A trece días de los embates sufridos por el huracán María, Puerto Rico se encuentra inundado, sin electricidad y con fuertes carencias de ayuda humanitaria. En medio de este escenario caótico, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, realizó un viaje de inspección para cerciorarse personalmente de la situación, la cual encontró sin mayor problemas, al grado que terminó lanzando rollos de papel a los damnificados, como si fuera un juego de baloncesto.

El magnate sobrevoló la capital San Juan en compañía del gobernador Ricardo Roselló y visitó la zonas menos afectadas, entre éstas, un exclusivo suburbio denominado Guaynabo, que no representa la situación real por la que atraviesa la isla.

Trump estuvo sólo cinco horas de visita y, en ese breve tiempo, las actitudes que tuvo para con el pueblo puertorriqueño fueron profundamente criticadas por propios y extraños.

En plenos momentos de necesidad, el magnate inmobiliario reclamó a Roselló la enorme deuda financiera que ha causado a la Unión Americana: “Odio decirles esto, pero hemos gastado mucho dinero en Puerto Rico”.

Según los medios de comunicación internacionales, Trump restó importancia a la devastación que abruma a la isla, de la cual al parecer, no la consideró tan grave como lo fue con Katrina.

“Si miras una catástrofe real como el Katrina (…), cientos y cientos y cientos de personas que murieron, y miras lo que ha pasado aquí, con una tormenta que realmente fue abrumadora”, declaró Trump a su llegada a la base aérea Luis Muñiz, de la Guardia Nacional, en referencia al ciclón que azotó Nueva Orleans en 2005 y que dejó más de mil 800 muertos.

Tras haber abordado el Air Force One para regresar a Washington, Trump ni siquiera volteó para percatarse que su visita, en lugar de reanimar a los necesitados, sólo consiguió sumirlos en la más profunda humillación, ante un mandatario que dio muestras inhumanas y de poca solidaridad.