Todas las fuerzas políticas se aprestan para la gran batalla electoral de 2018. Los tiempos se adelantan y todos los actores políticos, cual más, cual menos, buscan salir en la foto, ganar reflectores y que volteen a verlos.

Nuestra transición democrática “a la mexicana” que algunos niegan y afirman que todo fue gatopardismo  y que lo único que tuvimos se limitó a una alternancia fallida, y que con el regreso del PRI se intentó una restauración autoritaria, lo que niega su propio razonamiento lógico. Si nada cambió, ¿cómo es que se busca restaurar? Pero en fin, el caso es que como sucede cada seis años o cada elección importante, una vez pasados los comicios, los perdedores claman por nuevas reformas y candados.

Hoy la discusión, fuera de foco y extemporánea, liderada por un grupúsculo de autodenominados intelectuales, que en realidad hacen política, insisten en instaurar la segunda vuelta. Sin que previamente hubiéramos experimentado los gobiernos de coalición que ya existen en nuestra Constitución y pudieran ser la solución al  tema que dicen preocuparles: que el ganador de la elección lo haga por mayoría simple, porque afirman, de no ser así, carecería de legitimidad. Aceptar sin más, esta  afirmación facilona, seria convenir que los últimos cuatro presidentes han sido ilegítimos.

Los tiempos del dios Cronos no dan para realizar reformas constitucionales a contentillo y a otra cosa. Lo anterior sin menoscabo de que se discuta, debata y se analice ese y otros temas. Como lo que plantean, que a su arbitrio se pretenda sustituir a los consejeros electorales, porque para ellos, lo han hecho mal. Y aceptando que así fuera, hay que reconocer que buscamos vivir en un país de leyes y de respetar las instituciones.

En tópicos pragmáticos, estamos testimoniando los escarceos mediáticos previos a la asamblea del PRI, donde se discutirá si quitan o ponen más candados para la designación del candidato presidencial, lo que significa que existen grupos en el interior que le están regateando al actual “primer priista” la facultad de designar sucesor. Si no son capaces de ponerse de acuerdo, ese partido llegará fracturado; y si existe el riesgo de perder la elección, esa circunstancia lo agravaría, independientemente de quién sea el candidato.

En el PAN, se están dando con todo y la violencia intrafamiliar es la comidilla de todos los días. Nadie cederá su postulación en caso de concretarse la anunciada alianza con el PRD, en el que denominan Frente Amplio Opositor, y cobra fuerza la postura del frente, siempre y cuando el candidato sea un panista.

En el PRD, actualmente no existen figuras políticas a escala nacional que pudiera aglutinarlos, y los gobernadores autocandidateados son muy vulnerables a un examen de su propia militancia y de la ciudadanía. El Frente Amplio Opositor o Democrático, como también lo motejan, los divide y polariza. Unos dicen que solo con las izquierdas, otros que únicamente con un candidato externo de la sociedad civil. Lo que es de risa, parafraseando el cuento breve de Tito Monterroso: y cuando despertó, los dinosaurios seguían ahí. La foto de Ifigenia, Muñoz Ledo, Cárdenas y otros, después de treinta años, lo ilustra cuando anuncian la creación de una alianza opositora.