Miguel Ángel Muñoz
L’1%, c’est moi es la primera exposición individual de la artista estadunidense Andrea Fraser (Montana, USA, 1965) en México —ya se había presentado a mediados de 2016 en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, (MACBA), y reúne una selección de obras producidas a lo largo de más de treinta años de actividad crítica en el campo del arte, desde la performance hasta la instalación, los trabajos textuales o la documentación. La muestra se exhibe en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), y cuenta con la curaduría de Hiuwai Chu.
Fraser es una de las artistas más “teóricas” y en muchos momentos más crítica de la sociedad actual. Su obra existe en un discurso estético que se ocupa no sólo de la experiencia personal, sino de teorías conceptuales contemporáneas. En una conversación realizada por Hiuwai Chu con la artista, que se publica en el catálogo de la muestra, Fraser nos revela, no sólo su discurso estético, sino también sus posturas políticas y culturales. Su trabajo, impregnado de inteligencia y crítica, reta al espectador a reflexionar —al igual que lo es la obra del catalán Francesc Torres, uno de los artistas conceptuales más políticos— acerca de estas diversas perspectivas y también desde nuestra condición de participantes en el campo del arte. “La evolución de la obra de un pintor es un viaje en el tiempo hacia la claridad… Alcanzar la claridad es sencillamente ser comprendido”, confió Mark Rothko en un momento a Elaine de Kooning. En efecto, el arte es el modo de reflexión del artista, la obra su autobiografía. Al descubrir la trayectoria de Fraser con ojos deslumbrados, vemos una obra ascética de elocuente sentido de solemnidad que neutraliza los riesgos de una obra sin referentes, de un inocuo formalismo de escuela y dogmático además. Sea como quiera, la obra de arte grande propone un universo formal que pronto se distancia de su artífice e incluso de las vivencias que condicionan su origen.
Fraser se ha distinguido por sus intervenciones en el campo de lo que se entiende por “crítica institucional”, centrada en las condiciones de producción y consumo del arte, sobre cuyos circuitos, mecanismos y estructuras jerárquicas reflexiona a partir siempre de situaciones específicas. “¿Resistentes a qué? Uno siempre ha de preguntar. Hemos rechazado —dice Fraser en respuesta a Chu— el esteticismo, el arte por el arte, y ahora tenemos la resistencia por la resistencia. Yo creo en la reflexión por la reflexión, entendida como una reflexividad crítica o autoanálisis. Pero cuando se trata de imaginar una acción política, uno tiene que dejar muy clara cuál es su postura frente a las relaciones de poder”.
En su obra polifacética, atravesada por las influencias del psicoanálisis —como lo muestran sus obras La más destacada del museo, 2008; Bienvenido Oficial, 2001-2002; Proyección, 2008, etcétera—, el feminismo y la antropología cultural, Fraser explora radicalmente —sirviéndose del humor y de unas extraordinarias dotes histriónicas— “las limitaciones discursivas del trabajo artístico”. Ligado a la práctica de la crítica institucional, el núcleo central del trabajo de Fraser es un análisis crítico del mundo del arte. El arte debe funcionar tanto en el museo como en la sala… internándose en la arquitectura, en el urbanismo o en la propia casa, y el arte de Fraser funciona, no sólo arte, sino como un proceso histórico interminable de crítica. Su discurso artístico se halla asimismo influido por la sociología reflexiva y la teoría de los campos sociales del sociólogo francés Pierre Bourdieu. “Además del are —dice Fraser— feminista y de las teorías del cine, el psicoanálisis también se convirtió en una parte central de mi trabajo”. Desde esa perspectiva las instituciones no sólo se entienden como organizaciones concretas, como puedan ser los museos, sino como campos de acción constante —el mundo del arte, por ejemplo— que abarcan una diversidad de estructuras sociales. Esto le llevó a la artista años precisar y décadas dominar y entender por entero, como lo muestra su obra Reportando desde Sau Paulo, yo soy de Estados Unidos, 1998.
Una de sus obras más impactantes es el performances Untitled (2003), presente en la retrospectiva. A través de su marchante, Fraser contactó con un coleccionista dispuesto a pagar veinte mil dólares por la primera copia del video en que él mismo y la artista iban a ser grabados en la habitación de un hotel manteniendo relaciones sexuales. Le llovieron las críticas, algunas muy agrias. Preguntada sobre el efecto que tuvieron en ella, responde: “El arte existe dentro de ciertas estructuras sociales y psicológicas que van más allá de la intención individual y que, simplemente, son imposibles de controlar. Con todo, creo que los artistas somos responsables de todas las respuestas que la obra engendra”.
Ella es la primera en admitir que, por grande que sea el potencial crítico de una determinada actitud, éste termina desgastándose en la medida en que “las prácticas artísticas, incluidas las llamadas prácticas críticas, siempre van a ser institucionalizadas”. En este sentido, la obra de Andrea Fraser no sólo es “una artista institucional”, sino que su obra es un más allá del arte contemporáneo…
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