Ana García Bergua/Autora de Fuego 20

Eve Gil

La más reciente novela de Ana García Bergua, Fuego 20, toca un asunto que ha quedado sepultado entre cientos de novelas, crónicas y reportajes sobre el 2 de octubre del 68 y el 19 de septiembre de 1985: el incendio que devastó la Cineteca Nacional el 24 de marzo de 1982… pero como es habitual en esta autora imaginativa, dueña de un sentido del humor escaso en la reciente literatura mexicana, parte de este suceso para crear una historia donde cohabitan fantasmas, poseídos, políticos corruptos, pervertidos, entre otros personajes en verdad geniales.

La espina se me quedó clavada

Pregunto a Ana por qué prácticamente todas sus novelas están ambientadas en otras épocas (ha abordado las décadas de los 20, 30, 40. 50, 60, 70 y ahora los 80)

“Trato de entender algo que se podría llamar el espíritu de la época, las formas de vivir y entender el mundo que van cambiando a lo largo de la historia, a través de la representación. Siempre me interesó indagar cambios en la vida cotidiana, especialmente en lo que atañe a las mujeres y nuestra manera de adaptarnos a ellos y aprovecharlos. Por supuesto me interesan las razones sociológicas o políticas de estos cambios, pero más que nada la manera en que los vive la gente común”.

La historia novelada del incendio.

“Por otra parte, siento que cada historia —dice— pide una época, es decir, que si se cuenta en determinado momento se puede desarrollar o entender mejor, eso me pasó especialmente en Rosas negras, que al principio estaba situada en nuestros días hasta que me di cuenta de que pertenecía al pasado. En ese sentido, el pasado siempre se alcanza a ver mejor. El presente es muy confuso… me sale un poco más en los cuentos”.

Ana nos revela que ella trabajaba en la Cineteca Nacional al momento del incendio, “y de alguna manera —recuerda— se me quedó clavada esa espina. Todos estos años supe que un día escribiría algo sobre el tema, pero no tenía claro qué podría ser… hasta que se mezcló con otro proyecto, el de una novela fáustica, en la que pude trabajar algunos aspectos de aquella época que me tocó vivir”.

Nunca se ha sabido a ciencia cierta qué produjo el incendio de la Cineteca Nacional, pero dos de los personajes principales de Fuego 20, los amigos Rubén y Arturo, hablan como dando por sentado que una mano negra (el gobierno) está detrás. Y es una especulación que comparten muchos.

 

Todos cargamos nuestros fantasmas

“En aquella época —dice Ana— estábamos convencidos de que algo tenían que ver las autoridades en el asunto, una historia subterránea que no se ha contado. Pero más allá de teorías de conspiración existe claramente una responsabilidad de protección civil —la de resguardar materiales inflamables de manera adecuada—con la que no se cumplió y que correspondía a las autoridades haber asegurado. Costó vidas y la pérdida del patrimonio histórico y cultural”.

No es la primera novela de Ana, Premio Internacional Sor Juana Inés de la Cruz 2013 por otra gran novela, La bomba de San José, en la que predomina el mundo sobrenatural.

Me involucré mucho en Fuego 20.

¿Cree Ana en los fantasmas?

Todos cargamos con nuestros fantasmas y el hecho de padecerlos, tener que ajustar cuentas con ellos o incluso amarlos a destiempo, aunque sean psicológicos e inmateriales, no les resta existencia, todo lo contrario. Yo doy materialidad a esos fantasmas y juego con ellos… tiene mucho también de terapia.

Nina, la protagonista central de Fuego 20, es una chica modosita que vive un duelo por su amado tío Rafa, que muere en condiciones harto sospechosas, y por quien alberga un impensable sentimiento incestuoso. Es durante la locura del duelo que sufre un cambio de personalidad que llega a parecer una posesión (o una posible esquizofrenia, depende) y adopta la identidad de una vamp llamada Ángela.

“El punto de partida para el desdoblamiento de Nina —aclara Ana— es la crisis de identidad a raíz de la pérdida que mencionas. Al perder a quien de alguna manera daba forma a su vida, a su destino, queda un poco a merced del azar y decide jugárselo en una apuesta extraña. Está también el hecho de venderle el alma al diablo, y así son ámbitos de muchos tipos, psiquiátricos pero también fantásticos, en los que la historia se desenvuelve”.

“Suele suceder —continúa la también autora de Púrpura, una de las grandes novelas mexicanas de finales del siglo XX— que las historias se me aparecen en la imaginación un poco como películas, con extras, locaciones y toda la cosa, entonces muchos personajes secundarios empiezan a crecer o a relacionarse con otros, y a lo mejor dejan de ser secundarios. Yo tenía dos historias: la de Arturo y la de Nina… y cuando Nina se empezó a «desdoblar» me di cuenta de cómo iba a encontrarse con Arturo, ellos mismos se juntan de manera que hasta a mí me sorprende”.

 

Escribir Fuego 20 fue difícil

¿Cómo se siente Ana con Fuego 20 respecto a sus obras anteriores?

Siento que reúne muchos de los temas que había abordado en las novelas anteriores, de una manera, digamos condensada, pero es la novela en la que más me he involucrado personalmente, aunque en La bomba de San José también había puesto mucho de mi entorno. Fuego 20 fue difícil de escribir para mí, en muchos sentidos, emocional e incluso técnicamente”.

Actualmente, Ana escribe una serie de historias situadas en la segunda mitad de los años 20, “una exploración de la ciudad —concluye— durante la Guerra Cristera con la modernidad, el periodismo, las vanguardias y algunos personajes extravagantes de la época”.

Ana García Bergua nació en la Ciudad de México en 1960 y su novela Fuego 20 está publicada por Era, México, 2017.

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