El domingo, cuando el lector de Siempre! tenga en sus manos este número, conocerá los detalles del Quinto Informe de Gobierno del presidente de la republica, Enrique Peña Nieto, ejercicio republicano por excelencia que, con el devenir del tiempo y las coyunturas políticas, ha venido perdiendo su esencia de contrapeso constitucional entre poderes.
En este acto el mandatario informa al pueblo representado en el Congreso General del estado general que guarda la administración pública del país, coincidiendo con la instalación del primer periodo ordinario de sesiones y posteriormente cada cámara realiza el análisis del informe y llama a los encargados del despacho correspondiente, cuando desea ampliar la información o aclarar algunos temas.
Actualmente, el titular del Ejecutivo envía al Congreso a su secretario de Gobernación, quien entrega el informe por escrito, y el presidente, por su parte, realiza un evento extraoficial en el cual envía un mensaje a la nación. Esto, desde luego, no siempre fue así, la obligación original estatuida en la Constitución de 1857 era que “pronunciara un discurso en que manifieste el estado que guarda el país”. Es decir, acudir al recinto y leer un mensaje.
Lamentablemente desde 2006, cuando Fox ni siquiera logró entrar en el recinto y hubo de entregarlo en la escalinata de San Lázaro, ni Peña ni Calderón han comparecido ante el Congreso General en el acto solemne de apertura de sesiones y dirigirse a la nación.
El origen del diferendo, tensión o conflicto político que propició la modificación, primero en los hechos y luego la reforma del texto constitucional, fue que la ceremonia se prostituyó y se había convertido en un acto faraónico de adoración del tlatoani sexenal, que duraba horas y horas y los legisladores aplaudían. El éxito del evento se medía mediante el aplausómetro y las ovaciones a los semáforos, banquetas, coladeras, carreteras y caminos construidos.
Eso, por una parte; después, cuando creció la oposición, lejos de ser una oposición políticamente responsable y leal como en un auténtico régimen republicano, esta se comportó en la ceremonia como reventadores y vulneró la investidura presidencial.
Lo importante de este V Informe es la coyuntura que lo envuelve, previo a la elección de quien habrá de relevarlo, dado que una vez conocidos los candidatos de todos los partidos y comenzado formalmente el proceso electoral, el presidente en funciones comienza a ocupar un segundo plano. Así acontecía en el ancien régime y, al producirse el ungimiento del sucesor, el presidente alcanzaba el cenit de su gloria y comenzaba a perder el poder. Así sucederá ahora.
Los temas que obligadamente deberá abordar el presidente Peña Nieto, entre muchos más, son: el Sistema Anticorrupción, la relación bilateral con Estados Unidos, el muro de Trump, la deuda, la renegociación del TLC, las alzas de las gasolinas, el crecimiento de la economía y la perspectiva para 2018 y, seguramente, iniciará la autoevaluación de su gestión, al dar a conocer los avances de las reformas estructurales emprendidas.
Como siempre testimoniaremos los elogios desbordados y las criticas acérrimas, ambas estériles. Es hora de plantear que este ejercicio de rendición de cuentas recobre su esencia republicana y de que todos los actores políticos se conduzcan con civilidad.