Los 100 días de Trump

Carlos Alberto Pérez Cuevas

Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en

nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos. Buda

Se ha convertido en una tradición que los gobiernos democráticos den una muestra y sean evaluados sobre sus principales planes y acciones en los primeros 100 días de gobierno.

Por ello, los gobernantes —un presidente municipal, gobernador e incluso los presidentes de naciones— se esmeran en mostrar lo mejor de sus gobiernos en estos primeros días, los mejores planes, las acciones más vistosas, las decisiones que hagan sentir a la ciudadanía que votaron y tienen el mejor de los gobiernos.

A todos nos queda claro que en este lapso tan corto no puede evaluarse y medirse en su totalidad un gobierno, por pequeño que sea. Sin embargo, un poco más de tres meses sirven para delinear las características principales de la forma de gobernar y administrar, es decir, que es tiempo suficiente para imprimir el sello de la casa.

Y eso es lo que ha pasado en el gobierno norteamericano de Donald Trump. Los 100 primeros días de gobierno han servido para darnos cuenta de las capacidades y habilidades de este personaje para llevar las riendas y destinos de la nación más poderosa del mundo.

Ha sido tiempo suficiente para darnos cuenta de que entre el decir y el actuar existe una enorme brecha. Y que los dimes, diretes y afrentas que generó Trump por todo el orbe lo han rebasado y exhibido como un improvisado, berrinchudo líder y gobernante.

Por más exitoso que se logre ser en algunos campos de la vida, como es el caso de Trump en los negocios, que lo catapultaron como uno de los empresarios más exitosos, indistintamente de que se compartan o no sus métodos, el auge y crecimiento de sus negocios y empresas es exponencial.

Pero gobernar una nación no es dirigir un consejo de administración ni pensar solo en números y estadísticas. Gobernar tiene que ver con toma de decisiones estratégicas que afectan o benefician a millones de personas. Con entes de poder y gobierno integrados en otras fuerzas políticas y gubernamentales que no están subordinadas al interés del presidente de la nación.

En sus empresas Donald Trump puede correr a las personas que no piensen como él y a las que no se sometan a sus caprichos. En el gobierno no puede imponerse, no doblegar con órdenes a los jueces y legisladores, pues no son sus empleados, no tiene las facultades para hacerlo. Ha tenido que probar lo amargo de la determinación de instituciones y poderes que actúan bajo los principios de las instituciones democráticas consolidadas.

Los reveses que Trump ha recibido lo han obligado a desconocer este periodo de 100 días de arranque, ha quedado exhibido y vapuleado. Incluso ha reconocido que no imaginaba lo difícil que era gobernar. Ha pasado este periodo de tiempo sin pena ni gloria para Trump.

@perezcuevasmx

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