas, en contraste con el sur atrasado.

“Llama la atención que en el pasado no hubo esa unidad, incluso en el grupo gobernante, en condiciones terribles. Lo más importante es tomar en consideración esto para darnos cuenta de los errores cometidos”, concluyó la investigadora del Colmex.

Génesis de la Constitución

Las dos últimas cartas magnas que ha tenido el país, la de 1857 y la de 1917, se redactaron luego de conflictos armados. El escenario político del país respondía a una realidad en la que la nación había atravesado por movimientos que motivaron cambios en los ámbitos político y social.

En la Historia de la Constitución de 1917, Félix F. Palavicini —quien fuera secretario del Partido Antirreeleccionista con Francisco I. Madero— comenta que “las leyes que no responden a necesidades sociales son inaplicables o, en otra forma, para que la ley perdure, es preciso que responda a determinadas exigencias sociales. El defecto de nuestras leyes constitutivas ha sido que, elevadas muy alto sobre el nivel de nuestras tristes realidades, que, puestas por encima de las posibilidades humanas de nuestra raza, figuran como un bello código muy distante de la realidad, como un hermoso cielo salpicado de estrellas, pero que permanecen demasiado altas para servir de guía, para iluminar el sendero por el que debemos marchar”.

La obra escrita por Palavicini es una interesante referencia acerca del proceso que se siguió para llegar a la redacción definitiva de la Constitución de 1917. Una de las ideas que reconoce el autor en su texto es la opinión que se tenía acerca de la Carta Magna anterior: “la Constitución de1857, aparte de su primer capítulo que contiene los derechos del ciudadano, principios comunes a todos los pueblos y conquistas de la civilización universal, no trajo ninguna innovación ni realizó ningún triunfo, ni resolvió problema alguno; fue el producto de la mayoría constituyente, que era conciliadora; fue el éxito de los moderados”.

El propio Palavicini recuerda algunas de las palabras que Venustiano Carranza dirigió a los legisladores del Congreso Constituyente al presentar el proyecto de Carta Magna: “No podré deciros que el proyecto que os presento sea una obra perfecta, ya que ninguna que sea hija de la inteligencia humana puede aspirar a tanto; pero creedme, señores diputados, que las reformas que propongo son hijas de una convicción sincera, son el fruto de mi personal experiencia y la expresión de mis deseos hondos y vehementes por que el pueblo mexicano alcance el goce de todas las libertades, la ilustración y progreso que le den lustre y respeto en el extranjero, y paz y bienestar en todos los asuntos domésticos”.

Las más de 1400 páginas de la obra de Palavicini son una crónica completa que enseña la manera en que se dieron los debates para aprobar todos los artículos que contenía la Carta Magna de 1917, incluyendo detalles curiosos como los argumentos que presentaban los legisladores hasta por la prohibición de fumar en el recinto del Congreso.

Las palabras que pronunció el diputado Hilario Medina reflejan el espíritu que se le quiso dar al marco legal aprobado, “la Constitución política que se acaba de protestar solemnemente en estos momentos, seguramente que va a demostrar al pueblo mexicano que no fueron una mentira las palabras que se grabaron en el glorioso Plan de Guadalupe; que no fueron una mentira las palabras que el pPrimer Jefe lanzaba a los cuatro vientos de la nación; que ya el pueblo mexicano podía tener confianza en sus supremos destinos, porque ya venía laborándose poco a poco la obra a que hoy se ha dado término y que, por lo tanto, ya podía otra vez recobrar la confianza y lanzarse y seguir hacia la conquiste del lugar que indudablemente le tiene reservado el destino”.

Para finalizar, conviene recordar las palabras de algunos de quienes estuvieron involucrados en la redacción de las Constituciones de 1857 y de 1917, acerca de que dichas cartas magnas son “el vínculo de unión entre los mexicanos”. Conviene recordarlo hoy, cuando se cumplen cien años de la Constitución vigente y la promulgación de la primera Constitución para la Ciudad de México.


Marcelino Dávalos, poeta, compuso un corrido a propósito de la Constitución que fue aprobada en 1917. Él mismo lo presentó cantando y acompañado de su guitarra, aquí algunas estrofas:

Ya Venustiano Carranza

tiene su Constituyente

pa enderezarle las leyes

que les va a dar a la gente.

Ándale chata y nos vamos

ponte tus choclos morados;

vamos al tiatro “Iturbide”

verás a los Diputados,

que hablan, se insultan y gritan;

bajan y suben pa arriba

y el que traga más pinole

es quien tiene más saliva

Y aunque todos se enfullinan

y hablan de Constitución

ni son todos los que están

ni están todos los que son.

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