El México de la inseguridad que gesta violencia bajo el amparo de la impunidad continúa cobrando víctimas a diario que hasta parece que nos aproximamos al argumento especulativo de Thomas Hobbes en lo que denominó el estado de naturaleza en el que según su hipótesis la violencia fue un elemento central; dicha fase se caracterizó por la ausencia del Estado y la guerra de todos contra todos bellum ómnium contra omnes.
Vivimos en un país en el que la impunidad se regodea, se empodera para secuestrar la certidumbre, detona hechos aberrantes como los feminicidios que se han incrementado por doquier, la mayor parte de los casos prevalecen sin castigo. Es el quiebre del pacto social.
Un caso lamentable sucedió con la joven Mara Castilla que fue asesinada con saña por un taxista; el presunto criminal está detenido, solo que muchos más están libres porque en México no resulta complejo eludir la acción de la justicia.
La violencia la tenemos cotidianamente, algunas entidades cuyos registros criminales no figuraban ya han sido alcanzadas por dicho cáncer ante una respuesta tibia de las autoridades que parecen dar palos de ciego distantes del compromiso asumido. No vivimos en un país de leyes, o mejor dicho tenemos legislaciones que no se aplican, en teoría estamos sobrerregulados aunque ello no significa en modo alguno una mejora sustancial.
De acuerdo con algunos indicadores se tienen estadísticas aproximadas en materia de los feminicidios, por ejemplo se contabilizaban 4,306 en el lapso temporal de 2006 a 2012, un dato escalofriante, la mayor parte de los casos han permanecido sin castigo, basta recordar las muertes de mujeres en Ciudad Juárez o en el Estado de México.

Miles de mujeres sufren acoso a diario en nuestro país, violencia intrafamiliar, los patrones de un machismo letal no se han desterrado, incluso si consultamos la historia mundial el desdén por la mujer ha sido una constante, como se puede leer en la Biblia, La Iliada o la mitología griega; en dichos textos milenarios encontramos muchos casos en que se etiqueta al sexo femenino como culpable de provocar guerras, pecados o desobediencia.
En nuestro país la alerta de género no registra mayores alcances, la realidad ofrece datos duros que no pueden desvanecer ni los discursos ni los decretos, es momento de la autocrítica porque algo no funciona, en materia de justicia se padece atrofia.
No se puede hablar de equidad ni respeto a la dignidad de la persona humana si los feminicidios avanzan, no se debe hablar de un avance político si a la mujer se le excluye y asesina. La justicia en diversos rubros parece estar lejana, fría, ausente, acaso extraviada en un limbo de prejuicios.
El anterior fin de semana hubo diversas movilizaciones para repudiar los feminicidios; destacaría que aunque la impunidad se acrecienta aún no se pierde la capacidad de indignación y dentro de la oscuridad en que se vive dicha señal es una luz que no está invisible porque contribuye a forjar una conciencia crítica. Ya basta de violencia contra las mujeres, es indignante la inseguridad que devora la fe.



 
 