Piedra dormida con fecha despierta,
viento empujado por latidos
que brotan desde los sueños.
La chispa mortal del augurio
sigue encendida en silencio,
aguarda hasta la última gota
de la tinta con que escribo;
por ahora se desploma
de mis ojos sosegados
pero la asesina sombra
continúa sobre mí, indeclinable,
apuntándome con un solo ojo
por el que su solitaria llama
busca mi sien como un niño que perdido
va hacia la voracidad del pozo,
hasta que la mano es doblegada
por fantasmas sin titubeos,
aferrados al cuerpo negro acerado
de la serpiente venenosa y perversa
que de su seductora boca
lamía mi sangre por encima de la piel
y alimentaba sus ansias
sueltas a todo galope.
Ricardo Muñoz Munguía


