La policía alemana hizo uso de cañones de agua a presión para dispersar a grupos de manifestantes identificados como violentos que se mezclaron con una marcha convocada por la izquierda radical contra la celebración de la cumbre del G-20 en Hamburgo, que se abre formalmente este viernes.
Los antidisturbios detuvieron la marcha, que llevaba por lema “Bienvenida al infierno” (“Welcome to hell”, en inglés), poco después de que comenzara, al detectar entre los manifestantes a cerca de un millar de encapuchados. Se produjeron los primeros altercados y lanzamiento de algunos objetos contundentes en dirección a los efectivos policiales, tras lo cual las fuerzas de seguridad bloquearon la calle por la que iba a discurrir la manifestación.

En previsión de altercados y ante la alarma general antiterrorista, Alemania ha dispuesto un dispositivo de cerca de 19.000 agentes. No obstante, desde antes del inicio de la cumbre y hasta su finalización, el sábado, hay convocadas una veintena de manifestaciones, entre ellas algunas de signo radical.

Mientras Hamburgo se manifestaba en las calles, Angela Merkel intentaba acercar posturas con Donald Trump. Anfitriona del encuentro de las principales economías del mundo y de las potencias emergentes en el que se estrena el presidente de Estados Unidos, la canciller alemana se citó con el también magnate en un céntrico hotel de la ciudad que acoge una cumbre cuyas reuniones oficiales comienzan este viernes.

Consciente de que tiene tras ella a toda los socios europeos y al grueso de la comunidad internacional, Merkel decidió volcarse con el invitado estadounidense, con quien ya comprobó que mantiene una dispar visión política del mundo en un primer encuentro bilateral en marzo en el Despacho Oval. La defensa del libre comercio o la lucha contra el cambio climático son algunos de los temas que separan a ambos.

Por lo que ha trascendido, Merkel acude a la cumbre con espíritu constructivo y con el ánimo de limar asperezas, pero está por ver qué postura adopta Trump. Los líderes comienzan este viernes sus reuniones y los negociadores de cada Gobierno, recordó la dirigente germana, tienen por delante dos noches para cerrar un texto que pueda ser respaldado por todas las partes el sábado, cuando la cumbre eche el cierre.