Hoy, 15 de agosto, se conmemoran 78 años del fallecimiento del gran escritor y diplomático mexicano, Federico Gamboa.
Reconocido por ser el máximo exponente del naturalismo literario en México, Federico Gamboa, es considerado uno de los personajes intelectuales más notorios de los siglos XIX y XX en nuestro país, pues no únicamente cultivó su pluma con admirable maestría sino que desarrolló una notable carrera diplomática que lo llevó a ser subsecretario de Relaciones Exteriores en el régimen del general Porfirio Díaz y secretario de la misma dependencia en el efímero gobierno de Victoriano Huerta. Antes de los notables cargos, su misión como servidor público lo llevó a Guatemala, Argentina, España, Francia, los Países Bajos y Bélgica.
El hecho de ser un hombre de mundo y de encontrase constantemente viajando y conociendo nuevas culturas, le permitió a Gamboa desplegar un estilo literario único en que se mezclaba todo el potencial de la corriente literaria en boga, el naturalismo, con un matiz nacionalista enriquecido por las propias visiones desde el exterior y sin olvidar el profundo conocimiento y amor por su patria. En sus más de siete tomos de Diarios, Federico Gamboa narra con excepcional detalle y anécdota los momentos más significativos de su formación personal y para con las letras, por ejemplo, una inolvidable entrevista que sostuvo en París con Émile Zola en el año de 1893; este encuentro marcaría su estilo y también su memoria.
Es en hasta 1896 que Federico Gamboa alcanzaría la madurez en su obra narrativa con Suprema ley, sin embargo, diez años después llegaría la novela que lo inmortalizaría entre los autores de culto en México: Santa. Considerada por José Emilio Pacheco como el bestseller nacional, Santa fue escrita durante la estancia de Gamboa en Guatemala y publicada en 1903.
La historia de la inocente joven que es arrastrada por las desventuras amorosas a una vida de sufrimientos y perversiones, le valió a Gamboa el reconocimiento de los lectores y su consagración en el los altos círculos de la elite, pero no sólo eso, pues Santa se convirtió en un referente cultural sumamente prolífico. Fue adaptado como guión cinematográfico para ser llevado a la pantalla grande nada menos que como la primera película sonora en México, estrenada en 1932 y protagonizada por Lupita Tovar y Carlos de Orellana; fue adaptada tres veces más dentro del séptimo arte en diferentes versiones, además de innumerables traslaciones al teatro.
En al ámbito de la música, Agustín Lara, que encontraba en Santa una enorme identificación tanto con los gustos del autor como con los personajes, compuso una bella canción homónima que sirvió para acompañar el filme, y que se convertiría en una de las creaciones más aplaudidas de “El flaco de oro”.
Vale decir que el escenario de Santa, el entonces pueblo, hoy colonia de Chimalistac, se volvió un lugar icónico de ciudad gracias al pintoresco retrato en que lo presenta el también autor de La llaga. En nuestros días la plaza principal de la demarcación, coronada con la muy antigua iglesia de San Sebastián, lleva el nombre de Federico Gamboa y es junto con San Ángel y Villa Coyoacán una de las zonas más hermosas y simbólicas en la Ciudad, al punto que Elena Poniatowska la seleccionó para vivir y situar en ella uno de sus cuentos más conocidos llamado Boda en Chimalistac.
Federico Gamboa dejó, pues, legado para muchas generaciones mediante su pluma y también a través de su imprescindible servicio público, diplomático y cultural, pues fue parte de la comisión que se encargó de organizar las fiestas del Centenario de la Independencia en 1910 y fungió como director de la Academia Mexicana de la Lengua por 16 años. Sus restos reposan bajo el mármol de algún ángel en el Panteón Francés de la Piedad, se encuentra casi perdido entre árboles y silencios, esperando, quizás como Santa, a que algún ciego enamorado, por azares del destino, le conceda una flor o lea su nombre y se acuerde de él.
https://youtu.be/2p-tYDmDkxs