Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques tú.

William Shakespeare

Como saldo de los sismos del pasado septiembre, decíamos la semana pasada en este espacio generoso de Siempre!, se desató la generosidad de las mexicanas y los mexicanos, pero también desafortunadamente se desataron los demonios, expresados en una perversa campaña para sembrar en la sociedad la ponzoña de la sospecha en los trabajos emprendidos por las autoridades para ayudar a los damnificados y emprender la indispensable reconstrucción.

Por un lado, están los partidos políticos, particularmente los del Frente Amplio Ciudadano ñ PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, quienes proponen que se forme un Fondo Nacional para la Reconstrucción, en el cual participen las autoridades, el Congreso, la academia, la IP, las ONG y, por supuesto, ¡los damnificados!

Esta ocurrencia la justifican con su incredulidad sobre el manejo de los recursos por el gobierno de la república. Una versión 2017 de aquella proclama en el Zócalo: ¡al diablo con sus instituciones!

A ellos se suman las ONG, “organizaciones de la sociedad civil”, las cuales con la coartada de la “transparencia” lanzan a la sociedad la perversa semilla de la suspicacia.

Lamentablemente, la atención mediática está concentrada en los daños y conflictos en Ciudad de México, y pasan a segundo plano los daños, infinitamente mayores, sufridos en otras entidades del centro y sureste de la república. Una expresión de la histórica arrogancia del Altiplano.

¿No decía la Güera Rodríguez que fuera de México todo es Cuautitlán? O si queremos ponernos históricos recordemos que para los aztecas la antigua Tenochtitlan era el ombligo del mundo.

Afortunadamente, como decíamos líneas arriba, fluye la ayuda de la iniciativa privada, a través de diversas fundaciones y la de las autoridades hacia todas las comunidades de estados del centro y, sobre todo, hacia Oaxaca y Chiapas, donde las viviendas dañadas o colapsadas suman docenas de miles.

Y, pese a la perversa campaña, también ya está en marcha el plan de reconstrucción, con recursos del gobierno federal y de los gobiernos locales, mientras los partidos y las ONG debaten cómo debiera ser.

La generosidad mostrada por los ciudadanos de a pie, tristemente, no parecen compartirla aquellos a quienes consumen las ambiciones y el resentimiento de los que llevan el luto en el alma.

Todos ellos buscan encender una hoguera, a la cual buscarán arrojar a sus enemigos, sin recordar lo citado en el epígrafe de este espacio: “cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques tú”.