Aunque por esencia el hombre siempre ha tratado de explicarse el comportamiento de la naturaleza, los trágicos acontecimientos provocados por los sismos en México —el pasado 7 y 19 septiembre—, han dado origen a diversas visiones acerca de los factores que propiciaron dichos movimientos telúricos: su intensidad, dinámica, localización y demás elementos que hicieron que estos eventos fueran especialmente destructivos y se dieran con muy poco tiempo de separación uno de otro.

La importancia de fortalecer el conocimiento sobre lo ocurrido en nuestro país no solo radica en el hecho de entender un acontecimiento tan caótico y trágico sino también en tomar, en la medida de lo posible, las previsiones y acciones necesarias frente a eventuales consecuencias, así como planificar y replantear con vista al futuro numerosos ámbitos de nuestra vida pública, señala en entrevista exclusiva para Siempre! la doctora en geofísica Vala Hjorleifsdottir, que habló de algunas de las causas y efectos que han provocado los recientes sismos en el país.

La investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM señaló en principio que debemos recordar que México se encuentra en una zona de alta sismicidad debido a la interacción de cinco placas tectónicas: la placa de Norteamérica, la de Cocos, la del Pacífico, la de Rivera y la del Caribe, por lo que se han llegado a reportar en promedio 40 sismos al día.

“Vivimos en un límite entre placas geológicas, y siempre donde hay placas geológicas hay deformación y hay sismos, de eso debemos estar conscientes; y lo que estamos viviendo no tiene nada de raro, es parte de este proceso muy natural, y obviamente muy violento”.

 

El hundimiento de la placa Cocos, principal causa del sismo del 19-S

Según los estudios realizados sobre los dos sismos (7-S y 19-S) ambos cuentan con sus respectivas características, asegura la especialista, de tal modo que no se pueden relacionar. De entrada, dice la sismóloga, se descarta cualquier relación entre ellos por la lejanía en tiempo y distancia, pues ocurrieron con una diferencia de 12 días y con aproximadamente 600 km entre un epicentro y otro.

Señaló que en el caso particular del sismo del martes 19 de septiembre, con magnitud 7.1 grados, fue localizado más al este, es decir, en vez de hundirse suavemente, la placa Cocos flotó un poco y luego terminó por impactarse más lejos hacia ese punto. Por lo que se torció y se quebró, lo que apunta a que se trata de un “sismo intraplaca” que ocurre en el interior de la estructura.

“El sismo del martes está relacionado con el hundimiento de la placa Cocos, una microplaca situada debajo de la placa Norteamérica. Esta microplaca está atrapada entre la placa Pacífico y la placa Norteamérica”.

Esto a final de cuentas es también un proceso natural de la tierra, explica la doctora Vala, pues las placas cuando se forman están calientes, hasta que llega el momento en que se enfrían, por lo que empiezan a tener una densidad más alta, además de dejar de flotar en el manto hasta que inicia su marcha de succión para hundirse en el estrato.

“La placa de Cocos se está succionando, se está hundiendo y deformando en el manto abajo de nosotros, es como una loza espesa y profunda. Es un fenómeno concentrado en el centro del país”.

Asegura que estas rupturas de algún modo causan un daño a corto o largo plazo, ya que cada temblor causa una deformación y esta deformación causa que los esfuerzos en el material cambien, por lo que siempre un sismo deriva a otros sismos y es lo que conocemos como réplicas.

“Es una fase que todos los que vivimos en un país sismogénico —donde nacen terremotos— sabemos de este proceso, puede llegar en algunos casos a que las replicas sean más grandes que el sismo principal, también puede pasar, pero es muy poco común, aunque no lo podemos descartar”.

Dos sismos ocurridos dentro de la placa

A pesar de lo que se cree comúnmente, no existen tipos de temblores, pues todos los sismos generan movimientos oscilatorios y trepidatorios, por lo que ambos sismos que ocurrieron no fueron la excepción asegura la geóloga, quien añadió que sí es posible clasificarlos, por ejemplo, al distinguirse en sismos que ocurren en la frontera de las placas, y sismos que ocurren dentro de la placa, “y estos dos ocurrieron dentro de la placa”.

De igual manera se puede hablar de “sismos someros”, que ocurren cerca de la superficie de la tierra o los “sismos intermedios” que son profundos, por lo que ocurren más adentro del planeta, apunta Hjorleifsdottir.

“Lo cierto es que estos dos sismos se parecen mucho, podríamos decir que son del mismo tipo, en el sentido de que los dos ocurren dentro de la placa, y más o menos a la misma profundidad, pero uno es mucho más grande que el otro en magnitud, mientras el más pequeño ocurre mucho más cerca de las zonas pobladas, y eso explica la diferencia en cómo sentimos y vivimos los sismos”.

 

Sin límite la liberación de energía en el Istmo

La situación sigue siendo complicada para miles de personas en la zona del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, tras el sismo de 8.2 grados del 7 de septiembre y sus hasta ahora 5,000 réplicas, por lo que asegura la especialista que se sigue analizando a pesar de ser un evento natural, como cualquier otro sismo; sin embargo se está estudiando para saber con más certeza que proporción de la brecha de Tehuantepec se liberó con el temblor y por qué está generando tantas réplicas.

Explicó que las réplicas son un reacomodo de los esfuerzos en la corteza, por lo que las placas se siguen moviendo de manera muy lenta, escasos unos centímetros, es decir, se acumula en la corteza lo que llamamos “energía elástica”, y en la liberación de esa energía salen las ondas sísmicas que es “lo que sentimos con un movimiento sísmico grande, después viene el reacomodo,  sea las réplicas”

“Es algo que todavía estamos examinando para darle a la gente datos más precisos sobre estos movimientos y sus réplicas. Queremos que la sociedad entienda que a final de cuentas estas réplicas, al igual que los sismos, son eventos naturales, y que no se pueden predecir, además de que algunos sismos en efecto causan muchas reproducciones”.

Añadió que de igual manera se analiza el origen del epicentro del sismo del jueves 7 de septiembre, de 8.2 grados, en la zona de Chiapas, una región que no había tenido movimientos en más de un siglo, lo que responde, explica, a una liberación también de energía.

“Es un estado donde no se había registrado actividad sísmica relevante, y eso puede pasar con otras regiones de la costa que podrían estar guardando también cierta energía, una de ellas la brecha de Guerrero, que también ya tiene un siglo que no tiene un sismo”.

 

Es posible otro sismo como el del 85 o el del 19-S

La fecha 19 de septiembre quedará en la mente de muchos mexicanos tanto por el sismo de 1985 como el de este 2017, y la probabilidad de que se produzca un terremoto el mismo día y con 32 años de diferencia es de 5 por cierto en México, aseveró la especialista. Agregó como punto de partida la premisa de que en el país suceden como media anual dos sismos mayores a una magnitud 7, con lo que cada día hay una probabilidad de uno entre 730.

A partir del temblor del 85, afirma la investigadora, sin duda alguna hubo un gran avance importante ante el fenómeno, ya que ahora se sabe qué tipo de movimiento esperar de un temblor como el más reciente, por lo que no fue una sorpresa —dice Hjorleifsdottir— ,ya que en este sentido cumplió con los movimientos que se esperaban o que se piensa que ocurrirán aquí en el valle de México, además de que estamos más conscientes de lo que esto implica, por ello el avance se vio reflejado en situaciones como el implemento de la alarma sísmica.

 “Es muy difícil relacionar ambos terremotos, pero así es la vida, todos conocemos por ejemplo hermanos que nacen en la misma fecha, es simple coincidencia; hay muchas cosas que tienen poca probabilidad, y en este caso sabemos que la tierra es aleatoria, por lo tanto ahí podríamos encontrar esa posibilidad, quisiera decir que no va a pasar, pero siguen siendo los sismos algo impredecible”, concluye la doctora Vala Hjorleifsdottir.