Nuestro desafío y nuestro remedio
José Elías Romero Apis
Parafraseando a Max Stirner y a José Ortega y Gasset, podríamos decir que, en la vida política y en la vida común, se hacen muchos amigos de “a mentiras” y muchos enemigos de “a de veras”. Me estoy refiriendo al más famoso libro de Stirner, El único y su propiedad, así como a la más famosa frase de Ortega, “yo soy yo y mi circunstancia”.
Nada más veamos a México que ha tenido como un buen vecino a Estados Unidos. Fuertes socios comerciales, turísticos y de muchos temas gubernamentales y no gubernamentales. Ellos son el pueblo que más productos nos compra, el que más veces nos visita y el que más empleos nos ofrece. A su vez, nosotros somos quienes más les compramos a ellos y quienes más los visitamos. El comercio y el turismo son factores insustituibles de entendimiento y hasta de comprensión.
Pero hoy, ambos se encuentran en el camino a la separación por voluntad de un solo hombre que no quiere que comerciemos ni que nos visitemos ni que nos comuniquemos ni que nos entendamos.
Ya Canadá dio claras señales de que prefiere la amistad de ellos que la nuestra. Lo mismo sucederá con otros satélites estadounidenses, comenzando por Inglaterra. Y seguirá pasando con muchos otros países que prefieren la amistad del país rico que del país pobre.
En muchas partes del globo, cuando piensan en América Latina piensan en nuestra azúcar, en nuestro tabaco y en nuestro ron. Pero nunca piensan en nuestro presidencialismo, en nuestro federalismo o en nuestro liberalismo. Por el hecho de que no tenemos tanto dinero ni tantas fábricas ni tantas armas, muchos pueblos se han olvidado de que muchas de la virtudes, muchos de los valores y muchas de las hazañas las han tenido que aprender en español.
En fin, hoy su presidente nos está invitando a ser amigos de sus no amigos. De sus adversarios comerciales, financieros o políticos. De China, de Rusia y de los países árabes. En realidad, México puede vender mucho porque tiene alta calidad, tiene buen precio y tiene una de las redes más amplias de tratados comerciales con casi todo el mundo.
Lo importante es no asustarse. En política los únicos tontos son los tontos cobardes. Aquellos que de todo se asustan pero, además, que reaccionan de manera que empeoran lo que los asustó.
Porque siempre ha habido problemas graves en la nación, pero existieron las voluntades para resolverlos. Cuando la política va bien todos nuestros problemas tienen solución, pero cuando la política va mal hasta lo que hoy está sano puede enfermar mañana.
De allí mis recuerdos sobre Ortega y nuestras circunstancias. Pero también sobre Stirner y la unicidad de nuestro desafío o de nuestro remedio.
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