Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador vuelven a recordarnos lo mucho que se parecen.
Creen —como dice el filósofo Aaron James en su ya clásico ensayo Trump, un tratado sobre la imbecilidad— que una característica de los populistas demagogos es que el tamaño de su ego les impide ver sus propios errores y contradicciones.
Bueno, pues ambos, como si se hubieran puesto de acuerdo, satanizaron y descalificaron a sus adversarios como si ellos estuvieran libres de culpa.
Vea usted, lector. El líder nacional de Morena, antes de participar en la presentación del libro Patria del escritor Paco Ignacio Taibo II, dijo que el presidente Enrique Peña Nieto elegirá “por dedazo” a favor del titular de Hacienda, José Antonio Meade, como candidato del PRI a la Presidencia de la República.
Es evidente que al tabasqueño le disgusta la posibilidad de tener que competir, y en su caso debatir, con uno de los economistas mexicanos más preparados. La duda es si, llegado el caso, habría debate, porque el “profeta” solo sabe explicar y atribuir los males sociales a partir mafias y conspiraciones
López Obrador habla como si, en verdad, fuera un demócrata —¿se lo creerá?— y en su partido todo lo decidiera —no él, como caudillo absolutista— sino la militancia y la consulta a la sociedad.
La encuesta que aplicó Morena para elegir al candidato a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México se ha convertido en un icono, ya no del “dedazo” sino del garrote vil.
Toda la metodología y el procedimiento de consulta, así como la oscura publicación de los resultados respondió a un diseño pensado para matar políticamente a Ricardo Monreal e imponer a Claudia Sheinbaum, la elegida del mesías.
Claro, hasta antes del 19-S, porque después del sismo la favorita quedó bajo los escombros del Colegio Rébsamen. Sepultada no solo por su incapacidad para responder ante la emergencia, sino por las contradicciones en las que incurrió a la hora de disculpar, culpar, justificar y terminar denunciando a la directora de la escuela.
Pero López Obrador no dejó hasta ahí la clase de ética política al presidente Peña Nieto. Le advirtió a los priistas que, aun y cuando Miguel Ángel Osorio Chong está arriba en las encuestas, el primer mandatario no las respetará. Este es el primer burro hablando de orejas.
El segundo es Trump. Durante su más reciente reunión de gabinete, insistió en que Estados Unidos necesita de un muro para evitar que México sigue exportando droga y delincuentes a su país.
En su derecho está, pero Trump ha tenido que prescindir de su candidato a dirigir la lucha contra las drogas, Tom Marino, por tratarse de un republicano que, según The Washington Post, quitó a la DEA facultades para combatir la venta y distribución ilegal de los opiáceos, un tipo de narcótico que ha provocado la muerte, sólo en 2016, de 60 mil norteamericanos, un número mayor a los soldados norteamericanos caídos durante la guerra de Vietnam.
Ahí están los dos burros, López Obrador y Trump, incapaces de mirar sus propias orejas.