Madrid.- Charles Darwin cambió su formación como teólogo por la actividad científica gracias en buena parte a la lectura de los libros de Charles Lyell, el fundador de la geología moderna. Darwin embarcó en el Beagle, para dar su vuelta al mundo, llevando consigo el segundo de los volúmenes de los Principios de la Geología de Lyell.
Uno de los principales axiomas de la nueva manera de entender las fuerzas geológicas propuesta por Lyell sostiene que esas mismas fuerzas son las que siguen actuando ahora.
En contra de la Biblia, que sostiene que el paisaje actual surgió en poco tiempo a causa de catástrofes como el Diluvio Universal, e incluso dice que el planeta —y todo el universo— habría sido creado por la mano divina en sólo seis días, Lyell planteaba que los cambios geológicos son el resultado de unas modificaciones graduales y continuas que tienen lugar a lo largo de un tiempo muy largo. Pensemos en el cañón excavado por las aguas de un río.
Si cuenta con cien metros de profundidad, y consideramos que la erosión de las aguas socava un centímetro al año, en cosa de 100.000 años se habría dado paso al valle. ¿Parece exagerado un centímetro anual? Con sólo un milímetro nos vemos en la necesidad de que pase un millón de años. Da lo mismo. A los efectos prácticos, el tiempo geológico puede considerarse infinito.

La ciencia ha dado la razón al gradualismo de Lyell. Si el obispo Usher calculó la edad de la Tierra en el siglo XVII, situándola en 4.004 años mediante el cómputo de las generaciones narradas en la Biblia, hoy sabemos que el planeta tiene cerca de 4.500 millones de años. El gradualismo cuenta con tiempo suficiente para imponer sus razones. Pero en ocasiones aparecen noticias científicas que parecen devolver la razón al catastrofismo bíblico.
El artículo publicado en la revista Nature Geoscience por Daniel Shugar, director del laboratorio WaterSHED (Water, Sediment, Hazards and Earth-surface Dynamics) de la universidad de Washington (Tacoma, Estados Unidos), y sus colaboradores da cuenta de la alteración súbita del drenaje del glaciar Kaskawulsh, uno de los principales de Canadá.
En cuestión de muy pocos días, quizá sólo cuatro a finales del mes de mayo de 2016, la disminución de los hielos del Kaskawulsh llevó a que el cauce de sus aguas hacia el mar de Behring a través del río Slim se secase casi por completo. ¡Un efecto más rápido que el del supuesto Diluvio Universal!
Pero se trata, claro es, de un fenómeno del tipo de la proverbial última gota de agua que hace desbordar el vaso. Como indican los autores, el Kaskawulsh ha ido modificando su desagüe de manera gradual y continua a lo largo del tiempo, con arreglo a las alternativas de acumulación y pérdida de sus hielos a las que lleva la sucesión de épocas glaciares e interglaciares. Sin olvidar, claro es, que la verdadera catástrofe actual consiste en que los humanos estemos acelerando el calentamiento del planeta.



