Daniel Téllez
Algo susceptible de la savia-selva chiapaneca late en el centro poético de nuestro tiempo. Algo del pentagrama, el cuenco en la cuerda, la curva, la marimba y la primera piedra. Carnosa memoria, paradiso se diría, en la incendiada turba-madrugada, que es el decir poético de Roberto López Moreno (Huixtla, Chiapas, 1942).
a mitad del paréntesis/ la selva circular nos vuelve al tiempo/ nos planta en el presente siempre vivo Instante en que tu música, poeta, suena de nosotros, el instante de Dulcinea jugando a las horas con el río; ceñido en un correr de agua, frente al Usumacinta, hacia la mar canora, late en tu centro de barro, poeta, el dios sol latinoamericano devorándote, devorándonos. Incendiados de hambre, de danza, de música, teje el esqueleto nuestro tu palabra. La palabra múltiple de dones diversos en esta vena tan honda. Aquí, bajo este tronco/ que camina sobre la tierra del hombre/ yacía el brazo del poeta./ Se convirtió en rama,/ después,/ en el costado izquierdo del viento./ Los pájaros del mundo lo saben.
En la impronta del descenso de las edades —la casa-hoguera— el poeta chiapaneco llueve sobre la orografía de nuestros estanques. En el perímetro de una dramática dualidad contenida —laguna piedra— Pigmalión, a relámpago y vergüenza, reconstruye de la piedra la sonrojada mejilla. Danza la danza lanza que ansía el cielo,/ celo del filo vilo hacia la sangre,/ uno dos tres, cuatro y voluta,/ espiral hacia el salto desde el fondo/ del hechizo al movimiento acumulado.
Algo en la planicie chiapaneca, algo en la militancia de la sangre, en el puño del deber, la hoz y el martillo, la negritud, la piel anterior a la música, los poemurales desde la conciencia precolombina imponente entre piedras, en una ciudad agreste; la conversión matemática y el soplo más arriba de los ojos: Recipiente de luz/ Urna de la sombra/ Vaso del primer tino/ Cuaternaria suma/ Arca de la alianza/ Torre acostada/ Arcilla que se mueve/ Así es. También la antigua leyenda, la nemo, el soplo de Huixtla o La Habana, la antigua burla de la saliva y la sombra de los mayores que permanece en nosotros. Te miro con tu nombre de doncella/ como la hija de un mago de la raza/ que poderoso se alzó piedra,/ y en las alturas inscribió su estancia/ para cuidar a su princesa dulce/ de labios de café y agreste gracia.
Testigo de la primera lluvia, de la noche y del deseo, el poeta López Moreno resulta necesario para nuestra poesía; prende la clepsidra en su diálogo con el enorme José Lezama Lima, Juan Bautista Villaseca, Martí, Efraín Huerta, Rosario Castellanos, Pérez Prado, Zeferino Nandayapa, Silvestre Revueltas, infinitamente con los días terrenales en el eje latinoamericano, porque: Para rehacer el mundo/ fundaremos el sueño/ con esta arcilla moldeable del lenguaje./ Tú, yo/ en medio de la llama,/ dándole nombre al verbo/ con las estalactitas de la sangre. En las evocaciones de Don Quijote y Sancho, de don Juan y Cloaticue, de Rilke y la arena de Shostakovich a las hebillas y toronjiles de su entrañable Leticia Ocharán, del epigrama a la fórmula matemática en uno de los títulos más afortunados de la poesía mexicana: 13 sonetos +/ 1 sonejo =/ 14 dolores/ y 1 gozo…/ el silencio;/ o catorce/ sonetos.
Enorme vientre, un latido, un hipotexto. El juego de la palabra equivale a la morada del colibrí y de la iguana, estaciones en el arcano visual de la página. Nemosina musita y como en los poemas del Rey Poeta Nezahualcóyotl, la poesía de Roberto florece sobre la superficie de la inmensa laguna; se sumerge en las ondas salobres, emerge, se hace vapor, lluvia, desciende a las milpas y los arroyos, tierra de su pueblo, carne de su pueblo, agua vasta, basta, preñadora, agua inmortal.
Verbario de varia hoguera, palabra de la distancia, verdea la poesía de López Moreno en el meridiano terrestre de sus 75 años de vida, este pasado 11 de agosto. Ábrara del primer terrón, ábrara de la “ardiente paciencia”, ábrara del poeta de “la nóveda música” y la voz solitaria, ábrara del poeta de sed fluvial y de linaje natural imprescindiblemente latinoamericano. ¡Salve, López Moreno! ¡Salve, porque estás hecho de iguana y colibrí!
Roberto López Moreno, visto por Aurora Reyes.